Nostalgia peronista
El tipo mira sobre el hombro. Acaba de salir del cementerio. ¿Cómo se llamaba la puerta del cementerio? No lo recuerda. Hay un olor particular. La mañana es de sol. Respira hondo. Parece que el sol le apuntase de un modo cruel, personal. La crueldad suele ser personal, la indiferencia es colectiva. Social. Entrecierra los ojos. Si anduviese con los ojos cerrados igual, el olor indicaría donde está, de dónde viene y como ahora: no sabría donde ir.
Es misterioso el futuro. Algunos se refugian en el pasado por miedo al mañana, al amanecer. No es su caso. No tiene miedo. Simplemente no sabe dónde ir.
Quedan pocos de los suyos. El que se fue era uno. Recuerda las primeras reuniones, la casa con la galería larga y los compañeros en la pieza del fondo. En la galería el olor a jazmines y glicina. Cooperativismo era el tema. Y un partido que no hablaba de revolución bolchevique, hablaba de cambios. Partido Laborista. El era un trabajador, ése era su partido. En la habitación del fondo una pequeña luz desde el techo, la ventana sobre el patio, mitad baldosas rojas, mitad tierra regada. Árboles frutales. Galería con glicinas, patio con mandarinas y naranjos, un duraznero. Los recuerdos están perfumados. Un perro. Su mano tirando el cigarrillo al patio, regado, arrepintiéndose de no llevarlo hasta el plato que servía de cenicero común. Cigarrillos “Continental”. Áspero tabaco. Mate amargo. Cooperativismo. C.O.T.A.S., Cooperativa Obrera de Transporte Automotor Santafesino. La integración de cuotas, el crédito a soñar. Pelear por esas ideas. El cooperativismo es solidario, es mas justo, es mas humano, es mas cristiano. Es más.
En esa pieza el compañero que acaba de despedir le habló de la Secretaría de Trabajo y Previsión, de viajar a Buenos Aires. Peso sobre peso. Primero colectivo a Rosario, tomar el que hace la combinación y allí, desde Rosario Norte, el tren a Retiro. Las glicinas aquellas se mezclan, en su evocación, con el aroma de los azahares y el fuerte olor del tabaco correntino, apenas teñido. Y los fósforos ranchera, papel encerado y retorcido, espalda de arena pegoteada en la caja de cartón azul, para raspar esa cabecita de azufre trabajado. Otro olor que recuerda: el fósforo raspado y la mano, ahuecada, para frenar el viento.
El viaje es sencillo cuando se llevan esperanzas. Nada más liviano e inatajable que un hombre esperanzado.
Si tuviese que contar las cosas diría que lo único que había en aquellos años de injusticia, era eso: esperanzas. Dinero poco, trabajo escaso y mal pago. Esperanzas todas. Las propias, las de los hermanos, la compañera, los hijos cayendo o al caer. La vieja, la mínima casa compartida y la idea: crecer. Casa, heladera, cocina. Una mesa grande, una comida de todos un domingo. Comida para todos un domingo. Empezaba a entender de cromados, chapas dobladas, enlozados. Escuelas Técnicas de Capacitación Laboral. Todo vuelve al mismo sitio. El amigo que se fue insistía: con estas escuelas los chicos tendrán otro destino. Viene el mundo de los técnicos, negro. Eso diría, si tuviese que contar las cosas. Nadie pregunta por el pasado a quienes vienen del ayer. Advierte, con pesadumbre, que hoy, al pasado, prefieren imaginarlo solos.
Los recuerdos se mezclan con la memoria y las intenciones. Recuerdo no es lo mismo que memoria y las intenciones cambian los recuerdos, engañan a la memoria. Cuánto tiempo fue el día de espera. Una vida. La ronquera es de la plaza, de los cigarrillos apenas teñidos para perfumarlos o la provocó la noche, el largo viaje, el griterío y la pregunta:”dónde estuvo, dónde estuvo…”
Tenía ganas de orinar y el amigo le dijo “por acá nomás”. Se estrechó contra el tapial. Algunos, que viniendo de lejos llegaron antes, acomodaron sus pies descalzos en una fuente que pronto se tiñó de sudores suburbanos.
