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domingo, 11 de enero de 2015

Cristina y el final

Mirada desde el sur por Raúl Bigote Acosta



Cristina y el final, Bigote Acosta,(Publicado en diario El Litoral, 11 de enero de 2015)


En este año, 2015, la señora Cristina Elízabet Fernández de Kirchner finaliza un ciclo dinástico que comenzó en el 2003, si de Poder Ejecutivo (trono) se trata.

En cuanto su participación en la vida política partidaria no hay modo de constatar su existencia antes de 1976. Los años de plomo, que van desde ésa fecha hasta diciembre de 1983, no la cuentan como actora política. No hay registros en debate, hábeas corpus, manifestación, documento alguno que sostenga su riesgo. Eran años de riesgo.

El sur, tan poco conocido (suma pocos votos al total del país), la cobijó. Es su esposo, Néstor Kirchner, quien resuelve la militancia y es ella quien acompaña a su pareja.

La definición por el peronismo se puede decir que le es dada por relación, por historia, por la fuerza inercial de muchos dirigentes. Cristina está inscripta en el peronismo por default. Su marido es quien define la pertenencia

Es con esa pertenencia partidaria que accede a cargos desde aquella provincia. Siempre con su esposo. Finalmente la presidencia. El proceso que conduce a su monarquía de baja intensidad comienza en el quiebre de comienzos de siglo ¿Es ella una partícipe necesaria del 2001? No caben dudas.

¿Que pasó en el 2001 ? La clase media cuestiona la representación política (que se vayan todos) Los grupos radicales, irascibles, comparten la calle con ellos. Los gremios son superados. Las autoridades policiales cuestionadas. El mecanismo de diálogo es mediante el piquete y los MdeC el escribano que da fe. Si no hay MdeC no hay trascendencia. Cambian definitivamente los esquemas de comunicación. Cambian los modos. En cierta forma cambia el sentido, el fondo, la finalidad de las manifestaciones callejeras. Se convierten en un dialogo brutal. Primero la bofetada a las leyes, después el pedido, mejor: la exigencia.

No se ha recuperado la clase política. Hay sobrevivientes de aquella debacle. Aferrados a un leño, con o sin razones que lo justifiquen, la burla les alcanza. La desconfianza, el descrédito. No se han recuperado las instituciones. Los partidos murieron con los cacerolazos. Sus dirigentes quedaron malheridos.

De la Sota, Reutemann, Duhalde, Ruckauf, Alfonsín, De la Rúa, Menem, Felipe Sola, Cavallo, Scioli, Grosso…Rodríguez Saa, la lista es larga. Los que siguen en política deben explicar ese cambio de siglo. No son buenos y/o malos. Son contemporáneos de la caída. Marca indeleble del contrato social hecho trizas.

El siglo XX los dejó endeudados. No se cumplió con la prometida Justicia Social. No se respetó la Democracia Liberal. No levantaron esos dos cheques y se agregó la instalación de la economía narco, el código narco y la sociedad lábil al peor pecado: la corrupción estructural.

Sobre esas ruinas, integrando la última oferta del siglo XX, la viuda de Kirchner cabalga hacia octubre de 2015. Con ella se cierra el ciclo.

Los candidatos para las elecciones provinciales y las nacionales ya tienen componentes muy diferenciados, muy visibles. En el 2015 aparecen los que no tienen Malvinas como culpa o Che Guevara como revancha. No hay Montoneros, ERP o Triple A. Solo cuentos o libros que cuentan cuentos. Hijos de las redes sin muro de Berlín.

Los mas veteranos actores políticos estamos en falta. No hemos saldado aquellas diferencias. Argentina sigue atada a un pasado que no cierra. Ahí encaja la señora. No saldó cuentas, asumiendo lo que había. No abrió un proyecto, no apostó al futuro. Tomó como eje de su discurso la debacle de 2001 y la acusación a toda su generación. Es ella una integrante, como su difunto esposo, del problema del país. Es el “grupo K” quien tira vinagre en las llagas del país.

En estas elecciones es visible que lo suyo es un final. Nadie puede sujetarse a las reyertas del ayer como eje del porvenir.

No asumir que todo debe cerrarse, que es necesario arrancar un proyecto que contemple los problemas del siglo XXI la deja así: afuera del siglo XXI. Es eso lo que pasa.

En su final la señora abre heridas en lugar de cerrarlas, divide en lugar de apaciguar. Lo que sigue es el resultado de sus definiciones. De sus actos. El vacío trae vértigo. Ella ayuda a esa vertiginosidad. Hasta el final se niega a contribuir al porvenir. Al menos es fiel a su índole.

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