Diciembre
trae reflexiones. No importa cuan pedestre seamos. Podemos reflexionar, no hay
castigo corporal por este defecto.
Uno
de los problemas del pensamiento en el país lo explicaba Mario Bunge, niño,
adulto y anciano terrible de las ciencias, su método y su filosofía.
El
pensador sostenía que buena parte (dejaba un resquicio) buena parte de los
pensadores argentinos y los que proponían trabajos filosóficos eran simples
analistas del pensamiento de otros filósofos, casi siempre muy reconocidos. Se
reía de los libros escritos y publicados para aumentar el espesor de los
currículum. “Vea, todo se reduce a mencionar a los verdaderos pensadores. No
hay filósofos argentinos…” Terrible don Bunge.
El
pensamiento socialista debería encabezar el pensamiento progresista en el país.
No sucede.
El
pensamiento radical mas avanzado (Unión Cívica) proveniente de aquellos
muchachos del ’90 (siglo IXX) debería integrar un radicalismo de avanzada que
justifique y supere su inserción en las internacionales socialistas. No sucede.
El
fuego reivindicador de los primeros años del peronismo y su bandera: justicia
social, lo llevó a bregar por un “Estado de Bienestar” que se sostuviese y
creciese. Hoy no sucede.
Y
no hay textos, cuerpo de doctrina o libro guía.
Tal
vez la preguntan basal, que por obvia no se hace, es indicar quienes o qué cosa
es el progresismo. Toda calificación integra y excluye con límites que por si
indican injusticia, ausencia y caprichos.
Parafraseando
a los sabios, toda definición de belleza es injusta porque detiene el tiempo.
Allí hay un punto que cruzar. Dónde ubicamos al progresismo. Duda. El futuro o
el ayer, que no es lo mismo porque el progresismo, mas allá de cualquier
definición que lo encierre, actúa sobre el mañana. Es una propuesta de
porvenir, no de análisis y estudios históricos.
Encontrar
progresos perdidos, que se quedaron en el ayer, es morderse la cola y,
finalmente, envenenarse. Es desde la nostalgia que se dice que todo tiempo
pasado fue mejor (Coplas a la muerte de mi tío, Manrique, 1400 y tantos…)
El
progresismo en las ciencias políticas aplicadas (los gobiernos, las gestiones,
sus actos, son el resultado de las Ciencias Políticas aplicadas a la sociedad,
su administración, la gestión) demuestran, en este cuarto quinquenio del siglo
XXI, no solo su falibilidad, también su inutilidad y, tal vez, su complicidad
con el fracaso.
¿Ha
fracasado el progresismo? Si el progresismo es un mañana mejor, una sociedad
mejor que el progreso ayuda a instalar, esto es cierto. Hemos fracasado.
¿Ha
perdido la batalla el progresismo? Si debía, por el convencimiento de la
sociedad, progresar, marchar hacia una sociedad mas justa, ordenada,
equilibrada y previsible y por lo tanto es cierto. Hemos fracasado.
Tal
vez el mayor fracaso del progresismo estalle en la cara de quienes creen estar
fuera.
Si
las ciencias políticas no introdujeron mejoras, si los pensadores no pensaron
un mundo mejor y los actores sociales actuaron y, a la vez, malversaron el
pensamiento, las directivas y los dineros no es posible acusar a una persona en
específico. Todos somos Fuenteovejuna.
Si
nuestra sociedad, para que se entienda, se define por el voto y los que nos
gobiernan pertenecen a la sociedad que habitamos (y, además, los elegimos
libremente) debemos pensar profundamente en la contradicción, tan visible
como vergonzante: son lo que somos.
Ni
tan progresistas como declamamos, ni tan honestos y sabios, ni tan buenos y
saludables.
Es
tan obvio que todos intentamos acusar al vecino que las leyes, esas que
fabricamos como poesías de suplemento dominical, son perfectas y su aplicación,
cuyo facto nos pertenece, es la cinta de Moebius que nos delata con leyes que
deberían castigar a quien las incumple. Es decir a todos. Quien dice todos, en
la sociedad del siglo XXI, dice nadie
De
esta situación no salimos volando.
El
progresismo, finalmente, es una poesía de fin de curso, que cada año, como el
presupuesto y los regímenes dietéticos sin alcohol, azúcares y harinas,
prometemos comenzar el lunes. Algún lunes. Para dar una fecha real: el 18
Brumario.
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