Google+ Raúl Acosta: Cristina y la cancha

miércoles, 18 de marzo de 2015

Cristina y la cancha

Por Raúl Bigote Acosta

Nota de opinión publicada en diario La Capital el día miércoles 18 de marzo


En Argentina no es difícil explicar un penal. Cualquiera lo sabe. Un defensor dentro del "área grande" o de las 18 yardas que toque la pelota con la mano voluntaria o involuntariamente (para este caso hay jurisprudencia) y la falta se denomina penal. Un tiro libre desde los doce pasos (el punto del penal) habilita a un jugador del equipo atacante a patear ante el arquero, quien no debe moverse de la línea de gol bajo el travesaño de su arco.

En Argentina no es difícil explicar "pelota afuera" o "out ball". Hay una línea que rodea todo el campo de juego. Fuera de ésa línea no se puede jugar ni está permitido. Cuando la pelota sale de la cancha, cuando describe toda una circunferencia fuera de la línea de borde de campo, la pelota está fuera. Debe reincorporarla el equipo contrario al que la envió fuera para proseguir el juego.

Alfredo Aguayo, en su "Didáctica de la Escuela Nueva" proponía que los ejercicios físicos y la práctica del deporte no buscasen sólo un mejor desarrollo del cuerpo, sino que promoviesen hábitos de acción y disciplina, tendientes a conducir a una mejor actuación social.

En palabras más claritas: si se practica un deporte con la aceptación de sus reglas, lo que termina por entenderse es que las reglas aseguran la práctica del deporte, que igualan y traen justicia.

Cualquiera de los 30.000 que miran el partido saben que si la pelota sale de la cancha es afuera y no hay "tutía".

Que si el zaguero central, el defensor, el hombre que lleva la camiseta de mis amores, la agarra con la mano en el área de mi equipo, nuestro equipo, es penal y el referí va a cobrar penal. Maldición.

Que el referí se olvide, se distraiga, que el juez de raya no vea que la pelota salió afuera es otra cosa. Estaba dentro del área. La paró con la mano. Chau. Intimamente sabemos que fue penal.

Erich Fromm explicaba: "el hombre masa", se comporta distinto que el individuo.

Simplificando. Cualquiera, en pantuflas, en el living, ve el penal de un modo. En la tribuna de otro. Y diferente la mirada y los latidos si es penal a favor o penal en contra.

Los hombres somos una pasión que a veces logramos explicar racionalmente. A veces. Sabemos, todos, que cosas están bien o mal.

En el fútbol es fácil advertirlo y el deporte es, de un modo perfecto, un ejercicio vital.

Esas reglas son para el fútbol lo que son la Constitución argentina y todas las leyes para la vida en común.

Podemos hacernos los tontos si no cobró penal en contra de nuestro equipo, de nuestra camiseta. Un juez de línea distraído que deja seguir el juego nos alegra (si la "no sanción" es a favor, claro).

Lo que no se puede decir es que no sabemos las reglas del juego. Que las olvidamos. Que son otras. Que hay variaciones e interpretaciones. Que cambiaron en mitad del partido. Que no importan las leyes si son a nuestro favor las faltas y son gravísimas (faltas) si el penal será en nuestra área y contra nuestro arquero. Que debemos suspender el partido, rajar al otro equipo, condenar al juez. Condenar a quienes relataban el partido y no dijeron nada de la tremenda injusticia en nuestro propio arco y entonces…

Un país no es muy distinto a un partido de fútbol. Hay un reglamento antes de empezar el partido: uno solo. La "agarrás" con la mano y es mano, porque no se puede agarrar la pelota con la mano. La "agarrás" con la mano en el área y es penal.

En qué reglamento (Constitución) se perdona el enriquecimiento ilícito, las coimas, los negociados, el ocultamiento de tus bienes. Dónde que no se cuenten los fules (Indec), que sea castigado gritar el gol del otro equipo. Dónde la muerte impune de quien te acusa. A punto estuvimos de pedir que el partido dure toda la vida y no sólo dos tiempos de 45 y listo. Listo. Pitazo final.

Cuando la señora CFK habla de "marcar la cancha" (hace unas semanas) y (años atrás) delante de dirigentes socialistas, en mitad de un discurso de Mónica Fein, la intendenta rosarina avisaba a sus leales: "Vamos por todo", ¿Hablaba de algún deporte?, ¿taba?, ¿cuadreras?, ¿bochas?

Ella sabe que, en el fútbol, lo suyo está fuera de reglamento. Como los hinchas más furiosos, ciegos, irrefrenables: "Que esta tarde cueste lo que cueste, que esta tarde tenemos que ganar…"

Ella sabe que la Constitución es, si se quiere, más contundente que el Réferee Chard. Enriquecerse no es el fin de la función pública. Penal.

Todos somos aquella educación que recibimos. Es Aguayo el que insiste: "En lo que se refiere a la enseñanza, la Escuela Nueva estimula a los alumnos para que piensen por sí mismos y lejos de cultivar la imitación, procura desarrollar en ellos el poder creador, la iniciativa y la originalidad. La vida de los niños en la escuela tiene semejanza con la que viven fuera de la misma".

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