Google+ Raúl Acosta: Cristal #AntesQueMeOlvide

miércoles, 31 de mayo de 2017

Cristal #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital

Quien pase hoy por la calle de la ciudad, la Peatonal Córdoba, no puede imaginarse, entre tantas cosas en el suelo (ventas ambulantes que no deambulan) que hubo una confitería llamada Cristal.

En la Peatonal hay cosas en el suelo, cosas previsibles, como los vendedores de paraguas al paso cuando llueve, el grito de “chipacitos” que ya obtuvo categoría de “rintones” (ese sonido que los teléfonos pueden seleccionar, se escribiría ringtones pero si se entiende como se pronuncia…) también hay, en la Peatonal, cosas contra las paredes como los kioscos de cigarrillos, pastillas y cospeles, monedas y recargas.

Un kiosco, uno solo, termina haciendo canje de sus ventas por mas de un millón de pesos en el BMR (Banco Municipal de Rosario) pero el porcentaje es tan mínimo que no se hace rico, aunque consigue que circule gente por su esquina. Eso es parte una riqueza diferente.

En la zona mas central de la Peatonal Córdoba, en los altos de una galería, había una confitería: Confitería Cristal. Las bandas locales amenizaban (que palabrita y que verbo: amenizar) y tal vez alguno lo niegue o no quiera recordarlo, pero allí empezaban muchas historias. Destinos musicales, final de algunos cantantes, de mozos o de bancarios y /o empleados de comercio que advertían que el contrabajo no era su destino. El fin de mes apretaba a todos por igual.

Había que “vestirse” para ir a la confitería. Y tener dinero para el trago. Comenzaban los tragos. De hecho que no existía el wisky del modo que hoy se conoce. Se permitía fumar. Se iba en grupo. Todos sonreían y las promesas eran aquellas que ya cantaba Gardel: …” una promesa y un suspirar”…

No quedan muchos ecos en las calles del centro de sitios como esa confitería. No quedan conjuntos animosos, bandas que estrenaban canciones, vestimenta y guitarra importada.

Los menos atrevidos o mas pobres, donde resulta necesario decir presente por ambas razones, escuchábamos desde la calle. Una calle donde aún estaba la vereda, el cordón y el pavimento. Se decretaba “Peatonal” a ciertas horas de algunos días. No siempre.

Aún existía algo tan inusual en este siglo que avergüenza escribirlo pero es un dato preciso: “ la vuelta del perro”. Consistía en ir hasta “La bola de nieve” , el bar aquel de Córdoba y Laprida, bajo la mismísima alegoría puesta encima de las buhardillas del edificio y regresar hasta El Augustus o La Bolsa de Comercio en corrientes y Córdoba. Una, dos, tres veces.

A cierta hora, de algunos días, al atardecer, cuando aún pintaba romanticismo en la ciudad y anochecer en el centro no era peligroso para la cartera, la humanidad y el alma, el sitio era Confitería Cristal.

Cubana o Paddy para la simulación del wisky. El cigarrillo y la espera para aquella que nunca miró, nunca vino o lo inconfesable: se fue con otro.

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