Google+ Raúl Acosta: Luis Brandoni en La Vereda de Enfrente

miércoles, 3 de junio de 2015

Luis Brandoni en La Vereda de Enfrente

"Esta gente trajo el miedo"




-¿Cómo andamos?

Muy bien. Con un poco de ansiedad, por el debut. Es el comienzo de la gira. Felizmente es aquí en Rosario. Estamos ensayando y adaptándonos un poco al nuevo escenario. Hicimos 468 funciones en el teatro Liceo, de modo que hay que habituarse un poco a esto. Y venimos con mucha expectativa. En el caso de Campanella, es su debut en gira, así como fue su debut teatral. Es muy lindo siempre. Siempre hay un poquito de nervios.

-Sale de gira con la obra por primera vez.

Va a estar este fin de semana. Después tienen bastante…

-Creo que se encontraba con Binner hoy, mañana o pasado, no sé qué día. Un café en El Cairo.

Puede hacer. Pero además viene a una de las funciones, lo cual es un halago para nosotros, porque Binner ya estuvo en el Liceo. Así que debe ser que le gustó.

-Hay dos o tres cuestiones. La primera. La cabeza funciona de un modo tan particular. Para mí fue un cago de gusto tu Colón con Pugliese. ¿Lo presentarías en la Ballena Azul? ¿Sirve para algo eso?

¿Qué cosa?

-Llevar un espectáculo a ese nuevo centro cultural. ¿Qué sentido tiene? ¿Funciona?

Yo, la verdad, que no lo sé. Yo tengo una pena enorme, quiero ver cómo se termina. Le falta mucho para terminar. Pero este gobierno inaugura dos, tres, cinco veces las mismas cosas porque las va terminando de a poco. Son actos de campaña. Pero es un edificio extraordinariamente hermoso, importantísimo. Fue, creo, que el edificio de mayor superficie de América Latina cuando se hizo. Se inauguró en el año 1928, durante el mandato de Don Marcelo Torcuato de Alvear. Un edificio que tenía guardería infantil en el año 1928, peluquería para los empleados y comedor. Yo lo conozco mucho. Además era hermosísimo el lugar de atención al público, conocí la presidencia. No sé qué es lo que habrán hecho. Sé que gastaron una fortuna. Yo espero que tenga un buen uso, pero todavía no tiene programación. Lo de la sala de concierto parece que está muy bien. Buenos Aires no le sobra salas de concierto. Felizmente se hicieron, ya hace poco más de dos o tres años, la Usina del Arte, que tiene dos salas de concierto, una muy hermosa y otra más pequeña que se usa, creo, seis días a la semana. Pero no está demás, porque el otro lugar para hacer concierto es el Auditorio Buenos Aires, más allá del Colón, que es el teatro lírico por naturaleza. Espero que sea útil, vamos a ver cuándo lo terminan y cuánto va a costar. Creo que los costos son una cosa absolutamente exorbitante, pero esperemos que cumpla su función. Y que tenga lo más importante, que es que, un lugar así, tan enorme…

-Esa es una de las cosas que decía: cada gacetilla de prensa daba un número diferente, cien mil es el mínimo.

Bueno, es una cosa enorme. Habrá que arroparlo con espectáculos. Pero el problema es el criterio con que se hagan las cosas. Hay una lista blanca, mi amigo, que es una metáfora que cree yo y no la tomó nadie, por supuesto. Pero yo digo, hay una lista blanca, con una cantidad de actores, de artistas que son los que tienen la facilidad. Digo, a diferencia de la lista negra. Se prohibió a nadie, pero bienvenidos más que otros, hay un montón.

-Son bienvenidos. Ahí viene la otra cuestión: eso es finalmente, una señal, de cómo entiende el hecho cultural el kirchnerismo. Ahora, lo que me pregunto es ¿qué va quedando de esa señal, para mí equívoca, como lastre, como posición, como futura definición ante los hechos culturales? ¿Qué es lo que viene ahora?

En Río Gallegos no hay teatro. Ya hace seis años y medio. Y no hay cine. Estaba la Sociedad Española. Tenemos algunos botones de muestra: ¿quiénes son los que barren las muestras al itinerante, a la feria del libro? ¿Quiénes son? Son los amigos del poder. Digo, en la presencia en la Feria del Libro de Múnich, que estaba representado Maradona, Gardel, después mandaron a Borges porque no había ningún escritor. Terrible. Espero que tenga una buena utilidad.

