Google+ Raúl Acosta: Neruda #AntesQueMeOlvide

sábado, 9 de junio de 2018

Neruda #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 9 de Junio


El siglo XXI se está llevando al olvido cuestiones que parecían definitivas. Una de ellas el bolero. La canción romántica no es la misma, pero algo puede salvarnos a los que somos definitivamente melodramáticos, sensibleros, sensibles, de fácil congoja y alta nostalgia. El amor siempre tiene ganadores y perdedores ay, ay, ay, el que pierde se lamenta y la lamentación es un bolero, que puede cambiar de nombre, pero no de intención. 
Una vez, en la biblioteca pública descubrí, claramente dejado sobre la mesa común, un  libro de Neruda. Mitad de la década del 50-60. Fue imposible rechazarlo. Lo leí todo. Venía o estaba yendo, eso es imposible saberlo, digo, si es ir o encontrarse, venía yo caminito hacia el primer desengaño amoroso y acaso lo presentía. El abandonado se niega a reconocerlo pero lo sabe. Así como hay momentos en que uno es comprador o vendedor, alternativamente, también hay momentos en que uno abandona o es abandonado. Las dos posiciones son claras. Tan claras que se confunden. 
Neruda es el poeta que mejor expresó esa ambigüedad. Esta no es una clase de literatura, ni siquiera de evocación de un género, pero hay certezas. Es a Neruda a quien roban todos los poetas románticos que se lamentan por un amor, lo quieren de vuelta y esperan algo, lo que sea, que reconstruya el cristal. Todos somos sus hijos.
Si pensamos que en 1924 se publicaron sus “20 poemas de amor y una canción desesperada” y las versiones del poema 20 son tantas y tantas… si le agregamos que en 1935 se publica “Residencia en la tierra”, en rigor lo que certificamos es la lejanía con estos días y estas premuras. 
Debo hacer guardado, robado, perdido y encontrado no menos de 8 libros iguales, los 20 poemas y debo decir que traslado de modo permanente Canto General. No se deben extraviar cosas así. 
En aquellos años éramos capaces de tener un  poema escrito en las torpes máquinas y mostrarlo, leerlo y re leerlo tantas veces. Portarlo en la carpeta de estudios o que sirviese de texto de contratapa. En algún momento, en algún viaje volvíamos a su lectura. 
Toda vez que escucho las canciones románticas que siguen dando vueltas me parece oir sucesos de sus versiones del amor. Sucedáneos. Como si una fiebre terciaria hubiese impregnado a los poetas posteriores, donde deberíamos incluirnos de modo irremediable.
Matilde mía, yo cambio la primavera por tus ojos. Abandonado, como los muelles en el alba. Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos. Desde el fondo de ti y arrodillado un niño triste como yo nos mira…Puedo escribir los versos mas tristes esta noche…. 
Seguro hay errores porque estoy escribiendo de memoria cuestiones que son recuerdos y pueden quedar así, pero que certifican que una parte de mi escritura reconoce esas lecturas, esos códigos, esas imágenes. 
Debo asumir un riesgo. Todo aquel que tiene hábitos de lectura y ha leído a Neruda no creo que pueda olvidarlo, es imposible, me parece. Sucede como con el monólogo de Hamlet. Su lectura define una genética de la que nadie puede escaparse. Impregnan profundamente.
Se dice que ha muerto Neruda, lo estoy preguntando. Hace mucho tiempo, en setiembre de 1973. Pero no lo se. Trabajaba en la redacción de diario El Mundo y llegó la noticia: Murió Neruda. Escribí la necrológica urgente en un diario con una militancia estricta. Muchos guardaron ese contratapa y alguno de aquellos que estuvimos a veces lo recuerda. Yo no. Recuerdo, si, a Neruda y esa vocecilla titilante con la que leía sus textos. Recuerdo con Neruda, en Neruda una forma particular de contar el corazón, desnudarlo, ofrecerlo. Todo lo que vino después ha sido repetición de aquello, desmejora, divertimentos, yerros, descuidos. La existencia, que todo lo degrada, achica, aleja. Hasta que un amanecer, de repente, alguien se siente despojado de afectos y escribe: “… te recuerdo como eras en el último otoño…” Y todo vuelve a empezar. Neruda es eso. Es el que enseña eso. Volver a empezar.

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