La guerrillera colombiana
Cuarta nota de una serie publicada en Mirador provincial entre el 20 de octubre y el 8 de diciembre de 2013 bajo el título "El nuevo actor social aparecido".
Tienes un hermoso país y una bella ciudad dice, Natalia. Pero los problemas que ahorita tienen ya los vi, los vi de varios lados… Los viví.
Natalia es morena y tiene el rostro tranquilo, los ojos grandes, las manos sin alhajas. Come un bife de carne argentina despacio, saboreándolo. Lo pidió ni demasiado crudo ni demasiado cocido y con muchas verduras. Tienen verduras tiernas y hermosas en esta casa (casa le dice al restaurante).
Le obsequio un libro de poesías. ¿Tienes tiempo, eh…? Lo leeré con atención. Tengo tan incorporado el poema que no imagino la vida sin un poema que se lee y otro que se escribe pero la vida no es igual aquí o allá. Donde quiera que sea el allá. Natalia es el allá.
En mi país y en mi ciudad, sabes, las cosas se habían puesto difíciles. En un momento acordamos deponer las armas, era con otro presidente. Y nos incorporamos a la vida en las ciudades, una vida a todas luces diferente como te puedes imaginar. La decisión era participar en una nueva Colombia y así se hizo. En este momento el alcalde de la ciudad donde trabajo es un compañero que estuvo en las montañas. Como te imaginas no fue fácil para él como para mí, como para los que vivían en las ciudades aceptarnos. No fue fácil. Creo que los yerros de los otros nos dejaron el sitio en la política pública, el sitio que reclamábamos y la tarea fue cumplir en la administración con algunos sueños de jóvenes, con muchos ideales, pero con los pies en la tierra, -no?
Tiene cifras que mueven al asombro. Bajar de 6000 muertes a 4000 muertes es bajar el 33% de la violencia pero caramba. Si 4000 muertos son pocos…
Es que tú no te das cuenta, pero en mi país se empezó como están empezando ustedes. Es otra geografía, no hay montañas ni se produce en las plantaciones el producto primario, pero las muertes son un índice. Pero mira, el problema no es los muertos sino cómo ese número crece y qué se hace para detenerlos. Hay que detener las muertes. Y lo peor, mira, lo peor es cuando la economía comienza a dar sus números y te encuentras que el dinero justifica los muertos…
Habla de un modo tan pausado que nadie se da cuenta, en las mesas del restaurante, que estamos hablando del tema que ocupa tanto espacio en los diarios, con declaraciones de todo tipo y las noticias, claro, las noticias de las muertes, ocupan tanto espacio y preocupan a tan pocos…
Me invitaron a una zona del arrabal, a una villa, como le dicen ustedes y vi entrar muchachos con uniformes. ¿Ustedes tienen a los soldados, a la policía viviendo en el mismo sitio que los narcos? Mira, nosotros hicimos algo diferente, acaso porque nosotros éramos un poco soldados y sabíamos que cosas se debían mezclar y cuáles no. Nosotros invertimos dinero para darles buenas armas, buen parque de municiones y pertrechos a la policía. Un buen, un muy buen salario y disciplina. Y los dividimos en varios cuarteles, en varias zonas, todas con una jefatura central, pero todas con su jefe en cada territorio. Y concluimos que el policía tenía un hogar y que ese hogar debíamos cuidarlo y les hicimos casas, barrios, sitios donde el policía se encuentra con vecinos, comercios, una vida sana y no una vida mezclada, tú me entiendes. Le digo que es difícil la disciplina por las tentaciones, porque la sociedad argentina se enoja pero no castiga, se indigna pero afloja la rienda con los delincuentes. Deja de comer y me mira.
