Publicado en el diario La Capital, 18 de diciembre de 2016
Domingo 18. Junto al mar. Había unos alfajores mas chicos que los comunes. Trassens. Decía don Trasens que eran mas chicos porque no podía, con el costo de producción de los alfajores masivos, conservar calidad y el mismo precio de venta. Desaparecieron.
Los alfajores se venden por unidad. De a uno, como se cuentan los votos según indicaba “el viejo” (el viejo es Perón, no don Trassens)
En MDQ estaban y están las dos marcas tradicionales, ambas con recorrido mundial ya que muchos argentinos, cuando están lejos, piden que les lleven alfajores, provocando líos con aduanas y servicios de bromatología, perros guardianes y cocainómanos (los perros)
Cuando se llega por vía terrestre al centro de MDQ ( no olvidamos que Scioli venía en helicóptero y muchos empresarios pretendieron usar ése sistema de traslado hasta que les avisaron que esto no es Baires, que hay que ser funcionario, como Fernando de la Rúa) cuando se llega por vía terrestre al centro de MDQ el viajero se encuentra con una rara suma de alegorías. El lobo marino, tan definitivo para la foto del turista clásico, y el dorado de los alfajores. Nada nuevo, si pensamos en el artista plástico yanky y la figura de la lata de la sopa Campbell. Andy Warwool es parte de la memoria de Marta Minujín y ella decidió, a pedido de sus dueños, montar una figura con envoltorios de alfajores que se mantiene firme como lo que no era y ahora es: un referente del paisaje urbano de MDQ.
La figura en dorado no indica la venta por unidad sino otra cosa, ése es el mérito de la intérprete del hecho plástico popular: Marta Minujín. Es una referencia a la comida, a la venta, al dulce regusto en la boca y a las diferentes interpretaciones (como ésta) de un hecho innegable: ahí está.
El amadísimo poema de Raúl González Tuñón (eche veinte centavos en la ranura) indica que debe ponerse la moneda en la primitiva máquina del circo /kermesse finsemanero donde aparecían figuras de un incipiente sistema de “movies” y sostenía: …”con la filosofía poco se goza, eche veinte centavos en la ranura si quiere ver la vida color de rosa…”
En la descripción de la feria mencionaba a los fenómenos de circo (“entrar, con un miedo profundo, a ver a la mujer mas gorda del mundo”) y lo que hacía el poeta era describir lo que estaba. Le agregaba sus adjetivos. Ni fotos ni selfies tenía el circo que describía Tuñón. La escultura con envoltorios de alfajores tiene tratamiento anti lluvia, anti viento, anti depredadores y garantía al toqueteo hasta el millón de selfies. No es poco.
El asunto está en este punto: inventamos algo para que usted recuerde de modo insólito y en un lugarcito diferente del archivo en su cabeza a esta ciudad y esta marca. Tarea cumplida.
Además de todo lo que identifica a MDQ agregaron la escultura de envoltorios dorados. Bien, damas y caballeros, parado frente al mismísimo esperpento me pregunto:¿ Rosario, con que le tira la falta envido?
El polaco Abramovsky, voz líder de “El regreso del Coelacanto”, ese maldito pez 100 millones de veces septuagenario que reapareció, tiene un tema para el “padre de todos los sanguches”, el choripán, pero no es claramente rosarino. El “Carlito”, del desaparecido “Cachito” de Avenida Pellegrini puede ser, pero enseguida aparecen los que dicen que era un modo especial del kétchup, que lo comieron en otro lugar y esas cosas de la discusión ociosa para la nada misma y lo que corresponde es definirse: contratemos un artista, varios artistas y que resuelvan estatuas comestibles porque el punto es este: sólo tenemos “la mandarina”, pero es tan antigua y peronista que muchos ni siquiera saben que existe. Además es una estructura poco comestible. El alfajor no, porque la estatua en MDQ remite a ése gustito que vence a la diabetes y el olvido.
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