-Pero esto redefine, insisto, qué hace el gobierno sobre algo que trasciende su mandato. Entonces, lo que va quedando como lastre, o como sedimento, es lo que me preocupa. ¿Qué sedimento queda? ¿Qué ves que queda? Porque vos y yo venimos de una historia. Supongamos: en el 66 lo cagaron a Illia; yo me acuerdo que estaban todos los libros, de cualquier idea, a la calle en el 65, y vos podías comprar lo que se te antojara. Entonces, ese tipo de cosas, que en aquel momento era difícil, ¿cómo se maneja hoy? ¿Qué lastre queda?

Yo lo que veo es que hay un problema, que es lo que va a quedar cuando este gobierno se retire, va a quedar un campo muy poco propicio para eso, porque hay una fractura en el ambiente artístico, como en el periodístico, que va a ser difícil de suturar o de cicatrizar. La verdad, va a ser muy difícil. Hay cosas mucho más complicadas que las crisis económicas. La última crisis económica grave que sufrió el país fue la del 2000. Eso, en dos años, se resolvió. Pero la crisis cultural, la crisis moral, las relaciones humanas, no van a suturar tan rápido. Va a llevar mucho tiempo. Y hace doce años que, desde lo más alto del poder, recibimos un mensaje atroz, agresivo, resentido, divisor, fracturador; donde hay unos buenos, hay otros malos; no hay una sensación de que somos una sociedad que debería compartir cinco o seis cosas básicas para ver si podemos conformar una nación. Esto es lo que me preocupa.

-Vos, Beto, como persona, tenés una formación que te ha hecho tener ciertas vacunas. Esas vacunas son las que te permitían no enojarte con Pepe Soriano pactando “no hablemos de política porque si no vamos a perder 50 años de amistad”, y como él tiene la vacuna y tiene el remedio, no hablaban de política, para no romper una amistad de 50 años. Así de grave es la herida.

Este es un problema muy serio. Yo he perdido muchas amistades, y no tengo empacho en decirlo. Este tipo de concepción del poder el que lo provocó. Porque yo soy radical, estuve muy comprometido con el gobierno del Alfonsín, y lo recuerdo como algo glorioso en mi vida –sobre todo mi relación con él-. Y la gente no se privó de nada, te criticaba. Y un día empecé a recordar qué me había pasado a mí, y yo seguí teniendo mis amigos de la Asociación de Actores, que pensaban de otra manera, que discutíamos. Era fantástico. Y dije: “yo no perdí ninguna amistad”. Y después me acordé de la época del menemismo, que fue otra atrocidad, pero nunca perdí ninguna amistad. Y en este gobierno perdí muchas amistades, de muchos años, de décadas, de luchas en común, de una cantidad de cosas. ¿Qué pasó? Si yo soy el mismo. ¿Por qué? Digo, ¿por qué me discriminan? ¿Por qué nos discriminamos? Porque además, lamentablemente, uno tiene un reflejo y dice: “si no me llaman, no lo llamo”. Esto es muy serio. Bueno, hay cantidad de matrimonios que se han separado por este hecho.

-Observaba recién el trabajo hecho con Alfonsín y el momento que vivió el país con Alfonsín. Es inevitable, y yendo más atrás, Arturo Illia y esa libertad de encontrar cualquier cosa en la calle, de charlas, libros, desde música y arte de cualquier tipo. ¿Cuál es la sensación primera de esto? Porque en realidad no existe la censura como tal, pero hay algo en el ambiente. ¿Qué es lo que hay?

Hay temor, por eso la gente dice: “¿todo el mundo es kirchnerista?” No, hay gente que adhiere y otro, el que no dice, que no adhiere, por temor. Al peronismo se le teme. Esta es la verdad. Porque no tienen vocación democrática. Salvo casos que los conozco y los reconozco, y le tengo enorme afecto. Gente con la cual uno, efectivamente, puede coincidir sin que lo maltrate, sin que lo machuquen a uno. Peo bueno, vamos a ver.

-Sobre esto, ¿posibilidades de laburo? ¿Cómo está eso?

No, trabajo creo que hay mucho. Hay gente que trabaja más que otra. Yo, por ejemplo, yo creo que este gobierno, durante este gobierno, se deben haber hecho más de mil películas.

-Más.

Yo hice cuatro. Y ahora, hice cinco. Pero yo no voy a cometer la imprudencia de decir que he sido prohibido. Simplemente los directores de cine no me han convocado. Tengo que pensar en eso, nada más.

