Google+ Raúl Acosta: Internacionales #UnaDeSalUnaDeArena

martes, 10 de enero de 2017

Internacionales #UnaDeSalUnaDeArena



Publicado en el diario La Capital, 10 de enero de 2017

Martes 10 de enero. Junto al mar. Los dos morochos circulan por Playa Grande y son fáciles de identificar.  En la cabeza un  sombrero sobre el otro y el otro y el otro… Veinte sombreros que, está claro, son para la venta. Portan una suerte de exhibidor de lentes oscuros y de aumento, predatados con graduaciones de 05 en adelante. Esa suerte de mesa exhibidora, un rectángulo, permite que se adhieran 17 anteojos de arriba hacia abajo y 10 filas a lo ancho.

El joven circula con 170 anteojos y 20 sombreros de sol ¿Hola cuánto valen?…”mmnnññ” ¿Cuánto? Se detiene y en un castellano difícil de explicar resuelve: “cincuenta mangos cada uno, podes probarte…” El cálculo es rápido. Por los 20 sombreros mil pesos. Por los 170 anteojos la cuestión es mas sorprendente: Sumarían 8.500 pesos si los vendiese. Redondeando: 10 mil pesos posibles.

Dos vendedores hacen 20.000 pesos posibles. ¿Cuánto venderá?¿Cuántos son los morochos…? Me animo y lo detengo. De donde venís, esto es lo único que vendés, como te llamás… “Mmñññ” ¿qué cosa…? “También anillos fijate” … Una bolsa en la cintura, que recién ahora advierto, tiene un envoltorio que abre, aparece un paño azul donde varios anillos de plata (o similar) quedan expuestos. El alfiler de gancho es universal. Los sostiene. Me fijo en uno con una calavera. “Lindo, querés probar”…

La señora de la carpa de al lado mira con atención y el morocho sabe que la señora mira (con atención) y sonríe como diciendo tranquila, madame, estoy atento. Ya voy.

Como te llamás, de dónde venís… El morocho sonríe. No hay sudor, no hay comida visible, ni vasija con agua, no hay desnudeces, tatuajes, señales de nada. La palma de la mano, sin melanina, resalta sobre el dorso definitivamente tostado desde antes, desde mucho antes. Sonríe y envuelve los anillos con una rara habilidad. La bolsa vuelve a colgar de su pantalón, una bolsa blanca. No pude contarlos. Para hacerme una idea del negocio ambulante calculo 50 anillos, acaso mas pero no quiero exagerar. Con 50 anillos a 50 pesos (¿qué menos?) superamos los 10.000 pesos sin discusión.

Sos de Guinea…de Haití… sos refugiado, los refugiados tienen régimen especial, son súper manteros, de donde sos, sabés hablar bien castellano…Confieso que mi ansiedad lo asusta, no piensa mas en la vecina de la carpa de al lado, mira hacia el paseo y un señor, con zapatillas y sombrero me pregunta:” pasa algo, capo… algún problema”… Me pregunta de lejos, pero sonríe y no se enfervoriza. Me aparece una palabra descolorida para describir la situación: no se inmuta. El morocho acomoda sus sombreros en la cabeza, retoma su exhibidor y parte. Allí me quedo.

En Rosario tienen lugares fijos y nadie se enoja, pero nadie los mueve. No son los mismos, pero no lo se, vaya uno a saber…

En  el diario marplatense una nota daba  cuenta (y lo dijimos) que el Intendente interceptó una caravana de camionetas con mercadería trucha para vender ilegalmente, que no los dejaron llegar a la ciudad y decomisaron la mercadería. Bien. Elogiable.

Es evidente que esto es otra cosa. Los morochos de Playa Grande son parte de una milonga que no entiendo y que, por tanto, puedo imaginar del mejor y del peor modo.

En Punta Mogotes hay cinco veces mas carpas (para dar un número que se pueda entender). Los morochos serán, entonces, cinco veces mas. Habrá 10 morochos vendiendo anteojos truchos, sombreros de paja falsa y tela ídem y bijouterie falopa. Con 100 mil pesos girando en aquel complejo mas estos morochos de Playa Grande y nada mas, para no enloquecer, estamos paseando 120.000 pesos en la arena.

El de los barquillos duerme su sueño, ya no está, el del café y los jugos sufre, el que vende pareos los acomoda en su triciclo desmontable, pasa el de las sombrillas y  lonas playeras con su anuncio: “sombrillas…”

Hay una economía informal que se tuesta al sol. Con 200.000 pesos en la arena a la espera que aparezcan (hay que vender, chicos, hay que vender) compradores.

En el próximo encuentro con el morocho tal vez me anime y compre el anillo de la calavera. Ni nombre ni país. Nada. Solo buenos modales. Argentina país generoso. Y descuidado.

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