Google+ Raúl Acosta: Silencio #AntesQueMeOlvide

jueves, 2 de agosto de 2018

Silencio #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 02 de Agosto


La foto de “silencio hospital”, con la enfermera llevándose el dedo a los labios, en el clásico gesto, tiende a desaparecer. No tiene el mismo sentido, esta afirmación, que la de Charlie con los dinosaurios. Aquello era una denuncia, “tendían” a desaparecer y cada  tanto, contrariando a Charlie  reaparecen, al menos sus costumbres. Costumbres pre históricas. 
Aún puede verse la foto, a veces dibujada, de la mujer con el pelo recogido, la cofia y el gesto del dedo y los labios. Sanatorios o consultorios grtemniales aúin la ostentan. Viejas decoraciones. 
En aquellos, los primeros años caminito de ida, hasta teníamos un respeto diferente en la mismísima vereda del hospital. Sanatorios había pocos en aquellos años y la atención era en consultorios particulares u hospitales. Ni ruidos ni gritos. Minga de Beatles y Twist y gritos. Calma. 
Los que vivían frente a los hospitales sabían que no podían organizar grandes batallas en carnaval, ni fiestas tremendas para fin de año ni cumpleaños demasiados ruidosos. Zona calma. 
Y los cafés de la esquina de los hospitales sabían que tenían que estar preparados para los pedidos mas insólitos entre los cuales, calentar la mamadera o prestar una mesa para cambiar un bebé eran las mas sencillas. La comida fuera de hora, el café al mediodía y la milanesa a la tarde lo mas común. Los bares al lado de los hospitales son  sitios particulares donde la vida se mezcla de modo diferente. Los autos de alquieler tienen ahí la parada y el café, los propios del barrio lo propio de los bares y los visitantes usuales e inusuales unas mesas discepolianas que nunca preguntan porque… ¿que se le puede preguntar al pariente de alguien enfermo…? Son bares con dos velocidades. La del barrio y la del hospital. 
Un amigo, Perico, memoraba conmigo que es otra la forma de la solidaridad y  el negocio, otro el límite. El bar tiene que ganar por lo que vende pero, frente a los hospitales, en aquellos años, los dueños y encargados sabían que trataban con material altamente sensible y no debían aprovecharse para toquetear ni las faldas ni el monedero de los parientes. No regalar, pero no abusarse de la necesidad. 
Frente a los hospitales está claro que lo que abunda es la necesidad. De salud, de un abrazo, de un consuelo. Abusarse de las necesidades, concluíamos con Perico nunca estuvo ni está bueno, pero en aquellos años no se hacía y listo. Era gente apurada con un problema. Se sostenía lo que se podía. Eran años en que se pedía prestado el teléfono. 
Un hospital es parte del recorrido de los colectivos y un faro del barrio.  Vivo tres cuadras mas allá del hospital, al terminar la tercera doblás a la derecha y ahí estoy yo. 
Luisito tocaba el piano, estudiaba piano, quería ser concertista y practicaba varias horas por día. Tenía buen oído, enseguida tocaba en el piano las canciones de moda de aquellos años. Tiempo después lo vi, con traje de luces en una orquesta muy bien ataviada, indicando el uno, dos, tres, desde el piano. Pasodobles. No era Mozart. Era la vida. 
Luisito ensayaba a la tarde y a la noche, los fines de semana toda la tarde. Si los parientes eran de un tipo, digamos, esperanzados y dispersos, se ponían bajo su ventana, el vivía frente al hospital, y escuchaban mientras fumaban, porque en aquellos años ya estaba mal visto fumar dentro de los pasillos, las amplias galerías del hospital. Si, por el contrario, eran de ánimo entristecido largaban un chistido que no correspondía pero se les escapaba y Luisito por un rato tocaba “asordinado”. Mismo que si la enfermera de la foto y / o el dibujo hablase para él. Con esa orden perentoria de silencio.
En el bar frente al hospital donde me crié, contaba Perico, he visto cada cosa… Por las dudas, mitad en broma mitad en serio, reflexioné en voz alta que hubiese estado bueno encontrarse con esa enfermera. Tendría zapatos abotinados, falda ajustada, y arriesgué la pregunta, cómo reaccionaría frente a un piropo, tendría sexo los sábados por la noche con su pareja… Perico no contestó pero el también reflexionó en voz alta. Hay cosas que solo las piensan los que no viven cerca de los hospitales. En eso tiene razón. Supongo.

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