Google+ Raúl Acosta: El mosquito y la grieta

miércoles, 30 de noviembre de 2016

El mosquito y la grieta


Publicado en diario La Capital, 30 de noviembre de 2016

Dos cuestiones, aparentemente extrañas entre si, concurren a un punto: la sordera social en la que vivimos.

De una parte las plagas agrícolas, la salud pública y las banderas de la pelea, como motivo de vida, antes que la búsqueda de las soluciones, fundamentales para la supervivencia. 

De la otra la confirmación de “ la grieta” como explicación a la intransigencia para ayudar al bien común, a las soluciones que los egoísmos y la aventura personal demoran. 

La intendencia de Rosario, como la provincia, en el área de la salud están perdiendo la guerra contra el mosquito (sus huevos, sus larvas) sólo por una dura porfía donde la sordera y el descuido son el eje.
  
Existe una solución que las elimina. De hecho que los ecologistas en serio lo saben. También los productores agropecuarios y los presidentes comunales despiertos, ya que un producto similar elimina los lepìdópteros (los “bichitos” de los cultivos) sin envenenar a los humanos. Vamos que ni siquiera a las vacas cuando comen esos pastos. Se insiste: masivos y a la venta apenas se requiera.

Que gane el mosquito y los “bichitos” de los cultivos no puede entenderse desde el racionalismo. Así somos. Irracionales. Sordos como piedras. Es socialmente injusto que suceda. 

No es mas caro ni entrega “beneficios extras” por su compra. Es un remedio autorizado por la ANMAT. Que aquellos que quieren un mundo menos intoxicado no trabajen activamente para que se use alguno de estos productos y divulguen su existencia los complica en este punto: prefieren una pelea donde son víctimas del coloso imperial que nos intoxica antes que soldaditos de una causa que tiene solución pacífica. Trabajar el día a día es muy laborioso. Épica antes que democracia. Recordemos eso.
  
Leyendo un estupendo trabajo de la profesora Mariana García Quiroga el tema  de la épica y la democracia reaparece, se vuelve consistente (Exiliados, migraciones, derechos humanos, de eso trata el trabajo) El punto incandescente de su tesis es cuando se cruzan exilio y migraciones. Los exilios  son individuales y las migraciones masivas.

Las migraciones, como los exilios, tienen un origen común, el displacer, la angustia, el hambre. Hambreados fisiológicos, filosóficos; la falta de libertad es el hambre menos visible pero mas doloroso. Nadie migra si vive en la comodidad.

El migrante (a la tierra de promisión, a la luz, a la comida, al aire no contaminado, al fin de las cadenas) busca una vida mejor en el buen lugar adonde se dirige con su esperanza y buen lugar, se sabe, es el otro significado  de utopía.

El exiliado elige ésa forma de la muerte (propuesta griega) Emigra como salvación ante la muerte (la física, drástica, o las mil maneras de matar al ser humano) pero viaja mutilado. 

El emigrante abandona todo y entiende que busca la supervivencia como primer destino. Parecido y diferente. El exiliado debe salvar su vida porque tiene una misión que es llegar y contar… y prepararse para volver. Allí hay un diferencial que debería trabajarse. El punto de encuentro es la existencia de los derechos humanos conculcados. 
  
El trabajo de la profesora García Quiroga sostiene que el avance en los DDHH del Siglo XXI tiene una deuda con los exiliados latinoamericanos que, sobre los últimos 30 años del siglo XX,  pusieron el tema en agenda  mundial.

Las migraciones de los siglos IXX y el XX, de Europa hacia América, dieron origen a civilizaciones diferentes. Fueron tan fuertes, tan masivas, tan potentes que definieron sociedades nuevas, con principios surgidos de esos mestizajes. 

La música y/o el derecho. Todo fue diferente. Trajeron una esperanza, fueron épicos. Son, en sus historias, parte de una epopeya. Instalaron códices, constituciones, modos, usos y costumbres. Toda migración  funda un pueblo nuevo.
  
El exiliado latinoamericano de fines del siglo XX elaboró un pensamiento de justicia que alteraba al que estaba vigente. Con sus retornos incorporaron ésa épica, esa epopeya personal como fenómeno colectivo. Desde un programa universitario a un juicio con leyes diferenciales, alteradas, todo fue distinto en/por su retorno, desde y por esa llegada. Se comprende y si no se entendiese no importa, se vive con estos modos incorporados. 

Los DDHH de tercera y hasta cuarta generación enumeran (denuncian) todas las posibilidades conocidas de la tortura y la esclavitud y lo que se señala ahora: se piden las penas a tanta injusticia con leyes posteriores al crimen. Los exiliados sostuvieron que había otros crímenes no denunciados, no castigados.
  
La sociedad está cruzando el puente. Pide justicia por crímenes muy visibles para los que la tabla de castigos tenía ausencias o indulgencias. La justicia estaba “atrasada”.
  
Peguemos el salto. Un administrador de la salud pública sabe que existen compuestos que alteran a los lepidópteros (los bichitos) y, de ése modo, no envenenan a los vegetales ni a los animales. No hay legislación que los castigue por no usarlos. Leyes viejas. Suman al yerro los militantes de la épica que prefieren manifestarse en la calle antes que divulgar la solución.
  
Peguemos otro salto. Los DDHH, los de antes, los incorporados, necesitan una legislación que los contenga. Legislación, legisladores, leyes. De eso se trata.

Las actuales políticas de estado combaten la injusticia con venenos y los actores políticos se conforman con su rol.

La grieta, la verdadera grieta es de conocimiento; está entre los que saben y no hacen nada y los que no saben y quieren hacer de todo y todo termina mal.
  
Convengamos. El mosquito, teleológicamente, se comporta como lo que es: un animal con un buen programa. Nosotros ni eso. Los mosquitos no tienen grieta.

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