Publicado en diario La Capital,
¿Llorábamos diferente cuando chicos? ¿Quién recuerda sus primeras lágrimas? Era el llanto, ya dueños de la palabra, algo mas que una congoja. Es un idioma el llanto…
No llore, que no es de hombres. Durísimo mandato. El viejo lo decía como si fuese fácil. Y José Hernández le hace decir a su personaje mas controversial (el viejo Viscacha) una referencia muy dieciochesca sobre las lágrimas de mujer.
Recuerdo de los llantos de infancia cosas muy finas, personales. Creo. Pero tengo certeza que, evocadas de modo particular han sido, sin dudas, generales. Sucede todo el tiempo, creemos en nuestro ombligo como algo muy especial sin saber que no es el único, todos tenemos uno.
Llorar en un viaje, en el primer viaje. Llorar por un olvido o una pérdida. Quedar paralizado por el llanto de otro. Aún me sucede. Ver llorar paraliza. A otros veo que el llanto los lleva a abrir los brazos y querer fundirse con el que sufre. No puedo. Allí me quedo quieto.
Una vecina que llora no supera a una madre que llora. El desconsuelo es muy grande cuando es una madre la que llora y en aquellos años de risas escondidas, dientes apretados, silencios permanentes, ver llorar no era sencillo y por tanto cada llanto era la extensión abierta de una tragedia. He visto llorar por la pobreza infinita. Es cierto.
Llorar en los velorios era de pañuelos húmedos de llanto y ojos enrojecidos.
Llorar por una “basurita” un caprichoso descuido contra el viento en el otoño. Llorar por un parto feliz, una operación exitosa es posible pero a poco que aprieto y aprieto las neuronas encuentro pocos llantos tremendos y todos emparentados con tragedias.
Llorar en público era ver la casa abierta, el corazón desordenado y desnudo en la vereda. No a todos les gustaba que sucediese.
Es cierto que llorábamos de risa por los chistes en el café. No siempre. Algunas veces. En el cine, con las luces apagadas hemos llorado con aquellas películas. Ah… Juana de Arco. Ah… el niño de los cabellos verdes. Es riguroso que solo es posible en un estado emocional particular ver “lágrimas en la lluvia”, como dice el personaje de Blade Runner.
Particularmente quiero guardarme la congoja como la lágrima mayor; todo llanto es eso: una congoja, algo que estruja el pecho sin disimulos. Quiero guardarme la congoja de Alberto, que el día de la primavera, en el campo, no se sacaba el guardapolvo. El pantalón estaba roto, la madre no se lo había cocido. No había otro pantalón y Alberto estuvo todo el pic-nic sonriendo mal y corriendo a medias. Eso pasa cuando el llanto queda dentro. Creo que la pobreza es impotencia de llegar al cielo de la alegría. Vivir en lágrimas secas. Yo lo ví. Acaso alguna vez me sucedió algo similar. Dije que el llanto me paraliza. Aún le debo el consuelo del abrazo. Un día de estos voy a cumplir. Para la memoria no pasa el tiempo.
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