Google+ Raúl Acosta

sábado, 4 de agosto de 2018

Colecta #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 04 de Agosto


Una de las formas mas elementales de la ayuda y la solidaridad es la colecta. Desde la escuela primaria que estoy, estamos, participo y ayudo en colectas. La colecta es una de nuestras formas de abrazar al anónimo, al que le hace falta y es un hermano desconocido.
En todas estas cuestiones el diccionario define, pero no cuenta los latidos ni las esperanzas. “La palabra colecta se originó en el latín “collecta” término que significa “recoger” que se usa para nombrar las colaboraciones que se van recolectando a través de donativos, en valores materiales, en dinero, ropas, víveres, medicinas, etcétera, que se reciben de quien voluntariamente los entrega, con fines benéficos y solidarios”…. 
En las huelgas hubo siempre una colecta. En los viajes para ayudar el que no le alcanzaba la plata. En los accidentes, para ayudar a cubrir los sueldos que no cobraría. 
El tango , en este caso una milonga, cuenta en trazos gruesos y humorísticos: “ a beneficio de un reo que se hallaba engayolao en Devoto y acusao por asuntos de choreo…” (José Alfredo Fernández  y Juajn Carlos Caviello, letra y música, respectivamente) la versión de Jorge Vidal vuelve, en “Tortazos”, que así se denomina el tema satírico, algo cómico e irreverente porque es cierto, en muchos casos se usó para engaños. 
Las colectas barriales nunca fueron ni engañosas ni pecaminosas y siempre fueron solidarias. La colecta es una forma cercana y popular del “todos juntos ahora”. 
Una de las primeras en las que ayudé fue para un dispensario barrial. Juntábamos botellas y cartones y trapos. Para vender por kilos y cambiarlos por barbijos, alcohol, vendas  y algodón. Todo un fin de semana. Ignoro cuanto colectamos, de eso se encargaban los muchachos mas grandes, en el café, pero fue mucha la gente y mucho el entusiasmo y creo que por allí va un caminito de la sociedad. 
Era bueno sentirse parte. Todos un poco. No había, en ésa colecta ni cuestiones de política partidaria ni de rezos. Nada. Era una fe diferente. Fe en el de al lado. Una colecta es un modo de tirarse a la pileta sin pensar con quien se nada. 
Recuerdo el entusiasmo mas fuerte que el cansancio, venciéndolo. Gente que ni sabía que vivía en el barrio y decía pibe, pasen con el camión  aquí a la vuelta… 
Alguien el lunes compraría y alguien después, sin nombre pero necesitado, cubriría su mínima herida con algodón y alcohol yodado. Eso era suficiente. 
Recuerdo mi vieja, siempre tan reticente al café y esos muchachos que seguro te enseñaron a fumar, el tabaco es malo, bueno esta vez andá, esas cosas hacen falta… 
Recuerdo mi viejo, que no ayudaba, desde el café con los otros veteranos vigilaba esas cosas de los muchachos que no están mal, eh, no están mal… 
Han pasado años y cosas pero sigo creyendo que la colecta es el todos juntos ahora, que en el barrio se podía hacer y hacíamos y me digo si no será, ya mismo, el tiempo de una gran colecta. En este caso de ganas. Tal vez lo que haga falta son las ganas. Sinceramente no se cómo se ordenaría una colecta de ganas. No es lo mismo. Nosotros no somos los mismos. La necesidad de la colecta sigue intacta.

viernes, 3 de agosto de 2018

"Los vendedores ambulantes estan quietos" editorial del @bigoteacosta en #LaVeredaDeEnfrente

