Google+ Raúl Acosta: Periodismo en la década K

miércoles, 11 de junio de 2014

Periodismo en la década K

"El periodismo independiente no existe”

Nota de opinión publicada en diario La Capital

"El periodismo independiente no existe, podés ser independiente si mencionás el peso de los shorthorn y los aberdeen angus, pero para lo demás tenés que tomar posición, ante los acontecimientos tenés que tomar una posición, por lo tanto no sos independiente...". Alberto Carlos "Gary" Vila Ortiz, suya es la frase, me lo dijo hace años.

Gary pasó por esta vida con la presunción de inocente como estandarte. Suponía que todos eran inocentes hasta tanto se demostrase lo contrario, eso lo volvía angelical. Si baja el precio de la carne vacuna se venderá menos carne de cerdo, pescado, aves, no sé. Creo que ni el tiempo es independiente, la temperatura y la humedad también forman parte de la vida y la vida es mancharse.

Gabriel Celaya escribió en la década del 50: "Maldigo la poesía de quien no toma partido, partido hasta mancharse...". Hasta la poesía tiene sentido, dirección y dependencia.

Tomar partido es natural, algunos fuerzan la máquina y esconden (intentan), en rigor intentan esconder su pensamiento. Tomar partido lleva puesto que habrá odios y amores y que la pasión estará bailando en cada amanecer. Algunos tienen miedo del juego.

Quien pretende ocultar lo que piensa comete dos errores. El primero intentar el ocultamiento. El segundo creer que quien lee, escucha, observa es un tonto que no develará el misterio comercial de quien escribe, habla, muestra las cosas, la vida, según un cristal trucho. No se puede esconder quien respira con un antifaz en su conciencia. No se puede esconder siempre.

En el 2014 estamos viviendo el año undécimo de este gobierno político, devenido de los anteriores. La continuidad jurídica existe, la política también. Ignorarla puede ser un intento, apenas eso. Con el tiempo todos los velos caen, el maquillaje se reseca.

El grupo K tuvo dos variantes. Primera: el Estado como empresa particular para el beneficio de los socios. Típica máscara de Fernando VII que nos acompaña con su hipocresía desde el primer relato nacional. Segunda: la acumulación del poder como reaseguro de los delitos que se cometerían. El gran capital está en menos manos. La distribución y la movilidad ascendente es un recitado. Los delitos se han cometido, como se preveía. Es el periodismo el que siempre supo qué pasaba y qué pasaría. Algunos callaron, otros se complicaron, otros ganaron dinero. Nadie ignoraba qué pasaba, qué pasa y qué pasará. El periodismo perdió definitivamente su presunción de inocencia. Esto merece una aclaración. Ante el oyente, el lector, el televidente, que no será nunca más un desprevenido, es que el periodismo perdió su inocencia, su presunta inocencia.

El nudo argumental es claro. No se puede acumular todo el poder sin delito. No se puede delinquir sin conocer los resultados. Sabiendo qué pasará se duerme tranquilo sobre la mentira y el prevaricato. Están jugando al póquer. El periodista espía las cartas sobre el hombro de algún jugador. Siempre.

El que cuenta las cosas que pasan, desde su mirada, siempre parcial y complicada, obstaculiza el sostenimiento de un relato donde la suma del poder público es la meta.

Contar y esconder son dos declinaciones diferentes. No son paralelas. Chocan. Quedó a la vista en esta década.

Néstor Kirchner, debido a sus problemas de construcción de personalidad, fue un sujeto muy particular. Es NK quien pone en superficie algo que era moneda corriente en buena parte del mundo civilizado (y del otro también) No hay opinión política independiente. No hay comentarista sin posición previa ante cada acontecimiento. NK lo sabe y juega a fondo. Todos deben mostrarse. Fue bueno. La más estupenda actualización doctrinaria. Es debido a Néstor Kirchner que el periodismo y la política se comportan de este modo. Él fue el acelerador de partículas, forzó la máquina. Corrió el límite. Es por su actuación que la corrupción estructural quedó al descubierto. Él obligó al periodismo a una jugada fuerte. El viejísimo principio de acción y reacción, casi tan antiguo como el juego de Carl Schmitt, al que tan afecto es el peronismo. Amigo y enemigo. A eso se redujo todo.

Muchos de los que apostrofan de los K simplemente reniegan de una obligación: trabajar sin antifaz. El "…qué te pasa, Clarín" es el único grito de guerra visceral de este grupo. Con NK terminaba una sociedad y daba fin a una hipocresía que desde la II Guerra y sus estertores, signó al periodismo nacional en periódicos "partidarios" y otros "independientes". Ni una cosa ni la otra. Abiertamente partidarios y oscuramente partidarios.

Las razones del kirchnerismo, el punto más incandescente de la saga peronista, ponen a la "Cadena Azul y Blanca" y a la Editorial Haynes poco menos que en estado de pureza doctrinaria. Aquello fue sólo política.

Cuando el periodismo juzga a los funcionarios no hace otra cosa que ubicarse en el sitio que corresponde: actor político. Con deberes y obligaciones, con buenos y malos jugadores. Sin presunción de inocencia. No la hay, no existe. Solo buenas, malas, primeras segundas, terceras y aviesas intenciones. Nada más.

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