Pie con bola
El diccionario y las frases hechas (en el gugle) está alterando la natural tranquilidad de los sábados. Desde que Roberto se ha vuelto navegante cualquier cosa puede pasar. Nada es como era antes, antes de la aldea global. Compartimos la “aldea global”. Rara cuestión; quienes estamos lejos parecemos cercanos. Hoy a los pueblos se los busca en mapas satelitales y se compite por ver quien está mejor coloreado en un GPS, que ha quitado la magia de los caminos, del mejor camino, el del retorno. Apareció con un papel, fotocopia: frases de los pueblos, vulgo: populares
Yo soy de la docta, dijo “el Cordobés”, como si fuese difícil de adivinar. Soy de la docta, cuñao, justito al “lao” de la cañada, varón. Veía la misma luna cautiva que el chango Rodríguez, pero del lau de afuera del calicanto…
Habrá que hacer algo con la velocidad del cordobés para usar el escarbadientes de plástico. Siempre elige el azul. El adulto mayor se cree un espadachín, acaso D’Artagnan, clava y clava el pincho. Parece un brazo de robot. Alucina por el queso Gruyere, se delira con un buen Fontina y el Sardo (fresco) lo deja de la nuca.
Si me pongo así de goloso y así de angurriento, cuando llegue mi turno de incorporarme a las filas de los adultos mayores, pediré que me saquen pocas veces a la calle. Hablaré con mis hijos, son seis. El cordobés no tiene censura, tampoco medida para el manoteo. El manoteo está autorizado, del mismo modo que en los países árabes a los nativos los dejan “piropear físicamente” a todas las mujeres de los turistas… según dicen.
En realidad los hombres no hablamos de ciertas cosas de hombres. El pudor masculino es claramente superior al desparpajo femenino. Cualquiera que logre entrar a un baño público femenino advertirá que somos nenes de kindergarten comparado con el sexo débil… Se lee cada cosa. Se escribe cada cosa privada en los baños públicos.
El manoteo es plaga. Hay uno, en la mesa de los sábados, que no deja las manos quietas cuando venimos caminando por
Dejá que manotee los quesos, dejá, dijo Roberto. Se fijó en el papel. Leyó. A cada chancho le llega su San Martín. Lalo tiene costados insospechados. A veces le da por el patriotismo. Es natural y es fingido. Es natural porque somos todos medio patrioteros. Es fingido porque, si el que habla es Roberto a Lalo, como si fuese un reflejo, lo entusiasma la discusión. No se metan con San Martín, advirtió Lalo, mirándo al infinito.
Mucho menos con los chanchos, reclamo el “dotttore” Daniel. Una de las bendiciones de esta zona gringa son las facturas después de la carneada. Un buen par de salamines chacareros y “pfaaa”, qué manjar… vinito de buen cuerpo, eh, Lalo, eh…
Todos los salamines caseros tienen peste bubónica, sentenció Roberto. Triquinosis, animal, terció el Tony. Triquinosis.
Este muchacho, dijo el Lalo, señalando a Roberto, es bueno pero medio rencoroso. ¿Que te pasó que no querés a los salamine? A los salamines si, contestó Roberto, a los chanchos no tanto.
Lo que no quiere es el diccionario. El Tony lo ajustició. Un buen diccionario, para Roberto, es un atentado, capaz que te denuncia ante
Roberto cambió de ángulo la conversación. ¿Se acuerdan de aquel juego de niños, cuando preguntábamos eso? Eso que, interrumpió el cordobés, sin frenar la mano robótica atacando firmemente a los quesitos. Eso, insistió Roberto:¿en tu casa mataron un chancho?. Específicamente en mi casa, lo que se dice en mi casa, contestó el cordobés… ¿Le tuviste miedo?, Roberto siguió con el juego que el cordobés, era evidente, no había entendido.
Es inútil, es inútil, con el cordobés algunas cosas son inútiles. Muchachos, dijo Lalo, vamos a tener que ir pensando en la solución que ofertaba Pancho. Compremos una casa grande. Paguemos una enfermera desde ya. Tas muy “equivoooocao”, cuñao, tas muy equivocao, respondió el cordobés, con la boca a medio vaciar, o llenar, según optimismo, o pesimismo, del narrador. Digamos: medio vaciar.
Tragá y después hablá, que la ingesta no te anule el pensamiento, aconsejó el “dotttore” Daniel, sirviéndose un buen vaso de tinto. No me acuerdo que, pero ése sábado algo se festejaba. Es el santo para el chancho, no para el General San Martín. Mi “máma” se fijaba en el almanaque, sobre noviembre es el santo, el santo Martín y se comienza a engordar al chancho, el “infelí” se ponía contento, le metía al máiz, a las nuececitas, al maní y sobre navidad lo degollábamos, lo dejábamos orear y “pfaa” estaba listo el chancho para las fiestas. Lo hacíamos en el horno de la panadería. Solo leña… para adobo unos yuyitos y estaba lista la fiesta. Se lo empezaba a engordar para San Martín.
¿De Porres o de Tours? El cordobés esta vez paró la mano robótica. Creí, por un momento, que se iba a poner a llorar. La puñalada llegó hasta el hueso. Dejó de masticar. Revoleó los ojos. Inspiró. Lalo no paró, no era momento y no hubiese sido el Lalo si paraba. Está San Martín de Tours y el santo negrito, el de estos pagos: San Martín de Porres. Vos, ¿a cuál te referís? Tartamudeó, intentó salir de las cuerdas, maduraba el nocaut. Al que decidía mi vieja… dijo como en un rezo laico.
Tu vieja era cordobesa, dijo Roberto, revolviendo el cuchillo en la herida. Era excesivo. El cordobés es un adulto mayor.
El Tony es de hielo, pero esta vez se apiadó. Si Martín de Porres es negro y sudamericano es probable que sea Martín de Tours, que es más viejo y de Europa. Seguro que fue una costumbre europea, de los conquistadores y luego de los inmigrantes. De cualquier modo ambos tienen fecha en noviembre. Pavo o chancho, algo se engorda para navidad. Humm, dijo el Lalo, refunfuñando. Era su pelea. Así son las cosas, la campana lo salvó del nocaut al cordobés. El cordobés ni al ferné se le animó. Se apichonó.
Daniel quiso romper el silencio y exclamó: bueno, cordobés, hay días que uno no da pié con bola. Revivió el cordobés. Esa la conozco, ese dicho lo sé, varón…
El Lalo saltó, demasiado rápido para su edad. Si no te callás te tiro con San Marín de Tours y San Martín de Porres y todos los chanchos…
Roberto se metió en el lío del modo que mejor sabe, de costado. Hay otro refrán que es mejor. Recordemos que también está la chancha y los veinte…
Y la máquina de hacer chorizos, dijo el mozo, trayendo unos pinchos con tortillita española en porciones individuales.
Unos chorizitos caseros, eh, Lalo, repitió Daniel, en su tercer vaso de buen tinto, de buen cuerpo.
Están enfermos los chorizos de campo porque tienen… se calló. Roberto se calló. Lo miró al Tony, no le salía la palabra triquinosis, se le mezclaba con trombosis. Si, Roberto, mejor cállate dijo el Tony, que el horno no está para bollos.
Esa también la sé, dijo el cordobés…
(La verdad sea dicha: hay días que, al cordobés, a mí también me dan ganas de pegarle)
No hay comentarios. :
Publicar un comentario