-Es tan recurrente todo. Tan recurrente. La historia que te voy a contar es de Armando Bó. Dice que a él lo llamó Torres Río y que estaba a plana mayor de Argentina Sono Film y demás, citados a casa de gobierno a las 8 de la mañana. Bueno, Armando Bo, pendejo, acompañante de Torres Río, pelota de trapo, aprendiendo con el padre de Torres Nilson. Y entra Evita y dice: “los convoqué porque quiero hacerles una pregunta”. Y hace entrar a quienes estaban en la sala de al lado. En la sala de al lado estaba Libertad Lamarque y su esposo. Y dice: “acá está la gente que hace cine. Yo quiero que ustedes me digan si tienen algún plan, alguna obra, algún proyecto cinematográfico, con Libertad”. Me cuenta Armando: “la verdad, se cagaron todos, y yo también”. Entonces le dijo: “Ves Libertad, que no soy yo la que te prohíbo”. Al día siguiente, Libertad y su marido viraron para México. Esto que dijiste, mil películas y vos hiciste cuatro: ¿vos no ves que nadie te prohíbe?

Pero hay que seguir para adelante. Y hay que pensar que podemos tener días mejores.

-En la obra hay un planteo generacional y en el relevamiento, o ensalzamiento, del recuerdo amoroso de las ideas. Tu personaje es un personaje que dispara ideas, políticas, de lo que fue, slogan. En algún momento, ¿te sentiste afuera o te sentiste muy adentro de ese personaje?

Esa es una cosa muy encantadora del personaje que me toca jugar a mí. Es un personaje delicioso y algunos personajes así he conocido en mi vida. Y yo lo hago, primero, con la convicción que hay que hacer los personajes. Porque uno a los personajes los tiene que defender. Uno no puede hacer un personaje para criticarlo, eso es una deslealtad. Hay que defender a los canallas…

-Si no, no te pongas en esa piel.

Lógico. Pero en el caso de este personaje, que lo que lo mantiene vivo son esas ideas, que él cree que todavía se pueden llevar a la práctica. De eso te das cuenta que no es así en una escena extraordinaria con su hija, una actriz extraordinaria de teatro. Pero lo hago con un cariño enorme. Hoy en la conferencia de prensa me preguntaron algo parecido. Lo hago con un gran cariño. No tengo más que acordarme de la noche del teatro Colón, a quién me tocó presentar esa noche gloriosa. Me acuerdo a veces. Estamos hablando de Osvaldo Pugliese, que era un ángel, que era generoso, que se hizo querer por todo el mundo.

-Él seguía militando.

¿Pero lo llevó a la práctica? Es un personaje extraordinario. Creo que es un gran personaje de teatro.

-Para quienes son de la región Rosario, Gilberto, que tenía la galería. Nos conocemos desde que yo llegué a Rosario sobre el 60. Yo siempre fui peronista, y sigo siéndolo. Entonces discutíamos con Gilberto. Y entonces decía: “sí, pero vos sos peronista”. Y cuando Brandoni hace ese personaje, yo recuerdo en algún momento a Gilberto, con encendida defensa de algunas cosas, y después bajaba a la realidad y era otra. Me pone muy contento que estés.

A mí también. En esta mesa.

-Sé que tenés que volver. De fútbol no hablamos.

No, de fútbol no quiero hablar más. Estoy enojado con el fútbol.

-¿Por qué?

Porque no quiero ser cómplice de la atrocidad que estamos viviendo.

-A ver.

Yo fui muy hincha del fútbol. De River, para más dato. Ya me empezó a molestar cuando había que esperar que saliera la hinchada contraria. Una hora. Me pareció mucho. Y yo que vivía a dos cuadras y media de la cancha toda mi adolescencia. Y las cosas después se fueron agravando. Pero cuando, a partir del gobierno supongo, en complicidad con la AFA, se prohibió la presencia de la hinchada visitante a la cancha de fútbol, dije: “esto se acabó, yo no voy a ser cómplice de esta situación”. No me interesa más el fútbol argentino. Salvo el seleccionado nacional. La FIFA, que está tan de moda en estos días, tiene dos o tres miembros más que Naciones Unidas. En el único lugar del mundo donde la parcialidad visitante no va a la cancha es acá. Es decir, la impotencia ha llegado a la locura tal de que además miran para otro lado, y tengo que referirme al periodismo deportivo, como si fuera normal. Y no es normal, es una atrocidad. Porque le han quitado el gusto de la controversia, del canto, de esa cosa maravillosa que tiene el fútbol. Por eso es el deporte más popular del mundo. No me quiero hacer cómplice de eso. No hablo más de fútbol.

