Google+ Raúl Acosta: Cristina volvió a casa

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cristina volvió a casa

El peronismo recibió a Cristina Fernández. Volvió a casa. Puede ser un tango. Locuras juveniles, la falta de consejos. El viejo criado no la recibió como un extraño. Otro tango. Ha vuelto la piba que un día se fuera, cuando no tenía quince primaveras (“Los cosos de al lao”, por eso es que bailan los cosos de al lao...)

El peronismo, ya se sabe, es un modo de ejercer el poder. Un sentimiento caro a quienes quieren vivir del Estado. Lejos estamos de aquellas consignas de justicia social. Mal se puede hablar de “justicia social” con una década perdida y cuatro millones de obreros en negro, impuesto al salario, inflación anualizada del 30 por ciento y ni un mango en el banco. Mal. Para el peronismo mal. Para la revolución trotskista mal. Para el comunismo internacional mal. Para la social democracia mal. Para el Estado de Bienestar recontra mal. Para la burocracia política más o menos, con este asunto de las redes sociales ni siquiera pueden tener un viaje a Miami en paz. Cualquier pavote tiene un teléfono con cámara incorporada y filma, si así fuese, a Diana Conti en su tercer tintillo. Ni dipsomanía, ni traiciones, ni amores perros. La burocracia está jodida con Internet y las redes. Nada queda de la casa natal.

Cristina volvió a casa. Capitanich es Corach, y ella es Menem. Alguien que habla y decide (un poco). En el peronismo, formado con ancestros militares, los generales hablan con los generales. Capitanich, con el general Bonfatti, el general Macri, Urtubey, De la Sota. Generales con generales; y ella, generala en jefe. Los coroneles, como Massa, con coronelas como Fein o Del Corral, que pueden hablar primero con sus generales. Massa, con Scioli. Así son las cosas. Rangos, jinetas, respeto. Peronismo burocrático.

Se respira un aliento de paz en el empresariado. Las reuniones de la Cámara de la Construcción, de los metalúrgicos, de lo que sea, respiran paz. Amor y paz. Alguien habla con ellos. Los fornican un poco, pero les dan un besito. Antes ni eso.

En el peronismo, mientras no llegue el reparto o la elección de cargos, todo puede ser sonrisas. Eso pedían. En el Banco Central un veterano que sabe. Para el campo, alguien que sabe qué cosa es el glifosato. Para los políticos, Capitanich. Kicillof está demostrando que es el verdadero discípulo de Groucho Marx, que tiene sus principios, pero si no les gustan a la presidenta, tiene otros. Kicillof es marxista, tendencia Groucho. Una línea interna donde abrevan todos.

Que en mitad de las sonrisas se votase una ley que los exime de culpas por las macanas cometidas es una tontera. Zarandajas. Fruslerías. Chucherías legales. Que personajes como Perotti y/o Roxana Latorre hayan votado cosas cargadas de culpas para el futuro no es nada más que obediencia debida. El que traiciona varias veces ya no es un traidor. Es otra cosa. Y quien le cree también es otra cosa. En el peronismo, se sabe, nadie muere por nocaut. Basta mirar a Boudou, que se quiso llevar la máquina de fabricar plata a su casa y a nadie le molesta. María Julia sigue siendo la negra en Alabama. Alguien para mostrar. Y por favor: María Julia y Boudou son peronistas porque se insiste, peronistas somos todos.

Cristina, al final de una década en la que se dilapidaron tasas chinas sin ton ni son, abandonó el luto y a Guillermo Moreno (debería estudiarse siquiátricamente el abandono en conjunto de la tragedia de Néstor, su mitad indivisa, y del último energúmeno con peronismo del ‘50 en la cabeza).

Cristina se apresta a sobrevivir dos años con una inflación inatajable, las paritarias a la vuelta de la esquina, los 30 años de democracia al cuete, porque no crecimos ni logramos el Estado de bienestar, y la democracia sin Estado de bienestar es sólo una palabra en los textos. No es vida la que le espera a esta chica. Mejor que se hagan cargo los peronistas.

Puestas las cosas así en el ámbito nacional, el peronismo de la provincia deberá decidir. Dilapidar votos con un Obeid sin respuestas o un Midachi sin preguntas no tiene sentido, para una retoma del poder, claro está. El horizonte del peronismo atrasa. Se referencia en Reutemann. Todos los jóvenes turcos llegaron con Cristina y tratarán de quedarse, pero una revolución con viáticos no es una revolución.

El peronismo y el radicalismo son dos viudas sin consuelo. El socialismo, el vivo de la fiesta. Un territorio cubierto de comunas e intendencias del peronismo y el radicalismo no logra articular políticas públicas, consignas, finalmente propuestas y un plan para mandar y ofertar mañanas mejores. Esa y sólo esa debe ser su tarea, con o sin Cristina. Mejor sin Cristina. Sin Alfonsín ni Morales, Sanz, Aguad. La línea media que achicó al radicalismo y el nueve goleador que no sirvió ni una sola vez. Nunca metió un gol Ricardito.

A treinta años de la democracia, el socialismo, un partido de cuadros, con planes, estrategias, mediano plazo, donde algunos todavía leen y recuerdan programas y propuestas, tiene una provincia y un candidato nacional. Tiene agujeros en la línea de flotación porque muchos quieren silbar y comer bizcochos, pero nada amenaza el mañana. El radicalismo se muerde la cola. Cristina se volvió peronista y el socialismo sabe como tratar al peronismo. Macri también.

(Publicado en diario El Litoral, 01 de diciembre de 2013)

1 comentario :

  1. excelente declaración de principios para el socialismo, un escriba de calidad para un gobierno de cuarta

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