En la puerta del cementerio se reprocha los recuerdos, la loca pelea con la memoria, la absurda batalla con las intenciones. Para qué. Por cual razón hablar, Con qué precaución callar. Ahora habrá que hacer un esfuerzo, negro, tenés que ayudar. De un lado están ellos, los oligarcas, del otro nosotros.
La escuela. Los libros de las escuelas. Las nuevas escuelas de paredes amarillas, tejas rojas. Los hospitales, también amarillos, también tejas rojas. Los colchones, la vajilla de la fundación. La razón de mi vida. Los campeonatos Evita. Los intercolegiales. Pascual Pérez. El estatuto del peón rural. El salario Familiar. Delfo Cabrera, sin erre. El salario en blanco. Los aportes patronales obligatorios. Juan Manuel Fangio. El día de descanso. Las horas extras. Las vacaciones obligatorias. Furlong y el Básquet. Pedrito Quartucci. El salario familiar. Las vacaciones pagas. Mary Terán de Weiss. La Red Azul y Blanca de Emisoras Argentinas. Los Pérez García. Los derechos de la ancianidad. Los derechos del niño. Los únicos privilegiados son los niños. La U.E.S. Unión de Estudiantes Secundarios. Chapadmalal.
Sonrió. Sus hijos llegaron a la facultad porque alcanzó la plata para que empezasen a estudiar y después ya no supo cómo pararlos. Como a los recuerdos. Donde hay una necesidad surge un derecho. Ni yankis ni marxistas. La tercera posición. El día del trabajo. El día de la lealtad. La marcha del deporte. Evita Capitana. Los Muchachos Peronistas. Socialmente Justa, Económicamente Libre. Políticamente Soberana. Las jubilaciones por invalidez, las pensiones a la vejez. La jubilación, la jubilación, qué cosa que hubiese jubilaciones, parecía un milagro. El Sindicato, el luto, la asistencia a los actos. Revista Mundo Infantil. Diario Democracia. Descartes. El Tren de la Esperanza. Las motonetas, los taxis merceditas, las pelotas de fútbol número 5, las máquinas de coser Singer. Votan: desde ahora las mujeres votan. Mariscal Tito. Charles De Gaulle. Mao Tsé Tung. Gamal Abdel Nasser. La autodeterminación de los pueblos. Cada hombre debe trabajar para ganarse, al menos, lo que consume. Nadie venderá el trigo sin dejar dinero para el país. Los Ferrocarriles son Argentinos. Primero la Patria, después el Movimiento, finalmente los hombres. Las convenciones colectivas de trabajo. Dos uniformes de trabajo por año. Las horas extras. El delegado sindical. La Confederación General del Trabajo. El movimiento obrero es la columna vertebral del Movimiento Justicialista. La gorra “pochito”.
Cuánto pasó. Cuánto. Cuanto socialista confundido. Cuanto laborista subido a un partido nuevo. Cuánto liberal acorralado. Inspiró hondo. Las explicaciones sobre la justicia social sin resolver. Las explicaciones siempre son después. Cuánto abrazo en los días de evocación. La proscripción. El avión negro. Los muchachitos equivocados. La violencia solo engendra la violencia. Los milicos “hijuna gran siete…”
Un auto trae deudos de un muerto cualquiera, no del suyo, y lo mueve de la puerta del cementerio. ¿Cómo era que se llamaba la puerta del cementerio? Se está poniendo viejo, antes recordaba ése nombre. Antes recordaba muchas cosas. Antes.
Raúl Acosta
Testigo
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada
(
Atom
)
No hay comentarios. :
Publicar un comentario