Volvé a escuchar mi editorial en #LaVeredaDeEnfrente

Papelitos #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 03 de Agosto


Viajar trae cosas a la cabeza, mejor: deja cosas en la cabeza de los viajeros. Básicamente dos: paisajes y costumbres diferentes. 
Algunos creen (y debe mantenerse esa creencia porque no es nociva a la salud particular o social) que las fotos y filmaciones de aquellos lugares visitados son buenas en el porvenir, cuando se retorna a la rutina. 
Es Borges quien dice, con sus palabras, que somos una rueca que hila el pequeño hilo del presente, armando un tejido de pasados reales, inconclusos, imaginados pero puestos detrás del hilo que tiene un segundo de presente y todo el ayer. Adhiero. No está mal que fijemos el ayer con una foto, una filmación. No está mal. Muchos lo hacen. 
La otra carga que traemos de otras comarcas es la costumbre, transformada en comidas, bebidas, diálogos y lo básico. La conducta social. 
Hace muchos años, realmente muchos, que circula un dicho ya extinguido de las conversaciones pero aún sano: “ donde fueres haz lo que vieres”. 
Si se trata de comer super picantes, como los mejicanos, no tengo un alto entusiasmo, si de bailar y zapatear flamenco puede que esté excedido en ganas y en peso, pero por allí va la cosa. 
Mis primeros viajes fueron a las islas. Los pescadores comparten su pesca sin problemas, es lo natural. Saludan al que llega, despiden al que vuelve a la ciudad. Ni dan consejos ni piden ayuda. Comparten. De aquellos isleños que conocí hace tiempo aprendí que hay que llegar con algo, pero lo mejor es llegar con ganas. 
Viajar sin ganas no tiene buenas consecuencias. Viajar con la mente abierta trae diferencias. 
En una visita a Amsterdam una pareja cruzó delante, cada uno en su bicicleta. En la bici de la mujer una canastita trasera con una nena pequeña. Junto a ellos dos Bicicletas mas, para dos hijos pedaleadores y sonrientes. El varón de la pareja llevaba un GPS o teléfono en esa función e indicaba el camino. El hijo iba cantando, la nena hablaba por un fono sin manos y la mujer charlaba sobre la ruta con su marido. Cascos, mochilas. Todo el atuendo. 
Por un instante pensé en esta ciudad e imaginé la violencia en las esquinas, el tiempo en que les robarían los celulares, los cascos, las bicicletas, las capas para la lluvia, las zapatillas, la vida. 
Hace años, muchos años, tantos que en España se vivía con pesetas como monedas, tomé un taxi y le pregunté cuanto me costaría el viaje hasta Pedro Muguruza 4, donde vivía un entrañable conocido. Menos de cinco pesetas dijo el chofer.  La argentinidad es esdrújula, íntima y genética. Cuando llegó a las cinco pesetas le advertí que estábamos en esa cifra y no habíamos llegado. Levantó la bandera que detuvo el fichaje (todavía era un reloj taxímetro de manija / bandera  para indicar ocupado o vacío) y cuando llegamos dijo: “Esta es Pedro Muguruza y allí está el edificio, son cuatro pesetas 50…” Pagué sabiendo que estaba recibiendo una lección por menos de dos duros. 
Cuando Antonio Gades, con quien gustaba charlar en su chalet alquilado en el Barrio Bosque Peralta Ramos, el verano que engalanó Mar del Plata bailando el mundo desde un escenario, criando a su beba, que era recién nacida, producto de su segunda pareja, cuando el adulterio se pagaba con la cárcel en España, el bosque traí paz e intimidad que no rompíamos los otros colegas y yo, mientras Antonio pasaba las mañanas y aprendiendo cartas de navegación, para dar la vuelta al mundo en su velero, en esas mañanas solía decirme: “bigotes, que país tienes, deberían alquilárselo a los alemanes y cobrar el 10 por ciento de interés anual…ellos lo harían funcionar…” 
Algunos, cuando retornan se refugian en la certera anécdota que en lejanas comarcas no tiran ni un papelito al suelo y es rigurosamente exacta. La conducta social es eso. Cumplir con las leyes. Aún la de circular, a pié, con mano y contramano para facilitar el tránsito. 


Conducta social. Envidio. Sufro. No saco fotos en los viajes, prefiero guardar en las retinas esa música (como decía el viejo Perón). Y lo elemental. No tiro papelitos. Sueño con una Argentina como esa que se encuentra fuera. Sin robar y sin matar (allá penado, aquí sin castigo) frenando en las esquinas, tirando los papelitos al cesto. No es pedir demasiado para un sueño. Es todo.

jueves, 2 de agosto de 2018

"Esconderse en la mentira del otro" editorial del @BigoteAcosta en #LaVeredaDeEnfrente

Volvé a escuchar mi editorial en #LaVeredaDeEnfrente

"Estamos ante una situación complicada" @OsvaldoMiatello con @BigoteAcosta en #LaVeredaDeEnfrente

Volvé a escuchar la nota con el concejal Osvaldo Miatello en La Vereda de Enfrente, Radio LT8 de Rosario.