El soldado está acostumbrado a la disciplina y tiene leyes militares. Cumplir esas leyes es bueno para el soldado y bueno para la sociedad que le ha encargado que le cuide la vida. Muy buen salario, buena vivienda, la familia a salvo de los problemas de vivir mezclándose con los narcotraficantes, que son sus enemigos porque los narcotraficantes son los enemigos de la vida sana, de la vida con futuro posible… eso ¿lo han explicado? Cuando un policía ve que se castiga al compañero que roba, que miente, que los traiciona, que es parte de los narcotraficantes se cuida y cuida su salario y la vida de la sociedad, una sociedad que lo premia por su esfuerzo, que no lo castiga, que no lo maltrata. Si el policía vive mal es parte del problema y no el brazo que soluciona el problema… Nosotros tenemos muchos policías presos por colaborar, pero nada es posible si el brazo con el que intentas castigar a los delincuentes le pertenece más al delincuente que a ti…
Había hablado, Natalia había hablado ante dos mil personas reunidas para tratar el tema. Suave, para no herirla, le dije que algunos no habían escuchado sus dichos sobre la policía y la cercanía de los dos bandos y sus números y la mecánica de trabajo con la policía y la sociedad. Sonrió.
Mira, nosotros en la selva peleábamos contra la sociedad, pero no era contra la sociedad sino contra quienes hacían mala la vida de nuestro pueblo, nuestra vida. En la selva sellamos un pacto y bajamos para seguir ocupándonos de nuestros ideales. Si tú quieres ocuparte de lo que pasa con tu gente lo que pasa contigo, debes entender que no es sencillo. Con las armas era imposible, con el trabajo en democracia es posible, pero no es fácil. El narcotráfico es una plaga mundial que también toca a la puerta de tu sociedad, de tu gente, de tu familia. Convierte el vicio en dinero, en lujos, en una enfermedad mortal. Mira, es una nueva guerra, de otro modo, pero es una nueva guerra y tú sabes, las guerras no tienen buenas reglas, que al menos se sepa cuáles son las tuyas, tus reglas para ti y tu gente, entiendes…
El bife se había convertido en historia y la ensalada de todos verdes en nostalgia. Se negó al café (no era colombiano) y pidió un té. Sugerí mate cocido, pero quedé solo en el pedido. Son buenos los vinos de tu patria, me dijo. La cuenta fue al fondo de viáticos por estadía. Pensé, con una crueldad infinita, el narcotráfico ya no pide viáticos, los cobra con creces. Era noche en el centro de la ciudad. El auto oficial la esperaba.
En mi país y en mi ciudad, sabes, las cosas se habían puesto difíciles. En un momento acordamos deponer las armas, era con otro presidente. Y nos incorporamos a la vida en las ciudades, una vida a todas luces diferente como te puedes imaginar. La decisión era participar en una nueva Colombia y así se hizo. En este momento el alcalde de la ciudad donde trabajo es un compañero que estuvo en las montañas. Como te imaginas no fue fácil para él como para mí, como para los que vivían en las ciudades aceptarnos. No fue fácil. Creo que los yerros de los otros nos dejaron el sitio en la política pública, el sitio que reclamábamos y la tarea fue cumplir en la administración con algunos sueños de jóvenes, con muchos ideales, pero con los pies en la tierra, -no?
