No se puede resolver el año 2017 sin tener en cuenta una premisa mayor: hay que entender el Siglo XXI.
Una nota periodística de este medio al titular del radicalismo, aporta algunas cuestiones importantes: “…una instancia muy particular de la Argentina en la que está en juego si el país da un paso adelante o vuelve hacia atrás con la etapa del kirchnerismo. Eso es lo que la sociedad entendió y así se expresó”…. “El Frente Progresista no es una herramienta electoral o una coalición nacional. Es un error pensarla como tal…”
“En diálogo con El Litoral, su presidente, Julián Galdeano, le reprochó al socialismo haber unificado los comicios locales con los nacionales…” Recordemos estos conceptos.
En el Pre coloquio de IDEA, en la Bolsa de Comercio de Rosario (16/8/17) aparecieron claves interesantísimas. Un juego con el número 67, un redondeo muy fino sobre lo que cree la población, según exhaustivos sondeos de opinión, indica que el 67% de los habitantes de los 7 grandes centros urbanos sostiene que: En el Estado se roba. Que es elefantiásico. Que son de clase media (¡?!) Que el Estado debe solucionar los conflictos laborales, de salud y de seguridad. Demandan soluciones al estado. Que ahora si se ve que hay obra pública. Sobre ése número se indica que recaen otros factores que aparecen en sus definiciones: la verdadera inflación, la meseta desde hace 10 años sobre PBI y la decreciente relación empleo y desocupación real. El desapego definitivo al trabajo único por todo el período laboral. La incertidumbre social.
Si de lo que se trata es de conquistar esos votantes, como clientes de un candidato y/o una propuesta, escaparse de un mensaje que concilie estos factores es escaparse de lo que anhelan escuchar, precisamente, el 67% de los habitantes de los grandes centros urbanos. Una sola división aparece. Votantes duros, votantes blandos de este o aquel candidato. Sólo pueden seducirse los votantes blandos.
No fue magia, no es azar. Es ciencia social, estadísticas. Planificación. Confianza en las herramientas de la ciencia.
Creer que un mensaje diferente logrará seducirlos es parte de una porfía sin arreglos fáciles, acaso una porfía clásica: inútil. No se toman datos científicos y se marcha contra una lógica de mercado que es muy clara. El Siglo XXI. En este siglo en cada elección debe realizarse este trabajo, porque no hay predilecciones eternas ni seducciones infinitas. Cambia, todo cambia. La obligación del estudio no.
Una conclusión, en este mismo escenario, proponía: se debe convencer al dirigente que es sobre estos hechos (no supuestos, sino estudios trabajados con rigor de ciencia dura) que debe construir su discurso si quiere que lo escuchen. No capricho, no intuición, Trabajo. Ensayo. Perfeccionamiento.
En otro seminario sobre medios alternativos, convocado por una “Fundación”, se indicaba la cantidad de teléfonos celulares y cómo se han convertido, estos aparatos, en verdaderas plataformas múltiples y, en muchos casos, único medio de comunicación / aislamiento de los habitantes urbanos. El que no conoce el lenguaje no puede avisar ni siquiera de su apetito o de un incendio, concluía el disertante.
La adicción a las frecuencias moduladas y la centralización por cabeceras prácticamente unifica el mensaje en todos los conglomerados. Las plataformas musicales en todos sus formatos las acotan los dueños de los mensajes. Solo el propio. Pague para estar.
Los servicios gratuitos de medios audiovisuales (TV Abierta) sólo llegan, en todos estos núcleos sociales, a través de abonos pagos de televisión por cable o por onda codificada. En ellos el mensaje vuelve a unificarse, prolongando, acentuando las características mencionadas. Todos somos clase media, todos protestamos contra el estado, todos le pedimos al Estado que resuelva los problemas, nos damos cuenta del deterioro económico y concluímos (inducidos, obviamente que inducidos) que debemos encontrar dos cosas: un culpable y una promesa de cambio. El error está en el pasado y la promesa es el mañana.
¿Es posible construir una alternativa de gobierno que escape de estas variables, verdaderamente probadas con estudios de campo de años, con seguimientos mensuales y valoraciones absolutamente despojadas de sentimentalismos o subjetividades? La respuesta es clara: no.
¿Por qué razón confiar en un especialista de comidas y dietas cuando ha explotado el corazón? ¿Qué lleva a creer que hay una interpretación correcta de los datos comunes a la sociedad si no se estudia esa sociedad ni se ha hecho una radiografía mensual que indique los problemas, las tendencias, los emisores que traen información y de qué información se trata?
Traigamos hasta hoy este punto: no hay amor. No se trata de sostener que está bien que se nos trate como porcentajes para un marketineo y una posterior compra venta sino de avisar que existe , que sucede, que de ése modo se construye un ideario político seductor, apropiado para eso: seducir. Que después las gestiones no concluyan del modo que se ofertó es otra cosa y sobre eso se advierte: es por medio de ésa llave, indicativa de preferencias y conductas sociales, como se logrará atenuar, masajear (McLuhan dixit) a las preferencias, las protestas, las decisiones. Ya se harán estudios específicos referidos al 2019. Corrección. Ya comenzaron. Todos los yacarés ya son carteras.
En el siglo XXI se ha dicho, conviene insistir, de los partidos se pasó a los frentes y de estos a los hombres y estos perfiles (de los líderes) no se corresponden con otra cosa que no sea la construcción científica del “SUPER CIUDADANO”. Tratemos de entender el fenómeno antes que este nos devore. Todos somos una alícuota de ése sujeto, donde nos reflejamos. Todos somos superciudadanos. Queremos ser. Creemos que somos. Para eso la propaganda política.
Busquemos un ejemplo que deforme, por exageración, pero explique el nudo. Tres películas, sin ningún margen de error, indicaron esto de modo brutal, visible, atacando a las raíces elementales de la sociedad y proponiendo otra cosa. Relatos salvajes. El ciudadano ilustre. No hubo azar en esos mensajes generales, comunes a todos. La miseria del hombre masa, del peronista trágico, de la sociedad mínima y ridícula (así se presenta) obtiene su liberación con súper ciudadanos que resuelven los males e indican el camino de la resurrección. Es un arma el mensaje. Liberémonos de esa sociedad burocrática, jodida, individualista, machista, peleadora. Uff. La tercera: “La cordillera” concluye la trilogía en la que puede verse lo que somos desde un cristal de perdona vidas. “Ajenidad”. Extrañeza. Ellos son así. Nosotros no. Yo no. Yo pertenezco a un superciudadano que sabe como expresarse. Soy clase media urbana. Veo tele. Me quejo, voto y dejo votar. A mi no me engañan. El círculo perfecto.
Con la brutalidad del converso el dirigente Galdeano se planta en la realidad de las coaliciones (los partidos, las coaliciones, los frentes y los hombres, también los hombres) que gobiernan esta provincia y sus ciudades y les indica: esto es el Siglo XXI y lo que digo es simplemente esto. Integrémonos al superciudadano que las encuestas, los trabajos de campo y los bombardeos mediáticos han fabricado en Casa Central y dejémonos de zarandajas. Sin rubores, sin complejos, sin culpas. El Siglo XXI ha trasladado definitivamente la culpa. De eso se trata. Hola… Hola… Hay alguien ahí…
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