Uno de los problemas basales de Argentina, verdaderamente de base, es una Justicia, acusada de corrupta, juzgando a políticos corruptos por pedido de políticos sobre los que pesan las mismas sospechas.
Después de la "corajeada" de Alfonsín y el "Juicio a las Juntas", un enfrentamiento con el Partido Militar que aún poseía tropa, presupuesto, aparato de inteligencia y adhesiones civiles, la Justicia que realizó ese juicio tenía el 100 por ciento de respeto. Nada superaba la consideración de aquellos fiscales y jueces. Desde allí hasta hoy algo pasó.
La espalda de Alfonsín no era un infatuado Caputo, ni los díscolos, pícaros y aprovechados muchachos de "La Coordinadora"; ni siquiera los yerros de sus ministros de Economía, ni la envidia de un cuerpo radical atrasado y burocratizado. Su espalda fue su gesto. Su reserva esa Justicia. Pregunta difícil de responder. Cómo, desde 1984 a la fecha (el tiempo de vida útil de muchos actores políticos) todo se ha ido por la peor alcantarilla. Hoy no es la Justicia el poder respetado o considerado reserva moral de un pueblo, una sociedad. Ni siquiera reserva de sus códigos y leyes. Hoy sus funcionarios son juzgados como delincuentes. Algunos son delincuentes.
Si las cabezas de los poderes son ejemplares aquella Corte Suprema de Justicia de Alfonsín devino en la de Menem, después en la corte de De la Rúa, finalmente en la de Néstor Kirchner y ahora lo que existe. Debemos buscar en el poder político una de las causas de la degeneración.
Alguien debe responder por Oyarbide, Lijo, Zafaroni, Cavagna Martínez, Bossert. Levene, Petracchi, Moliné O'Conor, Romilda Servini (ya no de Cubría) y hasta un insólito Genaro Carrió. Hoy tenemos una walkiria homónima que prejuzga como infalible y eso, la infalibilidad de los actores políticos hablando de justicia y derechos es otra de las causas de la degeneración.
En todos los casos es el poder político el que responde por estos nombramientos. Y es "la polis" la que, lentamente, empezó a descreer de los representantes de una Justicia que no es legítima o ilegítima, simplemente es tuerta. Hoy, 2017, es muy difícil no ya aquella positiva unanimidad para con "El tribunal que condenó a las Juntas", sino una mirada indulgente sobre la Justicia. Cayó en el descrédito. La inseguridad urbana, el código narco y la corrupción estructural son virósicas y transversales. Los medios de comunicación resuelven en un tribunal sin revancha. La premura obliga. La Justicia es lenta, lentísima. Sentarse sobre el expediente es parte de un secreto, un chantaje, un poder que ya no saben traducir.
Los papeles de Panamá, como los papeles del Paraíso, son marcas internacionales donde funcionarios, periodistas, hombres del poder constituido, están nominados. Claramente expuestos. Holaaa….
Entrar con 6 pesos y retirarse de la función pública con 6.000 no tiene modo de resolverse. Cristina Fernández de Kirchner y su grupo constituyen un agujero negro en la sociedad y, claramente, el robo tiene número: el total de lo robado alcanza al PBI de un año que en 10 hicieron desaparecer. Se lo fumaron. Cómo tratar a un ladrón con quien te fuiste de parranda. Difícil respuesta mi amigo. Usía, teléfono…
Contratistas del Estado anteayer, ayer, hoy y mañana, que están aún por ganar una licitación no son otra cosa que la constancia pública. Nada cambia. Son la otra mitad de la coima. De qué. Perdón. No lo conozco.
Los gremios están dentro del problema. Las organizaciones propias del pueblo (ONG) empantanadas. Dónde recurrir. La necesidad de calafatear el buque, porque la sociedad está asustada de tanto peculado y teme hundirse por el peso del barco y sus culpas, resuelve la encrucijada mediante una salida fácil. Todos esos jueces, que demoraron tanto tiempo en mirar expedientes, saben que cuidan su pellejo (sus privilegios) si la velocidad se aplica a aquellos casos que ya tienen condena mediática, popular. Si la opinión popular, guiada por los medios, ha condenado, el expediente será resuelto con más tranquilidad. La acusación, las medidas notorias. El fin de la causa es otra cosa. Allí están Menem, María Julia, Giselle Rímolo. Décadas hasta el final anunciado.
Tal parece que cuidan su asiento, su bolsillo, sus dineros difíciles de justificar. Fáciles para defender. Deben condenar aquellos que el periodismo ayudó a condenar popularmente. Simple.
Este peligro, la condena mediática, los asusta. Mañana pueden ser ellos el Bonadío de turno.
¿Es posible que sobrevivan a sus propias purgas? Buena pregunta. El espíritu de cuerpo se ha roto hace mucho. Opino que están serruchando la rama donde se encuentran. Es de manual matar al emisario que sabe todo.
El problema, sin embargo, no aparece por jueces venales, tramposos, ni siquiera por la diferente actuación ante ricos y poderosos o los pobres y tontos del menudeo.
Cómo responden ante el poder mediático. Como responden ante violadores perdonados por años (padre Grassi) parientes que nunca vieron nada (García Belsunce) y el criterio Zafaroni, parecido al del genial cineasta italiano, Franco Zefirelli, para quien los pibitos atorrantes eran los buenos.
El criterio Zafaroni sostiene que ante estos efebos del mal el castigo no redime y la condena no aplaca. Una suerte de lombrosiano del robo al menudeo y el muchacho que merece otra oportunidad. Su paso, la presencia de Zafaroni, ha hecho daño al bien y el mal. Toda la Justicia se define por la diferencia entre el bien y el mal.
Es este punto, el del bien y el mal, el que se puso gris en Argentina. Se reclama por la detención y el justo castigo a los ladrones económicos. De gobiernos anteriores. No se insiste tanto frente a una educación donde los alumnos deciden qué nociones, qué parte del conocimiento deben aprender y los derechos de un piquetero son superiores a los derechos de transitar libremente y, finalmente, la evasión se premia con blanqueos.
Se redefine la culpabilidad si es privado o funcionario del Estado. Cambia la categoría del asesino al volante según en qué jurisdicción mató. Difiere el hambre infantil en Formosa o Hurlingam. Y los culpables, como es obvio. No tenemos claro el rol del Estado, del juez, del fiscal, del policía, del coimero y del asesino. No están claros los roles.
Estamos asustados. Todos. Los muertos nos asustamos de los degollados y votamos a los que traen la soga y la navaja. Siquiátricamente esto tiene nombre. También una salida habitual. Leer los diarios para saber qué nos pasó.
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