Martes 13. Junto
al mar. Desde todas las poblaciones cercanas a Rosario llegaban compradores, muchos en el tren que
terminaba en Corrientes / Weellright / Jujuy, estación Rosario Central del FFCC
Mitre. Se los veía por la mañana, eran hombres y portafolios, hombres y
valijas, un verdadero aluvión de pedidos en esas primeras 5 cuadras, hasta
Corrientes y San Lorenzo, cubiertos los mostradores por los “comisionistas” de
repuestos y repuestos mecánicos. Hoy corridos a San Martín, entre Avenida
Pellegrini y Mendoza. Ya menos, muchos menos. Menos compradores y ya se sabe,
la ley de la oferta y la demanda no tiene vueltas. Estamos incursos en ese
proceso (¿enfermedad?)
También la
ciudad de Rosario encontraba todos los repuestos en esas calles. Es conveniente
comercialmente y un alivio que estén los vendedores de productos del mismo
rubro todos cercanos, menos caminata, mas oferta.
Este criterio
tiene un límite de discusión en muchas ciudades: la “zona roja”, pero eso es
otra cosa. Otra discusión y, si se me permite: otro precio… en gestión política.
En Mar del Plata
la Avenida Juan B. Justo se llamaba, aún se la llama, la avenida de los
pulóveres. Y lo mismo que en Rosario, de todas partes a comprar los pulóveres
de MDQ, que con el vientito del atardecer (por Juan B. Justo el viento viene
chiflando desde el puerto sin que nadie lo detenga) eran mas fáciles de
comprar. Para uno, para la sobrina, para el negocio, para aprovechar la
“pichincha”.
A veces uno se
reía, porque…¿tanto frío, tantos abrigos…?. No importa, la compra es una
pulsión, la compulsión te lleva a comprar y comprar. Comprando soy feliz,
solíamos cantar, lo confieso
Argentina está
cambiando en este asunto de las compulsiones y los compulsivos. Nos hemos
llevado muchos sustos. Tuvimos un gobernante que era un ahorrista compulsivo,
se llevaba todo, todo para su caja fuerte. No fue el mejor ejemplo, pero sirvió
para que reflexionásemos.
Ya en la década
del 90 un mismo hecho despanzurró la cadena. No hubo mas trenes suburbanos a
Rosario Central. Esa calle (Jujuy) se convirtió mágicamente en Avenida y se
autorizaron mayores alturas en la construcción, los negocios de repuestos
languidecieron y los comisionistas fueron reemplazados por las compras por
internet o, directamente, motores mas desechables.
Los mismos
trenes ausentes dejaron triste la estación marplatense, mas colectivos, mas
rutas rotas y finalmente menos pulóveres.
Uno recuerda los
pulóveres labrados, los muy gordos, los de colores diferentes. El rosarino
típico usaba un suéter bajo el saco, generalmente liso, y esos que venían de
MDQ eran brillantes, para exhibir. Debían mostrarse. Eran otra cosa
El frio alentaba
la compra. El desparpajo, la exhibición. Hay historias de madres, de tías, de
hermanas que reprochan y se reprochan la compra.”Ésto te compraste… estás loco…
cuándo pensabas, dónde pensabas usar esto…” A veces es uno mismo el que se
dice, frente al espejo, un mini insulto por lo bajo. Y se saca el pulóver.
Tengo un amigo, un rosarino clásico que me recomienda. “No usés en vacaciones
lo que no vas a usar en tu casa. Es sospechoso y es plata tirada al cuete…”
Sabio el amigo.
Tal vez la
cuestión no es el frío, ni el cambio climático, ni el agujero de ozono, ni el
hilado sintético y el camperón de marca, los colores exóticos y/o la marca en
el orillo, una marca internacional. Caminando por Juan B Justo la respuesta
aparece clara. La transcribo: “Outlet de todo, pase y mire”
El outlet es una
expresión que no traducimos correctamente, pero que entendemos a la perfección.
La misma avenida … y sigue la compulsión. Compramos mas que antes. Ropa,
cantantes, gobernantes, en fin … pase y mire.
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