Google+ Raúl Acosta: Ojalá no nos claven un “visto”

lunes, 8 de enero de 2018

Ojalá no nos claven un “visto”

Publicado en el diario "El Litoral", el 8 de enero de 2018

El lenguaje es un canto rodado. Se acomoda. Cambia. Reproduce, refleja problemas de la sociedad y, finalmente, los resuelve. Tiene palabras activas, que definen actos, que aparecen para solucionar lo que corresponde: la comunicación.

“Mensajeame”, “gugleame”, “guasapeame”, de los verbos “guasapear”, “guglear”, “mensajear”, conforman un nuevo lenguaje en uso y si algo tiene el lenguaje es eso: uso.

Tanto el señor Presidente, como el señor Gobernador, según informan las crónicas de los corresponsales destacados, se comunican con sus colaboradores con / por / desde estos medios. Los neologismos para mencionar la actividad de nuestros hombres públicos son inevitables. Además fáciles de entender. Todos se chatean.

Todo “slang”, todo lenguaje “canero”, de “secta”, tiene eso: palabras activas que definen cuestiones ajenas a su valor primitivo. Las sectas, las tribus son cada vez mayores, mas indiferenciadas, disimuladas excepto en un punto: su comunicación.

Las redes son una atadura. El uso absolutamente económico (es asi, se sabe, es un modo comercial de penetración, contención, información y posibles ventas, también de dominación y dependencia) de algunas herramientas como el Wat Sap (castellanizamos, argentinizamos en guatsap y llevamos a la primera declinación: guasapear) provoca un modo social del desprecio que debe consignarse.
  
No me quiere nada
El mensaje que va de aquí hacia allá, por ejemplo de mi parte a una señorita / señora de quien estoy enamorado, tiene tildes que anuncian la llegada y colores que indican que lo recibió, “lo vió”. El desprecio es sencillo: “ me clavó un visto” y chau.

Esa acción, “clavarle un visto” al mensaje es, al cabo, leer y no contestar. Es un modo inmediato, actualizadísimo, del que no contesta las cartas, no atiende el teléfono o manda que la secretaria diga: el señor se retiró, el señor no lo puede atender en este momento.

El desprecio es tremendo. Un arma mortal. Suele ser dramático en los enamorados: la señorita de marras, santafesina ella, me clavó un visto. Leyó mi mensaje y nada. La inferencia es directa, la conclusión es trágica. En la margarita deshojada es me quiere muy poco, casi nada. La nada absoluta sería bloquear. Eso es una declaración de guerra: “…me bloqueó. Podes creer. María lo hizo. Me bloqueo”.

Cuando el presidente Macri está en el sur y se deciden, horas después, cuestiones económicas que afectarán positiva y negativamente (hay de todo en una decisión de gobierno) estos “guasapeos” son cruciales para el destino nacional.

Cuando el gobernador está de viaje y habrá cambios en el gabinete y, acaso, en dineros del estado provincial que irán / no irán a determinadas obras de poblaciones específicas esos mensajes, desde la lejanía, son fundamentales para muchos, tal vez para todos. En los telefonitos decretos, ministerios, presupuestos. Imposible pensarlo 20 años atrás.

Un  ministro a quien le claven un “visto” y no le contesten debe darse por lejano, acaso fuera de la grilla. Un secretario de estado que propone un cambio y le clavan un visto debe entender claramente que no quieren ese cambio, que acaso no lo quieran a él.

La moda del olvido y el “visto” 
Como todas las cuestiones del lenguaje: pasará. El lenguaje es una convención viejísima pero también absoluta. Definamos: si dos no se aceptan no hay modo que uno se comunique.

