Google+ Raúl Acosta: Ballenitas #AntesQueMeOlvide

miércoles, 2 de agosto de 2017

Ballenitas #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital

Los cuellos de las camisas tenían, por debajo, un mini bolsillo estirado a lo largo de la punta del cuello, una suerte de bolsillo escondido. Allí se introducía la “ballenita”. Cuando llegué al mundo de la vestimenta ya existían, ahora es como el yaguareté, está a punto de desaparecer. Algunas camisas de confección conservan la memoria, pero sin  relación de cuello y largo de ése bolsillo posterior. Desde que se hacen las cosas en China el mundo es ancho, ajeno y sin proporciones occidentales. Las ballenitas cerraban el cuello con corbatas de un modo prudente, sabio, inglés y “college”, que de eso se trata.

Había vendedores callejeros de ballenitas, alfileres y agujas. Las ballenitas en paquetes  apretados por una goma. Los alfileres y agujas en una suerte de tríptico de cartulina donde estaban, prolijamente ensartadas, las de ojos mas  grande y mas largas hasta las mínimas por cuyo ojo nunca pasaría un elefante y diría que ni siquiera un piojo bíblico.

Las ballenitas impedían que los cuellos levantasen vuelo sobre la punta, la mas alejada de la papada. Un atentado a las ballenitas eran los cuellos pre planchados, las camisas deportivas, tan de cuello abierto y las que tenían incorporado un plástico mas liviano y las volvía superfluas.

El Peruano Parlanchín, Hugo Guerrero Martinheitz hacía la publicidad de un cuello “extensible… extensible… extensible”. Sonreía, miraba a cámara y uno se creía que estaba todo resuelto. El peruano mataba las ballenitas con las Van Heusen.

Siempre estuve a favor de las ballenitas. Solían perder importancia cuando el cuello era mas pequeño (las modas son  las modas) pero la recuperaban con creces, triunfando por goleada, con las fajas /corset de las mujeres y los corpiños de las señoronas (con ballenitas).


El principio es el mismo en todos los casos. Corpiño, corset, camisa. Una tela que un suplemento de plástico, de espesor considerable y firmeza consecuente, mantiene en su justo y apretado lugar


Hay un secreto, de aquella infancia, que era parte de los hurtos familiares. El fútbol con botones (explico una sola vez y listo: cancha de terciado empapelado, arcos, áreas, once botones de un equipo, once del otro, empujando un mini botón que oficiaba de pelota. Penales, fules, tiros libres, todo igual. Para que los botones se desplacen y empujen a la pelota – el mini botón – la mejor herramienta era una ballenita de corsé. Cualquier adminículo de plástico servía, pero la ventaja estaba en esas ballenas mas largas, mas gordas, mas flexibles, mas duraderas. Se las robábamos a la tía Sofía que era, por entonces, la encorsetada.

El otro extremo. Sábado a la noche, soltería, camisa celeste (de qué otro color, por favor) y, pese a que estaba planchada, no había mas ballenitas. A la cocina, a quitarle las puntas aguzadas a dos escarbadientes. Emergencia. La cocina salvaba al guardarropas. Llámeme sentimental: las extraño.

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