Por Raúl Bigote Acosta
Nota de opinión publicada en diario La Capital el día miércoles 10 de diciembre
Entre las cuestiones definitivas que aportó el kirchnerismo está la "deconstrucción" de la historia. Con los K todo fue rarito. No se construyó una historia diferente. Se "descontracturó" la existente. Se ‘deconstruye' dicen los teóricos. Una palabrita por acá. Un aporte sustancial para que los asesinatos sean heroicos por allá y ya está. Llegamos al presente. La impunidad y la calificación diferente de los muertos. Tal como están las cosas nuestros nietos creerán que a Pedro Eugenio Aramburu y a José Ignacio Rucci los mató la epidemia de fiebre amarilla, el Ébola o casualidades así de sencillas.
Otra cuestión que aportaron los K es la división tajante que proponía Carl Schmitt sobre la construcción política y el modo. No es necesario abundar. Amigo y enemigo son sucesivamente: "Braden o Perón", "vote y vuelve" y "Patria o Buitre". En la acentuación de este sistema binario de formulación del poder y la capacidad de destrucción que encierra, se llevaron puestas las libertades individuales y la democracia liberal. La ‘tiranía' del voto es sustancial. No es una contradicción. El voto no certifica nada hasta que se convierte en mayoría, en cuyo caso es único. Pensamiento único, palabra santa. Tiranía del voto. Partido hegemónico. Fin.
Va de suyo que la sociedad se acostumbró, lenta y definitivamente a estas cuestiones. Desde el kirchnerismo en adelante la sociedad argentina no es asimilable a diálogo alguno. Esto será difícil de revertir, si es que se logra. En el universo que propuso el kirchnerismo, más específicamente el cristinismo, sólo se vota si gano y si gano no consulto con nadie. Listo. Conviene repasar con esta lógica las actitudes de la Carrió. Responden al esquema. Son idénticas.
En una sociedad en la que el diálogo no existe, la mitad más uno decide por el cien y las leyes son todas circunstanciales, la tolerancia es un bien ausente. Cuando la coyuntura manda y construye la vida no es sencilla. La historia está reformulándose permanentemente en Argentina. Los buenos son malos, los próceres asesinos y los asesinos libertadores de Villa la Lata. Uf.
Cambiar el pasado trae algo seguro: cambia el presente y abruma el futuro.
Se insiste. La sociedad recibe este mensaje y actúa de tal modo que refleja el mandato: el mensaje, fidelidad al mensaje, al ejemplo recibido. No somos más democráticos. No lo somos. No hace falta.
Este año del 2014 trajo otra enseñanza. El fuero. Tal y como se define en Argentina. Un fuero trucho, una armadura de lata. Algo para la tribuna.
Los especialistas tratarán (especialmente) la escasa relevancia de un Parlamento que no existe en la memoria americana. Sin domicilio conocido. Sin sede, burocracia y destino. Lejos del Parlamento europeo. Lejos de cualquier foro internacional. Lejos del pasado y del futuro. Ni Bolívar ni Artigas. Chávez o Néstor. Cercano a las coyunturas.
Ese es el mensaje que baja. Inventemos algo. Lo que sea. Un fuero latinoamericano.
Para guardar las espaldas con una diputación nacional alcanza. Alcanzaría. Con una senaduría, como el kirchnerismo pactó con Carlos Menem. No es ese solo fuero el que se necesita.
Para perdurar más allá de cualquier retiro razonable, de cualquier alternancia que certifique la existencia de la democracia liberal, más allá de la ética republicana, el fuero de pacotilla es la armadura del Mío Cid.
No explicará el enriquecimiento ilícito ni el silencio periodístico de una década sobre el enriquecimiento ilícito. El fuero no explica sino todo lo contrario. Acalla. Justifica. Silencia.
Un nene de 11 años en el baño de un colegio (Escuela Normal) esgrimió un cuchillo dentado, brasileño, de mesa familiar y carne blanda. Sus amiguitos se asustaron. Tomo intervención el colegio todo. El gabinete sicopedagógico, la asistencia a los padres, la contención al grupo. Todo Ok. Joya. El nene no ha declarado. Sé su respuesta. La intuyo, la adivino. "Tengo status de estudiante. Tengo fueros. Soy menor y estudiante. El futuro es mío. Patria o cuchillo Tramontina". A no reírse. Estamos en camino.
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