Tiene cifras que mueven al asombro. Bajar de 6000 muertes a 4000 muertes es bajar el 33% de la violencia pero caramba. Si 4000 muertos son pocos…
Es que tú no te das cuenta, pero en mi país se empezó como están empezando ustedes. Es otra geografía, no hay montañas ni se produce en las plantaciones el producto primario, pero las muertes son un índice. Pero mira, el problema no es los muertos sino cómo ese número crece y qué se hace para detenerlos. Hay que detener las muertes. Y lo peor, mira, lo peor es cuando la economía comienza a dar sus números y te encuentras que el dinero justifica los muertos…
Habla de un modo tan pausado que nadie se da cuenta, en las mesas del restaurante, que estamos hablando del tema que ocupa tanto espacio en los diarios, con declaraciones de todo tipo y las noticias, claro, las noticias de las muertes, ocupan tanto espacio y preocupan a tan pocos…
Me invitaron a una zona del arrabal, a una villa, como le dicen ustedes y vi entrar muchachos con uniformes. ¿Ustedes tienen a los soldados, a la policía viviendo en el mismo sitio que los narcos? Mira, nosotros hicimos algo diferente, acaso porque nosotros éramos un poco soldados y sabíamos que cosas se debían mezclar y cuáles no. Nosotros invertimos dinero para darles buenas armas, buen parque de municiones y pertrechos a la policía. Un buen, un muy buen salario y disciplina. Y los dividimos en varios cuarteles, en varias zonas, todas con una jefatura central, pero todas con su jefe en cada territorio. Y concluimos que el policía tenía un hogar y que ese hogar debíamos cuidarlo y les hicimos casas, barrios, sitios donde el policía se encuentra con vecinos, comercios, una vida sana y no una vida mezclada, tú me entiendes. Le digo que es difícil la disciplina por las tentaciones, porque la sociedad argentina se enoja pero no castiga, se indigna pero afloja la rienda con los delincuentes. Deja de comer y me mira.
El soldado está acostumbrado a la disciplina y tiene leyes militares. Cumplir esas leyes es bueno para el soldado y bueno para la sociedad que le ha encargado que le cuide la vida. Muy buen salario, buena vivienda, la familia a salvo de los problemas de vivir mezclándose con los narcotraficantes, que son sus enemigos porque los narcotraficantes son los enemigos de la vida sana, de la vida con futuro posible… eso ¿lo han explicado? Cuando un policía ve que se castiga al compañero que roba, que miente, que los traiciona, que es parte de los narcotraficantes se cuida y cuida su salario y la vida de la sociedad, una sociedad que lo premia por su esfuerzo, que no lo castiga, que no lo maltrata. Si el policía vive mal es parte del problema y no el brazo que soluciona el problema… Nosotros tenemos muchos policías presos por colaborar, pero nada es posible si el brazo con el que intentas castigar a los delincuentes le pertenece más al delincuente que a ti…
Había hablado, Natalia había hablado ante dos mil personas reunidas para tratar el tema. Suave, para no herirla, le dije que algunos no habían escuchado sus dichos sobre la policía y la cercanía de los dos bandos y sus números y la mecánica de trabajo con la policía y la sociedad. Sonrió.
Mira, nosotros en la selva peleábamos contra la sociedad, pero no era contra la sociedad sino contra quienes hacían mala la vida de nuestro pueblo, nuestra vida. En la selva sellamos un pacto y bajamos para seguir ocupándonos de nuestros ideales. Si tú quieres ocuparte de lo que pasa con tu gente lo que pasa contigo, debes entender que no es sencillo. Con las armas era imposible, con el trabajo en democracia es posible, pero no es fácil. El narcotráfico es una plaga mundial que también toca a la puerta de tu sociedad, de tu gente, de tu familia. Convierte el vicio en dinero, en lujos, en una enfermedad mortal. Mira, es una nueva guerra, de otro modo, pero es una nueva guerra y tú sabes, las guerras no tienen buenas reglas, que al menos se sepa cuáles son las tuyas, tus reglas para ti y tu gente, entiendes…
El bife se había convertido en historia y la ensalada de todos verdes en nostalgia. Se negó al café (no era colombiano) y pidió un té. Sugerí mate cocido, pero quedé solo en el pedido. Son buenos los vinos de tu patria, me dijo. La cuenta fue al fondo de viáticos por estadía. Pensé, con una crueldad infinita, el narcotráfico ya no pide viáticos, los cobra con creces. Era noche en el centro de la ciudad. El auto oficial la esperaba.
RAÚL EMILIO ACOSTA
ILUSTRACIÓN: LUCAS CEJAS
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