Google+ Raúl Acosta: Rural #AntesQueMeOlvide

lunes, 23 de julio de 2018

Rural #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 23 de Julio


La palabra “Rural”, desde que tengo memoria, se corresponde con una exposición. También está la definición que ubica lo rural y lo urbano, pero eso es diccionario y la vida suele viajar por afuera de los libros. 
Tanto en la ciudad de Santa Fe, como en “rosagasario”, al igual que en Buenos Aires, “la Rural” es un predio donde cada año se muestra la producción agropecuaria. En rigor los animales y los productos simples y complicados, nuevos y estrafalarios, útiles y necesarios como sólidos y complementarios a lo que es el eje de las tres ciudades: la producción de la pradera, de la pampa gringa. 
Recorrerla año tras año fue obligación de estudiante y tarea periodística. En algunos casos los actores políticos hicieron de la “Exposición Rural” un eje de campaña a favor o en contra de algo y está ese caso que no he podido olvidar, el de un general golpista que pidió un carruaje del siglo 19 para llegar. Juan Carlos Onganía por si alguno no recuerda de que hablo. 
En la rural la doma, el paseo de los animales, el remate. El olor a pororó y praliné. Los kioscos de degustación de lo que a  uno se le ocurra, en realidad a quienes si se les ocurría, desde alfajores hasta maquinitas eléctricas de cualquier cosa, el auto, el tractor, el nuevo vino y el perfecto asador. 
La rural era / es un sitio de encuentro y donde el largo recorrido, cuando estudiante, obligaba al paso delante de cada uno de esos inmensos animales ( algunos con mas de 900 kilos) de las diferentes razas. A los vacunos, los porcinos, los equinos  debían sumársele las gallinitas leghorn y otras “ponedoras”. A veces conejos.
 El olor de algunos de esos galpones aún impregna mi pituitaria. Nada ha cambiado desde aquellos primeros años porque el fervor es similar. Aún es una palabra en uso la “cucarda” y los domadores, los gauchos de almidón y naftalina, la doma, los paseos, la banda militar, el escenario al atardecer, la fiesta gaucha y, si las entradas lo permiten, músicas menos campestres pero igual de populares. 
No recuerdo a “la rural” como algo exquisito y, sin embargo, es parte de la liturgia que refiere a políticos que están a favor o en contra de algo, porque parece complicado pero es simple. Si “la rural” atrae gente y todos saben de qué se trata, expresarse a favor o en contra es rendidor. No parece que sea sencillo definirla porque todo lo popular parece mínimo y es máximo. La rural es popular y todos tenemos una posición en estos casos. 
En “La Rural” las notas para los diarios, los días de paseo, los kioscos y una forma de unir aquello que no es cotidiano, urbano: la vida y la producción agropecuaria y la ciudad. 
En las tres ciudades mencionadas (Santa Fe, Rosario y Buenos Aires) es el invierno el punto de encuentro. El tiempo suele atrasar o prolongar un fin de semana. La foto del “toro Gran campeón” no pasará a la historia pero una vez al año ocupa la tapa de los diarios con su retrato y una filmación en los noticieros. 
Nunca lo sabrá (el toro) pero sus dueños, los de “la cabaña” de donde vino y a la que representa en el concurso estarán orgullos y venderán su semen a buen precio. Sobre este punto en cuestión debemos decir que no hay tantos divanes para toros, pero no se que grado de felicidad les da saber, les daría saber que han preñado mas vacas que aquellas que hubiesen podido embarazar a campo y de a una en fondo. El mejoramiento de la raza, mas kilos, mas dinero.
En “La Rural” se encuentra una estampa permanente. Un escolar, una banderita, un paseo invernal, un baño al que se accedía mediante una larga cola, un colectivo para llegar, un dulce en la tarde, el retorno y la memoria. Somos parte de un rito social. Que puede actualizarse, pero que no cambia. La visita escolar. Una vaca y un grano definen la historia regional. Ni bien ni mal. Eso somos, aun cuando creamos otra cosa.

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