-Una demostración clara de lo que menciona Brandoni es que la FIFA tiene más naciones que Naciones Unidas. Y uno de esos países, que es Argentina, es el único que no admite hinchada visitante. En la reciente redada, por decirlo de laguna manera, del FBI y de la justicia estadounidense, a miembros de la FIFA, hay un integrante de cada país. Menos de Argentina, que hay tres.

Y hay uno que se salvó porque se murió. Que sería encima, uno de los más. Pero lo grave de todo esto es que, cuando venga el próximo gobierno, se la va a ver en figurilla, porque no se sostiene solo el fútbol. ¿Se termina el fútbol? Porque además, como corresponde a un país corrompido desde las raíces, los subsidios no hicieron más que empeorar la situación económica de los clubes, salvo alguna excepción, enterrados en la deuda. Ahora no recaudan más. Entonces ¿de qué van a vivir? Es un escándalo. Y las barrabravas y todos los negocios. Hay una vida mejor.

-Yo vuelvo a Parque Lezama.

Lo bien que hacés.

-Esta semana está casi todo agotado.

Este sábado dos funciones. Había una función y agregamos una a las 6 y media de la tarde.

-Y vuelven la semana que viene, ya está confirmado.

¿Vos la viste?

-No, Luis, pero te iba a preguntar lo siguiente: cuando se estrenó Parque Lezama en Buenos Aires, la crítica fue unánime. Elogios, en cuanto texto, dirección, actuaciones. Y fundamentalmente hicieron hincapié en la puesta en escena y la escenografía. ¿Qué vamos a ver los rosarinos de esa puesta que se presentó en el Liceo?

La puesta, ustedes saben, trascurre en Parque Lezama, que tiene una barranca que es histórica. Estaba muy bien reproducida en el teatro Liceo. Llevó mucho trabajo hacerla. En este caso es nueva la escenografía, es también el Parque Lezama, que tiene la altura que tiene que tener, una doble altura, pero es mucho más fácil de armar, porque para nosotros, en Rosario, como va a ser en Córdoba o Mendoza, vamos a estar dos fines de semana, pero uno o dos días. El armado requiere de un tiempo que a veces nos es muy escaso. De todos modos, la escenografía es muy hermosa. Hay toda una escenografía nueva. Más práctica. La otra tiene una barranca impactante, y es probable que la volvamos a usar recién en Mar del Plata, cuando vamos a estar más de 70 días. Pero te vas a encontrar con una escenografía muy linda.

-¿El elenco es el mismo?

No, hay algunos cambios. Porque hay razones familiares que impiden a algunos compañeros y compañeras.

-¿Tu hija?

Mi hija va a estrenar una actriz que lo hace extraordinariamente bien. Esa es una gran escena de teatro. Digamos, la que hacía mi hija tiene un hijo de 7 años, en edad escolar. No puede irse seis meses. Peor creo que va a estar muy bien. Estamos haciendo los ensayos. Han ensayado durante el último mes. El espectáculo se va a presentar bien. Y me gustaría saber qué te pareció. Y ojalá les guste.

-¿Te aportó algo Campanella como director en Teatro? Porque era una visión distinta.

Muy distinta. Para él fue una experiencia nueva. Él es muy criterioso. Creo que su trabajo más importante consiste en la adaptación que hizo de la obra. La obra es de un autor norteamericano, los protagonistas son un negro y un viejo blanco, paisanos. En el caso mío es un polaco, que yo lo conocí, habla en cocoliche del polaco. Es un trabajo extraordinario la adaptación, porque, como me dijo una señora un día saliendo de una votación hace unos años: “¿Sabés qué pasa?, empieza la obra a los cinco minutos estás en el parque”. Una definición extraordinaria.

-Obvio que vas a seguir viniendo, porque te vamos a seguir dando mate.

Te agradezco mucho.

-Hablamos de política y arte. Juntando las dos cosas, da farandulización de la política. Digamos, si se quiere juntar esos dos términos. Últimamente se ha criticado mucho, principalmente a partir de que los políticos vayan a la televisión y demás. ¿Qué opinión te merece eso?

Es muy amplio el tema. A mí me preocupa un poco cuando la televisión se convierte en una necesidad imperiosa y vital para cualquier político. Yo no estoy tan seguro de eso, porque en muchos casos, en los programas que vemos, de los que participan algunos políticos, están muy cerco del patetismo y del ridículo. Y yo no sé si es un buen negocio. Yo no sé si la aparición en televisión…

-Si pagan las encuestas.