Silencio #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 02 de Agosto


La foto de “silencio hospital”, con la enfermera llevándose el dedo a los labios, en el clásico gesto, tiende a desaparecer. No tiene el mismo sentido, esta afirmación, que la de Charlie con los dinosaurios. Aquello era una denuncia, “tendían” a desaparecer y cada  tanto, contrariando a Charlie  reaparecen, al menos sus costumbres. Costumbres pre históricas. 
Aún puede verse la foto, a veces dibujada, de la mujer con el pelo recogido, la cofia y el gesto del dedo y los labios. Sanatorios o consultorios grtemniales aúin la ostentan. Viejas decoraciones. 
En aquellos, los primeros años caminito de ida, hasta teníamos un respeto diferente en la mismísima vereda del hospital. Sanatorios había pocos en aquellos años y la atención era en consultorios particulares u hospitales. Ni ruidos ni gritos. Minga de Beatles y Twist y gritos. Calma. 
Los que vivían frente a los hospitales sabían que no podían organizar grandes batallas en carnaval, ni fiestas tremendas para fin de año ni cumpleaños demasiados ruidosos. Zona calma. 
Y los cafés de la esquina de los hospitales sabían que tenían que estar preparados para los pedidos mas insólitos entre los cuales, calentar la mamadera o prestar una mesa para cambiar un bebé eran las mas sencillas. La comida fuera de hora, el café al mediodía y la milanesa a la tarde lo mas común. Los bares al lado de los hospitales son  sitios particulares donde la vida se mezcla de modo diferente. Los autos de alquieler tienen ahí la parada y el café, los propios del barrio lo propio de los bares y los visitantes usuales e inusuales unas mesas discepolianas que nunca preguntan porque… ¿que se le puede preguntar al pariente de alguien enfermo…? Son bares con dos velocidades. La del barrio y la del hospital. 
Un amigo, Perico, memoraba conmigo que es otra la forma de la solidaridad y  el negocio, otro el límite. El bar tiene que ganar por lo que vende pero, frente a los hospitales, en aquellos años, los dueños y encargados sabían que trataban con material altamente sensible y no debían aprovecharse para toquetear ni las faldas ni el monedero de los parientes. No regalar, pero no abusarse de la necesidad. 
Frente a los hospitales está claro que lo que abunda es la necesidad. De salud, de un abrazo, de un consuelo. Abusarse de las necesidades, concluíamos con Perico nunca estuvo ni está bueno, pero en aquellos años no se hacía y listo. Era gente apurada con un problema. Se sostenía lo que se podía. Eran años en que se pedía prestado el teléfono. 
Un hospital es parte del recorrido de los colectivos y un faro del barrio.  Vivo tres cuadras mas allá del hospital, al terminar la tercera doblás a la derecha y ahí estoy yo. 
Luisito tocaba el piano, estudiaba piano, quería ser concertista y practicaba varias horas por día. Tenía buen oído, enseguida tocaba en el piano las canciones de moda de aquellos años. Tiempo después lo vi, con traje de luces en una orquesta muy bien ataviada, indicando el uno, dos, tres, desde el piano. Pasodobles. No era Mozart. Era la vida. 
Luisito ensayaba a la tarde y a la noche, los fines de semana toda la tarde. Si los parientes eran de un tipo, digamos, esperanzados y dispersos, se ponían bajo su ventana, el vivía frente al hospital, y escuchaban mientras fumaban, porque en aquellos años ya estaba mal visto fumar dentro de los pasillos, las amplias galerías del hospital. Si, por el contrario, eran de ánimo entristecido largaban un chistido que no correspondía pero se les escapaba y Luisito por un rato tocaba “asordinado”. Mismo que si la enfermera de la foto y / o el dibujo hablase para él. Con esa orden perentoria de silencio.
En el bar frente al hospital donde me crié, contaba Perico, he visto cada cosa… Por las dudas, mitad en broma mitad en serio, reflexioné en voz alta que hubiese estado bueno encontrarse con esa enfermera. Tendría zapatos abotinados, falda ajustada, y arriesgué la pregunta, cómo reaccionaría frente a un piropo, tendría sexo los sábados por la noche con su pareja… Perico no contestó pero el también reflexionó en voz alta. Hay cosas que solo las piensan los que no viven cerca de los hospitales. En eso tiene razón. Supongo.