Google+ Raúl Acosta: Grieta, la podrida grieta

miércoles, 7 de junio de 2017

Grieta, la podrida grieta

Grieta, la podrida grieta *
  
En 1959 me pagaron un peso por cubrir un partido de la primera local en la ciudad de Santa Fe. Desde el teléfono de la sede/vestuario de la cancha de Colón de Santa Fe anuncié (dicté) los equipos; en el intervalo comuniqué que no había goles y, después, el final del partido. 1 a 0. Costaba 10 centavos el boleto de colectivo. Ida y vuelta. Me pagaban un peso. 0,80 la ganancia. Súper contado furioso. Llegué a LT9, en el centro de la ciudad, entregué el papel con las formaciones y los goles (hubo uno, Escalante el jugador) y cobré. Audición Deportiva. Colaboración. Bien pibe. Gracias ¿Venís la semana que viene?.
  
Santa Fe estaba dividida en Colón-Unión y en peronistas y gorilas. Yo negro de Colón y peronista. Poco ha cambiado.

La vestimenta, el vocabulario, el sitio de procedencia, aquello que se esperaba de la vida estaba indicado y la división existía. Poco ha cambiado. Si seguimos la burbuja de mercurio todo ha descendido. El plano de declive es al infinito
  
Los escapes sólo por los atajos conocidos. El estudio. El robo. El azar. Nada ha cambiado. A través de la lectura (por mi parte) arribé al escepticismo. Nunca he perdido las esperanzas de ser rico, joven y feliz. Mientras tanto leía. Leo. El periodismo es lectura y escepticismo. Contar lo que se puede, lo que te dejan, lo que reste observar del mundo que se derrumba y ojalá pueda escribirlo. Más. Ojalá alguien lea.
  
No es nuevo vivir en la grieta. El mundo es una grieta jodida y permanente. Usarlo de excusa para odiar no tiene sentido. Los hombres odiamos más allá del mandato natural de felinos, ofidios, roedores y peces grandes contra peces chicos.
  
Cada vez que un periodista, un panelista, un pensador mediático o un científico popular opina (no son lo mismo, terminan en lo mismo) cuando habla de la grieta piensa en bolsillos, comidas, riquezas y mentiras. Se oyen los engranajes.
  
Cuando a un vicegobernador (El “Trucha” Vanrell, uno de los 12 apóstoles de Menem), una comisión especial de legisladores lo juzgaba, les dejó la frase de los vendedores de autos usados: “Che, somos mellizos muchachos, somos mellizos…”
  
Juan Petrone, el de Crítica, el de Crónica, aquel Secretario de Redacción como no hubo, con el lápiz de doble iniciación, mitad rojo, mitad azul, llamaba y preguntaba: “¿De ésta página, qué hiciste vos, pibe…?”  Ponía cruces en rojo lo de otros y en azul lo del interrogado, recorría el diario y terminaba con una mirada y una sentencia: “Trabajá, pibe, mañana hay revancha”.
  
Un excepcional pintor, ya veterano, viendo bailar a su jovencísima pareja con otros jóvenes en el sitio de folklore y guitarreadas donde comíamos empanadas regionales, advirtió mi mirada que viajaba de la niña a sus ojos y tomándome la mano me dijo: “Me hace feliz, ya sé… pero me hace feliz…”. Qué era la felicidad para Antonio, que había visto mundos enteros y triunfado contra todos… era un instante de juventud que le daba esa niña y el resto se había ido por la alcantarilla de las medallas y los postres.
  
Cuando escucho una frase de una canción de Silvio Rodríguez ―quien creyó que el mundo era suyo por las canciones― encuentro su mirada de ombligo lleno de culpa: “…la gente que me quiere y que me odia no me va a perdonar que esté cantando”. Soberano despelote en la cabeza si creías que tu destino era la revolución pero, ay, ya la habían hecho. No hay arreglo posible. Peor si creías/creés que el destino de todos es la eternidad a través de un canto tuyo… Sobre los ritmos don Ata, poniendo esa cara de pergamino a disposición de quien lo oía dijo. Cambia la velocidad mi amigo, pero la milonga es la misma.
  
Cuando miro (poco, muy poco) los programas de algunas estrellas de tevé que se enojan por la grieta y, luego, pasan por la misma pantalla los avisos agrietados que bancan la división sonrío y me flagelo por mi incapacidad para vender avisos, que el alma siempre ha estado vendida. En ellos y en nosotros. Unos pesos más nunca vienen mal. Nunca. Lo aprendí con los bolsillos vacíos y lo comprobé con los bolsillos llenos.
  
Conservo un billete cubano de tres pesos, con la firma de El Che Guevara como jefe del banco y sonrío mucho cada vez que lo encuentro. Mató gente por todos lados, peleó con su asma y su impericia burocrática para terminar firmando un billete de 3 pesos, un billete impar más difícil de multiplicar y dividir que los números pares, y me digo que siempre, aún cuando se niegue, hay un nivel de inutilidad que a todos nos alcanza.
  
Fangio. Perón. González Tuñón. Troilo. Borges. Astor. Charlie. Juanele. Atahualpa. José Pedroni. Hugo del Carril. Sandrini. Goyeneche. Olmedo. Favio. Alcón. Inda. He visto de cerca a los más interesantes especímenes de argentinos y en todos encontré fatiga al final del día y ganas de empezar cuando volvía el amanecer. Todos agradecen al alba.
  
No era, en cada uno, agradecimiento por/para una nota o un testimonio. Era por respirar. No daban un mensaje. Vivían como un mandato de continuidad que no paraba una puerta cerrada ni facilitaba un aplauso.
  
La grieta es un negocio del bien y del mal o si lo prefieren; un formidable negocio negar al diablo y venderlo por partes, como mercadería imperecedera porque es cierto: la pasión no se muere jamás. Sólo los animales comen, cazan, viven con mandatos de razas que no saben de pasión sino de programas. Tenemos los algoritmos truchados. Matamos de más y acumulamos de forma incesante.
  
Cuando Jorge Luis Borges sostiene que el tigre no sabe que es tigre, está diciéndonos lo que queremos o podemos escuchar, cada uno según su enciclopedia neuronal y sus conexiones.
  
Nosotros no podemos salirnos de la grieta pero, al menos, podríamos comprarla cuando tengamos ganas. No siempre. A cada rato. Tal vez sea eso: la compra compulsiva de una mentira pactada claramente por ambas partes. Sabemos o no sabemos que somos tigres. No nos escapamos.
  
Ruego inútil y voluntario. No es Hare Krisna ni la bendición padrecito de mi alma. Es parar. Al menos parar para ir al baño. Hermosa alegoría. No sé si me entiende.
  
*A propósito del Día del Periodista y dedicado a los pavos reales con quienes comparto la morada terrenal.

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