La discusión del sábado era ociosa. Todos tenían su auto. Tienen su auto. Algunos dos máquinas. Acaso tres. No había razón para declararse enemigo del motor a explosión, la combustión y el acelerador. No la hay. Un ataque de conciencia verde avanzó sobre la mesa del sábado. Como dice María Elena Walsh sobre los argumentos del viaje a París de la tortuga manuelita:” nunca supo bien porqué”… La mesa de los sábados, sin saber muy bien el porqué, estaba discutiendo sobre autos, smog y delicias de la vida en mitad del tránsito urbano. Una injusticia para la mesa de fiambres que incluía, fruto de un regalo, un cuartito de ciervo ahumado.
Roberto defendía el smog. El coloradito, sorpresivamente, era un verde furioso. Había regresado de uno de sus viajes al interior, para vender gorritas blancas, banderines y pecheras con diversas marcas (“la mejor distinción para su club, su movimiento obrero y su manifestación piquetera la tiene vestimentas y estampados El Colo , precios acomodados, su consulta no molesta…“) “El colo” atacaba a la picada y movía la cabeza: no adhirió al planteo funcional de Roberto. Al contrario, se manifestó de viva voz. No es vida la ruta. No se puede viajar tranquilo. Cada vez mas autos. Aumenta sensiblemente el parque automotor. No hay ruta que aguante. En la ciudad igual. Los cordones no son de goma, la empresa que hizo contrato con la municipalidad tiene que recaudar, al reverendo cuete la censuran con tarifa fija, deberían cobrar más caro el estacionamiento en calles, cortadas y callejuelas de todo el radio que cierran Boulevard Avellaneda y Boulevard 27 de febrero. Despejar la calle a tarifazos. Multas efectivas o la grúa. Que se lleven el auto y listo. Que se asusten y no estacionen. Que vengan a pie. Vivan las bicisendas. Luchemos por la nafta a 30 dólares el galón.
Si uno no supiese que “el colo” toma discursos prestados estaría en presencia del señor Green Peace sumado a un natural carácter recaudador, propio de un fiscal antes que un vendedor de gorras de festejos. El colo, esta es una presunción, hubiese sido feliz como inspector de la DGI.
Roberto seguía en su andarivel. Otro. Nada de esto tiene solución porque quieren vivir en la ciudad como si fuese la quinta de Funes y el parque verde con los paráisos (juro que Roberto acentuó mal la palabra paraíso) Desean tener un quincho parrillero en La Peatonal, cazar mariposas del alfa en enero y que canten las chicharras en Corrientes y Pellegrini. Eso terminó. Aquí hay smog. Basura urbana. Alquitrán. Nicotina. Arsénico. Se ensucian los cuellos de las camisas, los resquicios de los muebles, el filtro de la computadora y el aire acondicionado split. Tiramos papelitos en la calle. Somos libres de enmugrecer el hábitat sin piedad. Esta es la ciudad. Más casas, más ascensores, más cafés al paso y más deliverys. Muchos perros sueltos y tipos viviendo en las veredas. Más cemento y menos horizonte. Esta es la ciudad. Muchachos. A mi nadie me va a prohibir la doble fila mientras busco a los pibes. Son dos minutos. Al que no le gusta que se vaya al campo, con las vacas y las gallinas. Vivan los autos y el embotellamiento. Que los colectivos no entren al centro.
El Lalo aparenta sabiduría. Apariencia. Fue a un curso de oratoria y otro de freno a los impulsos asesinos, dictados por un reflexólogo hindú. El Tony se fue de la misma clase porque vió que el hindú tenía los pies sucios y un olor raro. Fino el Tony. El Lalo se quedó. Muchachos, dijo, los dos minutos de cada uno son la irresponsabilidad de todo un pueblo. Tus dos minutos se deben sumar a los míos, a los del Colo, a los de Tony. Yo no tengo chicos en edad escolar, dijo Tony. Esa es la otra cuestión, siguió el Lalo, como no me hablan a mi no me preocupo. Todos usamos los dos minutos para no cumplir con la ley. Ése es el ejemplo a las generaciones venideras. La sociedad sin responsabilidades vota cuotas, vota viajes a Miami, vota este nuevo “deme dos” que nos azota.
Al Lalo a veces se le sale el pelo en la parte anterior del pecho, sobre la zona del esternón. Pelos de mono. De gorila. Cada uno es como es. Nosotros lo queremos. El también viaja a Miami y compra de a dos. Si se puede de a cuatro. Esto es Argentina. El argentino se enoja de lo que ama y cacarea lejos de donde pone los huevos. Nuestro pájaro nacional debería ser el tero.
Roberto retomó su discurso. Que metan en cana a los ladrones, que le cobren el peaje a todos, que le cobren a todos la nueva tegei…(allí se hizo un silencio). Si, la tasa, la tegei. Por no cobrar la tegei al precio que se debe estamos con problemas.
Ese tema lo desconozco dijo Tony, pero lo cierto es que el agua debería cobrarse según quien la gasta. M;as metros cúbicos mas grande la factura. El despilfarro tuyo lavando tus autos no tengo porque pagarlo yo.
El agua es un bien de la humanidad, dijo “el colo”. Pero purificarla es caro, acotó Tony. Que la paguen los que mas tienen, dijo “el colo”. ¿Vos te volviste comunista?, preguntó Roberto.
Uno, que lleva años escuchando las conversaciones de la mesa del sábado, sabe que “El colo” cuando se encuentra con golfistas para venderles paraguas de sol y viseras termina hablando del hierro 8, el bunker, el águila, 4 pajo el par y el birdie. Es un buen vendedor. Habrá estado con los piqueteros preparando el stock para la primera quincena de oktubre, antes de las elecciones, o un clásico: los reclamos previos a navidad, cuando la chantajeada la sufren los súper y los municipios. Es la época de oro de los piquetes. Verano y movimiento social intenso. Más recaudación asegurada. Las organizaciones de base viven de las fechas patrias, los feriados alegres y la culpa de la clase media. La clase media política no mira a los ojos a los pobres hace demasiado tiempo. Roberto preguntaba porque es su índole, debe seguir peleando. Roberto es un peronista típico. Para los amigos, todo. Pero la pelea es algo genético. Si no pelea no vive. Peronista típico.
El cordobés, un adulto mayor, había llegado temprano y estaba atacando a un ferné demasiado espumante. Exacerbado por unos bocaditos demasiado salados y una mañana buenamente soleada, el cordobés bebió un largo trago de ferné y preguntó, con su tonito cordobés: ¿no será que hay demasiados autos, varón? El cordobés despertó la verdadera raza rosarina. Nos peleamos entre todos, hasta que un cordobés, un santafesino ataca la ciudad.
Volvete a tus pagos. Que te pasa a vos. Esta ciudad hace lo que quiere, no depende de Santa Fe ni Buenos Aires. El río Paraná es nuestro. Ñul y Central son más que todos los cuadros de ustedes. El “cható” Carreras esta viejo y sucio. No le han puesto baños a la autopista. Traemos más turistas que Brasil. La verdad: le tiraron con todo al cordobés. Llegué a pensar que le caería mal el ferné.
Hay un Fiat nuevo que se está llevando la grúa, dijo el mozo, portando una bandeja en la derecha y dos sifones en la izquierda. El mío gritó “el colo”. Al diablo con amor y paz. Salió insultando. Demasiados autos dijo el cordobés y se mandó el vaso de ferné de un trago. Nadie lo escuchó. Nos estábamos riendo del ecologista de los sábados.
Raúl Acosta
Testigo
No hay comentarios. :
Publicar un comentario