“No tengo el berretín de ser un bardo, chamuyador letrao y de espamento, yo no le canto al perfumado nardo ni al constelao azul del firmamento…” Los versos de Celedonio Esteban Flores (El negro Cele”) de su libro “Chapaleando barro”, poema “Musa rea”, pertenecen a la primera mitad del siglo XX. Allí un bardo era un poeta. Vieja definición que aún se encuentra en el diccionario. Después bardo fue, por extensión, hablar tonterías poco prácticas, así la poesía y esas acciones fueron derivadas y re definidas:”hablar al bardo”. “Hablar al cuete”. Después “bardear”, ya un verbo de neo construcción, fue tomar a broma, mentir. Finalmente una ofensa: “no me bardees”. Ese “me bardeó”. Me fui porque me estaban “bardeando”. En el tiempo que llevo, desde la lectura de aquel libro de Celedonio Esteban Flores, poeta popular y autor de letras de tango, una tipificación, un sustantivo: Un bardo. Un sinónimo de poeta, terminó en cualquier otra cosa. No era posible pensar que algunas palabras cambiasen tanto. El lenguaje cambia, es un “rolling stones”. Já. Ninguna posibilidad. Já…¿ y ningunear?...

Los actores sociales han aceptado que el siglo XXI tiene lenguajes que van por debajo del verbo suelto, de las declaraciones al aire. Lo han aceptado algunos, otros creen que la comunicación es, todavía, aquello viejo y conocido, es tiza y carbón, mentira y parsimonia, ocultamientos. Algunos creen que los actores sociales tienen vida privada. La vida está yendo para otro lado. Cada dos años tropiezan con su impericia y empecinamiento. También con sus cuentas en Suiza. Triple Ja Já.

Un empresario moderno, Federico Seineldin, en su programa “Arbusta”, como en el que lo sigue:”Njambre” (si, sin la “E”) trabaja con pibes del fondo duro de Empalme Graneros, La Matanza y Medellín, que en 18 meses tienen trabajo (Diario La Nación, Muni de Rosario, La Matanza, Medellín y también otras empresas privadas) Lo básico. Conocen el idioma del siglo: desde que nacieron están con el telefonito y su lenguaje. No son analfabetos. Tienen un lenguaje. Lo comprenden desde que nacen. Con ese lenguaje  desarrollan trabajos técnicos que las comunicaciones necesitan. Que el siglo necesita. Después solos, ya alejados del “Ni/Ni” que integraban, se proponen terminar estudios formales abandonados hace tiempo.

Telefonito mata galán
Barack Obama, el primer presidente que llegó a su cargo con un Black Berry en lugar de metralletas o discursos de barricada, sostiene que la misión del gobernante es no participar ni favorecer, sino por el contrario, preservar la cordura en las redes, negarse al insulto y deja una frase: el anonimato faculta a la crueldad. Los periodistas, que somos actores políticos de segundo grado, somos testigos de esos juegos. Lo correcto sería no participar en las locuras porque se sabe: la locura agrega mas locura y la crueldad igual o peor, si cabe.

Algunos usan las redes, por franca impotencia, como una descarga de temas menores y malgastan, de ése modo, el bello juego de la comunicación, lo llenan de ruidos. Tal vez esa sea la conclusión mas obvia. Las redes están llenas de ruidos.

La comunicación entre gobernantes no debería ser ruidosa, no debería seguir tal sistema de incompatibilidades, miedos, fracasos e insultos. Lilita y Bonfatti. Lilita y CFK. Aníbal Fernández y Luis D’Elía…¿Se hablarían por guatsap? Boudou con Massa, Bossio, Kicillof  y Lousteau… ¿integrarían un grupo de amiguitos…? Mauricio Macri, a Miguel Lifschitz, si el gobernador le pide plata para  el puente carretero a Santo Tomé, la 33 y la 34 y para arreglar aquella vieja deuda de los K que decidiese la CSJ de la Nación que se debe pagar, ¿le clavaría un “visto” y chau? Si hablan de Constitución Santafesina ¿tendrán sus correítos Perotti, Corral, Reutemann? Y lo peor de lo peor en el siglo XXI. Te hablo mas tarde, tengo poca señal. Hola, hola…

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