La generación perdida
Cada diez años la queja aparece: esta es una generación perdida. La confesión abierta no confiere certeza. Usar la década para el planteo de los fracasos generacionales simplifica. Somos aludidos. Pertenecemos. El claro origen autorreferencial descalifica la sentencia. No hay diploma para la verdadera generación sin esperanzas. No estamos nominados.
El propio límite, el techo de la aventura personal, enceguece. Todos pertenecemos a una generación que dejó cosas en el camino. El contrafactismo se vuelve religión. El dogma del hubiera sido es enfermizo (es dogma)
Deberíamos saber cuánto perdimos con cada generación (perdida) y advertir: fracasada no es perdida.
Para los historiadores dominicales hay una famosa en el siglo XX. Aquella década, la infame, se extendió por 13 años (de 6/8/1930 al 4/6/43). Argumento: quienes derrocaron a Irigoyen fabricaron una generación perdida. Cafiero, Alfonsín, Balbín, Jauretche, Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, Marechal, Borges, Arlt, Houssay, Saavedra Lamas, el Teatro del Pueblo nacieron o participaron de la vida pública en aquellos años. Según estas menciones podría decirse: no todo fue pérdida.
En la siguiente la bomba atómica, el fin de la segunda guerra. Los acontecimientos, de allá o aquí, acaban dividiendo el mundo. Menuda década con Hitler, Truman, Stalin, Churchill, De Gaulle, Getulio Vargas, el primer peronismo y Evita a toda velocidad. Es la generación de los más altos poetas del tango. Boedo. Florida. F.O.R.J.A.. Quien puede animarse a mandarla al basural. Quien.
La década siguiente trae la tevé, la muerte de Evita, la caída de Perón, La Revolución Libertadora, la Convención de 1957 y Frondizi. La OAS, la tesis foquista, la de partido, la revolución permanente. Cuba. Hungría. Dura vida que se rifa heroicamente. Años de una épica política que alumbró la literatura latinoamericana, narrar América fue una pulsión regional. El mundo toma nota del pedazo de continente donde estamos.
En la siguiente, que arranca con la píldora anticonceptiva y la Alianza para el Progreso, el territorio propio está invadido. La apertura al contrabando en el sur cambió hasta el bouquet del tabaco. Se convierte en industria la lectura positiva, popular. Eudeba y Mafalda. Se marcha por la canaleta el último proyecto de país nacional industrial, socialmente mas justo (sus actores quedaron retratados intentándolo). Entre 1960 y 1970 irrumpe el proyecto del Partido Militar y Argentina entra en un declive imparable. Nada podía ser peor. No pero si. Si. Lo fue.
Entre 1970 y 1980 la muerte de Perón, el uso de las armas, de la injusticia y el delirio con argumentos políticos destripa el país. Otra vez el Partido Militar. Nada justifica la violencia. Nada recupera las vidas. Nada. Se perdió una generación en esos años. Si y no. Es pregunta y es afirmación. Si fuese totalmente cierto lo que sobrevivió fue el outlet. Son los sobrevivientes tan sólo el resto de una generación perdida. No y si. Otra vez afirmación y pregunta. Los sobrevivientes tienen la obligación de insistir: no es una generación perdida. Tampoco olvidada. Revalorizada en la primera década del siglo XXI. La memoria inhabilitó la pérdida.
En la década siguiente la democracia comienza a lamerse sus heridas y hace recuentos. Es 1983. Empezar de nuevo. Mil años para educarnos y comer (con la democracia). Malvinas, esa llaga sin resolver. Punto. Alfonsín. Nunca Más.
Desde Alfonsín hasta hoy todo es presente.
Quien narre cargará con el pecado original. Vivir al lado del hecho memorable crea trampas del corazón en el relato.
Todas las generaciones, del ‘40 a la fecha, están en funcionamiento. Son gobierno o aspiran a ser gobierno. Reclaman el tiempo perdido (a Proust deberían pedírselo). Gobernantes y perfiles de gobernantes que aspiran el mando por el voto popular en el 2011 corresponden a la década que arranca con Braden o Perón.
Piden sitio político los de Laica/Libre, de la Revolución Cubana y Hungría avasallada. Entre el ‘50 y ’60 fue muy caliente la Guerra Fría. Los dirigentes templados en esos tiempos están vigentes. Ellos también están en las listas para el 2011.
La generación Gynovlar está presente. Es la de Love and Peace. De los Beatles, claro. De Lito Nebbia y Zamba de mi Esperanza. De los bastones largos entrando a la “uni”.
Basta de autonomía universitaria. Bastas de libertades. Todas. El Onganiato abrió los ojos en lugar de cerrarlos. Hay candidatos que vienen de ésa fragua. Una década con demasiadas cosas oscuras y ensayos generales para la desgracia.
Entre el 70 y el 80 aparecieron otros personajes. El mundo estaba terminándose. No fue así. Los que creyeron en el fracaso quieren cobrar su apuesta. No hay lugar.
Las generaciones posteriores al 80 están llegando. Son todos hijos de la democracia.
Hay que contarles el “ayer nomás” porque no tienen ojos que atrasen ni miradas en la nuca. Tampoco maestros. Todos nuestros relatos son parciales, sesgados. En muchos casos maledicentes. Repito a Goytisolo y sus palabras para Julia: “pero tu debes comprender que yo aún estoy en el camino”. Es rigurosamente exacto.
Juegan al fútbol en España (Messi, Higuaín, Agüero) hacen política hereditaria (Pablo Moyano, Máximo Kirchner) crecen mediáticamente con Tinelli (como las hermanitas Escudero) cirujean, cartonean, estudian (en Rosario 70.000 matrículas universitarias en claustros del estado, 50.000 en todas las privadas) no encuentran trabajo, se han recibido de algo y el algo no les alcanza. Se fuman, bailan, miran tv y se hunden en juegos tridimensionales. Viven en las calles. Piden cancha, piden pan, no les dan. Entienden el sexo y la familia de otro modo. Son digitales y tienen todo el siglo XXI por delante. Las explicaciones del pasado los espantan.
No tienen ayer. Todos los hijos de la democracia nacieron sin pasado. Armarlo fue la tarea que nos perdió. Miramos mal. Para la generosidad fuimos de sal
Nosotros generamos a los hijos sin pasado. Son ellos la generación perdida.
Es egoísta, injusto, que reclamemos al pasado. Nada más en descampado que el próximo almanaque.
La generación perdida es la del “mientras tanto”. Hay paco, miseria, sida, desocupación, analfabetismo y descomposición social. Violencia, desafecto, indiferencia. Idiomas diferentes. Vamos a arreglarlo. Lo prometen todas las caras de un espejo inaguantable. Mientras tanto, si de verdad lo arreglamos, una, dos, acaso tres generaciones (décadas, entiéndase: décadas) se perderán en el mar de los Zargazos.
Cada pibe que vive entre los tachos es el que puede reclamarnos por el ayer y, claro está, su imposible mañana.
Entiéndase bien: a la generación perdida la estamos ocultando a sabiendas. No es la nuestra. La generación perdida está llegando a la polis sin ataduras, con violencia y desamparo. La verdadera generación perdida no trae alegría, no da rating ni votos. Mete miedo, genera culpa. Hay que ocultarla. No podemos, sus delegados hacen malabarismo con una pelotita en el semáforo.
Raúl Acosta
Testigo
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