Google+ Raúl Acosta: El país del narcotráfico, nuevo actor social

lunes, 6 de enero de 2014

El país del narcotráfico, nuevo actor social

Vivir en la selva urbana


Tercera nota de una serie publicada en Mirador provincial entre el 20 de octubre y el 8 de diciembre de 2013 bajo el título "El nuevo actor social aparecido".

Nuevo Actor Social


Mario Trejo, el de “Los Pájaros perdidos”, de “Libertad y otras intoxicaciones” caminaba a mi lado por calle Córdoba peatonal, corazón de Rosario, la calle de la ciudad, frente al edificio del Jockey Club y a dos cuadras de la Catedral. A tres cuadras, exactas, del Monumento Nacional a la Bandera. No era hora de izar nada, más allá de las 11 de la noche ubicar el sitio es indicar donde están los pies, no donde se pisa con seguridad.

Una bandada de muchachos venía desde allá, desde el río. Parados en la esquina dejamos de conversar. Mario es un conversador absoluto. Calló. Pasaron a nuestro lado. Invisibles todos. Recuerdo mi frase y la suya. Otra “antropología”, es otra cosa esta bandada. “No se aflija ya van a querer cantar… (pausa)… y habrá que aguantarles su poesía”. Sonreí. Me baila como un pájaro que vuela ciego sobre el mar, su frase. El idioma, la canción, la poesía, el sonido, la música perfora casamatas y casitas de cartón. Existe. Esta bandada de paso a nuestro lado tiene su idioma, sus cantos, su poesía. La poesía es el gesto final del idioma. El primero.

El recuerdo de Mario Trejo —de quien nunca escribí una línea pese a lo mucho que conversamos— me lo trajo un visitante de la ciudad. Un técnico en problemas sociales invitado por autoridades de la región. Río de Janeiro, Brasil, Droga. Villas miseria. Arrabales. Favelas. Qué tema “los desfavelados”. Alguna vez será necesario meterse en el corazón del otro mundo (¿estoy simulando Conrad?).

Pedro, el brasuca vino a dar charlas sobre drogas, Estado y problemas del estado y la sociedad (por la drogadicción). En la misma calle, 6 años después, me encontraba con un muchacho más joven y la misma bandada viniendo desde el río. Pedro es más jolgorio y saludó a la bandada de pájaros nocturnos que vuelan ciegos sobre la ciudad (permiso, Mario). Seguimos en la invisibilidad. Sonrió. No usaré el “portuñol”, traduciré, de lo que entendí, del atravesado idioma y su sonrisa y sus murmullos.

“La favela es de 80 mil personas, la usamos como modelo de lo que queríamos hacer. Lo primero darle ubicación en el mapa, no estaba en el mapa de Río de Janeiro. La ubicamos. Decidimos que basta de ubicar las construcciones con referencias personales, a dos cuadras de la iglesia y del templo de Teresinha y a una calle del almacén de batuca. Calles. Abrimos calles centrales y les pusimos nombre. Se puede subir y bajar del morro. Después les pusimos luces. ¿Sabes que queríamos? (con tono marcadamente vehemente) Queríamos que estuviesen igual que el último y más miserable habitante de Rio de Janeiro censado y con existencia real. Queríamos que existiesen con lo peor, pero con existencia. La calle y la luz les trajeron comerciantes que fueron subiendo, asentándose, ambulancias que supieron por donde entrar, finalmente la policía que no se podía negar a patrullar. La policía y el ejército (todas las fuerzas del orden trabajan en conjunto al favor del orden y con un plan común). No tenían agua corriente ni gas corriente ni nada. No existían. Ellos debían alcanzar el status conocido. Como el peor habitante de Rio de Janeiro de una calle cualquiera, pero con existencia real…”

Je, parece tan sencillo, todas las fuerzas de seguridad, todas… como el peor habitante de Río de Janeiro (¿hay algo peor que el peor?) En la realidad sí. Con zapatillas de caminar mucho, una remera desteñida y un jean Pedro no parecía lo que es en la organización política que maneja el tema en Río de Janeiro, organizador de sistemas sociales. Pensé a lo viejo: el hábito no hace al monje. Pedro silbaba una cancioncilla, una mini samba de enredo. A mí me bailaba dentro el tema de Chico que sostenía que los niños del morro bajaban a la avenida porque allí comían luz.

En el congreso donde Pedro habló escucharon algunos, otros aprovecharon para el refrigerio. Creo que fue bueno ese congreso (acaso el primero que, por el problema que estalló en Argentina, se convocaba). Por la calle Córdoba peatonal, camino al Monumento (Pedro quería verlo) la noche devolvía luminarias y fantasmas. Invisibles todos. Nosotros y las bandadas que no cesaban. De donde vienen y donde van es algo que no se sabe en la ciudad. En esta ciudad, en la de ellos vaya uno a saber…

Una pregunta, una sola cruzaba mi calidad de Cicerone de un brasuca alegre y cervecero. El susto en Argentina, hoy, es por la droga. Poco se sabe y mucho se habla. Estamos en la tercera generación de miserables en las villas, creo que Pedro intuyó… “No, la droga es otra cosa. Con mejores condiciones de vida la droga es otra cosa. Es un problema mundial, bigotinho, no lo agrandemos, pero no lo vamos a solucionar solos… La Favela debe venir a nuestro mundo. Están en otro mundo, pero alguna vez volverán a nosotros. Calles, agua, luz, salud, la droga es otra cosa, bigotinho, -Sabes que es la droga?; Un negocio mundial que no sabe de favelas o doctores… no la peleamos, la acorralamos…” Sonrió. Trejo escribió: “Un cielo que jamás podré recuperar”. Pura poesía. Incandescencia.

RAÚL EMILIO ACOSTA

ILUSTRACIÓN: LUCAS CEJAS

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