No sé. Porque yo sé, como actor, que me puedo encontrar con algún espectador por la calle, y me va a decir: “dígame, ¿en qué año hizo tal cosa en tal teatro?”. Entonces le digo. Y me encontré mil veces con espectadores decir: “lo vi en la televisión, en la película”. Le digo: “¿Cuál?”. Y me dice: “Una, que estaba con esta chica, cómo se llama…”. Y no se acuerda. Se acuerdan que lo vieron pero no de qué se trata porque la televisión es un sinfín. El otro día vi: “Cómo ver televisión”. Y digo, ¿qué es esta pavada?”. Es un consejo. Dice: “cuando ve una programa con su familia, cuando termina el programa apague el televisor y hable en caliente”. Entonces, la cosa personal del encuentro del político con la gente, tiene un peso específico muy distintos. Porque dice: “estaba de saco azul”. ¿Pero qué dije?”. No se acuerda la gente lo que dice.

-Me gustó eso.

Hay que ver, hay que hacerse ver en cualquier circunstancia, bajo cualquier condición, en medio de diálogos que no son diálogos, que se transforma en un griterío. Hace cosa de dos meses me levanté de un programa y me fui, porque eso es una falta de respeto a la gente. Hay gente que grita a propósito para que no escuchen al otro. No sé si es exactamente lo más recomendable eso. Si no, de pronto, seleccionar alguna cosa para hacer de vez en cuando. Y en lo posible, hablar de la manera más sintética que se pueda hablar, para que quede una idea flotando. Me parece. Pero ese es un riesgo que me parece que están corriendo muchos políticos, porque hay una presión muy grande. “No te veo en la tele”, le dice la gente.

-Te bajás de esa opción y el resto te saca la ventaja, de laguna manera. Mala o buena.

Hace un año y medio que Massa está en la televisión como candidato a presidente. ¿Y qué pasó?

-Baja en las encuestas.

Entonces, ¿en qué quedamos? Hay una cosa que se llama saturación.

-De la misma manera podríamos decir que había tipos que no existían, como De Narváez, y de golpe se llevaron votos de Kirchner en provincia de Buenos Aires.

La televisión fue un filtro.

-Sí, no tiene más ni una cuarta parte de los votos que tuvo. Pero en su momento…

En su momento le rindió. Pero también es cuestión de…

-Ojo, yo no estoy defendiendo.

No.

-Creo que lo único sano de la televisión, es lo que se hace históricamente en Estados Unidos, que es un buen debate a la hora de tener que discutir ideas.

-A mí la televisión, en estos últimos 20 días, me cagaron hasta la siesta. Yo estuve años enteros durmiendo la siesta con Mirtha. Después logré acostumbrarme a dormir la siesta con Rial. Ahora me pusieron Gran Hermano y no me puedo ni dormir, tengo que cambiar a una serie americana para dormir la siesta. Dame un argumento para justificar el final de la obra, el “quién va a pagar esto”. Contame eso. Contame cómo trabajaste ese texto, que es uno de los ejes de la historia de los políticos argentinos.

Claro. Eso está muy bien escrito. Está muy bien elegido ese texto como final de la vida de un hombre como ese. Me parece que es una síntesis extraordinaria. Yo lo trabajé a pura emoción, nada más. Porque yo tuve la suerte de conocerlo a don Arturo. Era un hombre de los que creen que solamente era decente, era un tipo corajudo, que no se andaba con chiquitas y los llevaba de la nariz. Pero era un hombre extraordinario, serio, sencillo. Pero no hacía de sencillo, era sencillo. La historia que un día contó, después de tantos años, Jairo, que fue una historia conmovedora. Ese era el médico que termina… En la versión teatral, este coronel, que lo va a ver a su lecho de enfermo, en realidad fue una carta que le mandó pero teatralmente era más impactante eso. Y al final se quedó son nada, en la cama de un hospital. Diciendo: “¿quién va a pagar todo esto?” porque se preocupaba por esas cosas. Lo dice desde la emoción, nada más. Y era muy conmovedor ese final.

-El Presidente que, enfermo, en lo que piensa es quién carajo va a pagar su internación. Esa historia. Que además se juega con quién va a pagar todo esto, por lo que va a pasar en Argentina. Es el otro juego, ¿no?

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