Google+ Raúl Acosta: En Turquía amanece distinto

lunes, 18 de noviembre de 2013

En Turquía amanece distinto

No saber nada, pero nada de nada de turco invalida cualquier definición sobre el país, sus formas de gobierno y su historia. Sólo son válidos los ojos. Con los ojos en Estambul la ciudad se convierte en un bullicio estrepitoso y una discusión. Por los ojos entra el Bósforo y parecería que 3.000 años me contemplan. Los ojos son mis oídos en esta lengua caprichosa.

Todas las calles tendrían que ir, pero todas van y vienen. Todas las esquinas deberían respetarse pero Priestley estaría confundido. Todas las esquinas son peligrosas.

La religión, esa forma de vivir de acuerdo con preceptos religiosos que instruyen sobre eso, la vida, la vida diaria según el mañana y la eternidad que se ganan con el buen comportamiento, vuelve raros a los turcos. Se diría que las mujeres son invisibles. Invisibles pero ocupadas. No es la única diferencia. El tránsito es muy, pero muy muy enmarañado. Los transportes públicos hacen la diferencia. Funcionan. Si hubiese 13 millones de personas con mal transporte esto se parecería al malhumor de Buenos Aires. Cualquier visita a los argentinos nos pone en modo comparancia, una palabra que no existe pero que en Turquía puede aplicarse.

Las sociedades deben encontrarse por los comunes rasgos y soportarse las diferencias. Eso se sueña en estos días en Estambul. Al menos esto se piensa en un encuentro de socialistas. Estambul, desde la sede de un Congreso, no es igual. Es, obvia, cosmopolita y, si se me permite, mundana. En el lugar donde los socialistas del mundo decidieron reunirse, todos los que llegan sonríen. El eje es una suerte de informe sobre el ayer. El más inmediato ayer. Hay socialistas de todo el mundo pero se advierte que África tiene socialistas que sueñan con la libertad y la democracia, con el aire puro que no tienen. Su queja se presenta como más elemental; si quiere unir elemental a urgente está autorizado. Escuchar esos discursos traducidos a cuatro idiomas multiplica la resonancia. En este lugar se necesita libertad, dice una señora. Todos asienten. Deberíamos decidir importancias y premuras. Las libertades individuales, las de igualdad y fraternidad son tan universales que uno resume el asunto con aire de pregunta : ¿por qué no?

Una morena de anteojos y turbante llama mi atención. Alta, con anteojos calzados sobre la oreja, pero bajo ese turbante que es una obra artesanal de cada mañana, me supongo, la morena es una Wooddy Wooper, la artista yanki que se metía en el cuerpo de los enamorados y aquella de “El color púrpura”. El oculto sentido del cronista tiene esos misterios. Pregunto. Me responden. Sonrío. La vida también es esto. Misterios y sonrisas. Se llama Chantal y es de Camerún. Que diosito me perdone. Me aparece, íntegro, el solitario hincha de Camerún, el fenomenal hallazgo de Caloi. No le grito burum bun bun de sobrio occidental de los arrabales, pero pido una foto, como cualquier cazafantasmas, buscador de estrellas, cholulo y fan. Chantal no se imagina la historia porque la historia es pasado a cargo de quien recuerda y no fantasía de quien sueña y se ensueña. Voy a guardar este concepto. La historia y la ensoñación en el modelo nacional. Buen tema para una monografía. Las monografías son a los estudiantes y tesistas, como el qué dirán a los prejuiciosos y la hipocresía a buena parte de la clase política.

Los socialistas escuchan todos los discursos y toman nota, en Estambul, de las necesidades; semejan un club cuando discuten cuotas societarias. El dinero, me aclaran, como si no lo supiese, extiende el socialismo y empata el faltante de los que aún luchan. Burocracia como forma de organización y no adjetivo calificativo.

No todos los socialismos, ya se ha dicho, son iguales. Ni todas las ponencias. Hace tanto tiempo que no escuchaba la palabra “presidium”, y otra: “la troika”. Aparecieron, otra vez, como antes. Vuelvo al Club del Orden, en Santa Fe, cuando los viejos poetas comunistas daban sus charlas y uno creía que San Javier sería para los mocovís (“mocovíes” dicen los profesores) y el Kremlin un lugar santificado. Je. Ni Rasputín se salvó. Se cayó el muro, contaron los muertos y la injusticia se volvió lo que era, lo que estaba: mafia rusa.

Estos socialistas son, en cierto modo, milagrosos. En el modo ilusión los superan los nacionalismos y su inevitable seudopodio, el populismo. El populismo es la ilusión de vivir sin pasado, pidiendo que la vida sea presente infinito. El populismo jamás pagará las fiestas a las que invita a gastar el mañana. En el populismo el porvenir es una ausencia. No es que no tengan planes de mediano y a largo alcance. Creo que Esopo, si es el autor, lo explicó. El populismo es la cigarra, el socialismo es la hormiga.

Parado en el balcón del hotel ubicado en el lado de acá, el lado occidental, el sol aparece allá, en el lado oriental, Febo pone luces en el Bósforo y da certeza al Cuerno de Oro del reflejo en el agua, dorándola. El amanecer tiñe el agua. La sociedad turca está teñida de una religiosidad que mutó a forma social laica. Siguen los rezos, las diarias abluciones mirando a La Meca. El oro y la plata y la industria textil son la sustancia. El imperio Otomano es una alfombra y una cachemira. El obrero organizado. En Estambul la Internacional Socialista estaba en casa, pero si no preguntaban mejor que mejor.

El héroe nacional es Atatürk. La diéresis le da un aire francés a la pronunciación de un tipo que merece un párrafo.

Párrafo de Atatürk . El compañero Atatürk tiró dos líneas desde 1930 al mañana. El mañana es hoy. Eso es pensar en el porvenir. Una línea, el idioma. El idioma convoca, conduce, unifica. Esta década ganada, en la Argentina, fue de atraso en instrucción. En educación, en cultura. La idiotez y la ignorancia reducen el idioma a sus más aberrantes minimalismos. Comida si o no. Vótame si o si. El compañero de marras puso el idioma. Unificó. Segunda línea. Sobre el pucho dijo: las mujeres votan y son iguales. Chau sultán, chau boato, chau harén. Cuando Turquía entró en el siglo XX y en Occidente, las cuestiones fueron distintas. Una clase media decide de otro modo, observa los dos mundos desde una perspectiva particular. El compañero Atatürk pensó en el Estado de bienestar y en el progresismo. El amanecer turco sobre piernas de 3.000 años no fue ni es fácil. Pero es eso. Un amanecer . Dos idiomas obligatorios. Crudeza judicial. Mucha. Un estimado de 2.500 mezquitas y 250 iglesias, casi todas ortodoxas.

Los comunismos cerca. Más cerca, los países teocráticos. Y la forma de vivir para millones de turcos que intentan un siglo XXI. Con el alma musulmana y el breakfast on the rock desde algún minarete. No es fácil. Los socialistas dicen que tratarán de mejorar todo. Mejor así.

(Publicado en diario El Litoral, 17 de noviembre de 2013)

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