Así como hay un tiempo para el amanecer, descanso para el almuerzo, el té de las cinco en punto de la tarde y el ángelus hay, también, una hora de Cristina.
Cuando María Estela Martínez de Perón, Isabel, Isabelita, también conocida como 'La Chabela'; cuando la primera presidente constitucional de los argentinos hablaba por la cadena nacional, interrumpía a Meteoro y su autito, el cinco. Coincidía con el fin del colegio (la serie, Meteoro) y no era casualidad la programación infantil sobre el fin de la tarde y comienzo del crepúsculo, como tampoco era casual el discurso de la señora presidente
En aquellos años (1973 y posteriores) menos cables, menos canales abiertos, menos posibilidades de evasión. Los destinatarios por excelencia, los propietarios de la tarde del televisor eran los menores. Las telenovelas de la tarde y los menores. Hoy no se sabe. La medición de los programas demuestra otra predilección; los que se dedican a los chismes del espectáculo, los de obesos y desencontrados ocupan la tarde. Compiten por enviarnos su mensaje. El resultado de esta sedimentación en la sociedad, como mensaje indiscriminado, no tiene mensura. Nadie lo supone inocuo. En rigor nadie supone inocua la televisión. Es tan formidable negocio de dinero y de influencia que todos bailamos su polca. En el siglo XXI ni el agua es incolora, inodora e insípida. Una cuestión es visible. En pocas oportunidades la señora presidente, en la historia la segunda mujer en el más alto cargo del país, declara en cadena en el horario chismoso. Algunas ocasiones ocupa el mediodía, pero no es el horario predilecto.
No es, sin embargo, el horario de televisión lo que preocupa, si se piensa con la mirada en el horizonte. Tampoco el mensaje explícito, sus disertaciones. Cuando explica cuestiones de las que se ha impuesto previamente es una profesora ansiosa por demostrar que sabe. Cuando improvisa sobre su alma, el arrabal de La Plata y una militancia mal resuelta, sus improvisaciones sobre el ayer ausente son la recidiva con febrícula que desconcierta. Ese arrabal y la biografía emparchada son su índole. Queda al aire. Tanto tiempo para tan poco. Pero cuidado. La viuda es lo que somos o como dicen sus exégetas: el 54 por ciento del país quiso eso. Discurso de doctora de Lerú, mujercita de militancia en lo alto de las gradas, viendo pasar la historia por abajo. Ni discursos ni heroicidades de militante ni trasnoche de peñas ni jugar a la marchanta. No fue una chica del 70. Las vio. No es lo mismo. Ni ser ni parecer. Adolecer.
No es por allí por donde debe buscarse una influencia que será muy grande. Debe prestarse atención a la manera. Cristina habla de un tema, acaso dos y se termina la cuestión. Acomoda su pelo, mira a diestra y siniestra, como los grandes políticos americanos. Una voz alta, una confidencial, un quiebre de tonos, una apelación a lo fantástico y otra a lo pedestre, lo cercano. Ya está. Es la mejor alumna. Muy bien 10. No habrá ninguna igual, no habrá ninguna. Lo que preocupa es el sedimento. Aquello que queda firme en la sociedad y que el paso del tiempo acomoda, sostiene. Singulariza. Ni siquiera los temas, con ser importantes, pasan de la coyuntura. El verdadero fondo está en otro lado. Está en el modo.
Ya está consagrado el asunto. Cristina habla "urbi et orbi" como el Papa. Su Santidad dice, opina, gesticula y si quieren, todos atienden y entienden. Él lo dijo. Ella también. La palabra del Papa es poco menos que dogmática. La de Cristina igual. Ni siquiera una licenciatura de Harvard otorga diploma suficiente para una entrevista con El Papa, menos para un interrogatorio. Ridícula quedaría ante el mundo una conferencia de prensa para trivialidades como el Banco Ambrosiano, el Secretario Privado infiel o la marca de sus mocasines de charol rojo. Con Cristina pasa lo mismo. Es una verdadera felonía periodística una nota hablando del costo de sus carteras. Los metros de seda púrpura del hábito no hacen al monje. Para negar la Santa Misa no tiene sentido denunciar al concesionario de las estampitas y los crucifijos de cristal trucho en la plaza de San Pedro. No sirve. Evidencia envidia. Ganas de ser quien medre con el costado mercantil de la fe. No se cuestiona la fe. No así. El perigeo creativo de comentaristas como Lanata no hace mas que mostrar la tontera. No es el flanco. Evita curó de esta enfermedad al peronismo. Mostraron sus zapatos y diademas. Si. Y qué. Personajes como Lanata, fieles a un estilo pretoriano liberal, degollarían a Scherazade por cuentera.
El núcleo duro del modo Cristina es el ejemplo. No más conferencia de prensa, no más diálogo. Por los frutos la conoceréis. Y a los frutos los mencionaremos nosotros, los apóstoles. Hay cada nombrecito para juntar los 12 más cercanos. El mismísimo Tribunal de la Santa Inquisición y el Santo Oficio caería en perplejidad al recibir allí filósofos que hablan de la envidia de las mujeres (comunes) y del oculto deseo sexual de los hombres (comunes) para con ella. Más perplejos por el apostolado de antiguos militantes de la guerra de guerrillas convertidos en interlocutores únicos de un atardecer en Olivos. El uso de los exégetas no aclara, oscurece los dichos de la señora y lo dicho: consagran el modo. El modo es unidireccional. Yo hablo, ustedes escuchan. Algunos hacen por mi o en mi nombre y no nos equivocamos, alguien nos traiciona y la guerra nos mantiene ocupados y alertas. Estamos yendo por todo en nombre de ustedes. No intenten saber que es el todo. Menos averigua Dios y perdona.
Ya no está sola la señora presidente en este asunto de no contestar preguntas, no dar entrevistas ni atender a quien no adule. A poco que se piense algunos artistas, otros futbolistas y determinados personajes de la política han acompañado su modo. Recordemos que en la provincia de Santa Fe el señor Carlos Alberto Reutemann, dos veces gobernador, actual senador nacional, habla poco, muy poco. Antes y ahora. No al nivel de Cristina, pero válido como antecedente memorable.
Cuando el proceso Cristina termine (alguna vez sucederá) cuando lo suyo sea polvo sobre el polvo del desierto mediático, los archivadores y defraudadores del olvido y la memoria se plantearán qué dijo y mas: cómo lo dijo. Advertirán que el modo es parte indivisible del discurso y el relato es el discurso convertido en herramienta nacional. De filosofía y política nacional. De negocios personales con plataforma nacional. De declaraciones juradas truchadas y promesas en el bidet.
En la hora de la señora se ha consagrado que no hace falta la reunión de gabinete, la conferencia de prensa, la entrevista, el diálogo coyuntural con algún periodista en aeropuertos o trastiendas. Se jubiló la indulgencia ante la crítica. Solo el púlpito dignifica. Esto quedará. Alfio Basile, a veces Bielsa, algunos actorcillos de tevé, policías en tránsito hacia la corruptela y jueces o fiscales trampeando carátulas. Los hongos del no sabe no contesta crecen a la sombra en el país del no me acuerdo. Ese es el sedimento. La hora de la cadena nacional es un camino de ida hacia la soledad.
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