Google+ Raúl Acosta: Los silbidos y el sueño

miércoles, 10 de julio de 2013

Los silbidos y el sueño

Encontrar el pasado en la vida cotidiana es un ejercicio, mínimo y necesario, que trae asuntos que se fueron quedando sin velocidad, detenidos,alumbrados apenas por nuestra más sincera emoción, la del te acordás.


El silbido 


Hay una canción que se llama “el alegre silbador”. Es una traducción, pero el silbido existe. Era. Aún puede ser. Raúl González Tuñón dice que los ladrones, entre sus atributos, deben saber silbar.Qué cosa es el silbido. Al igual que la palabra es viento pasando velozmente por algún lugar. El sonido es eso. La respiración, cuando se oye, es eso.El viento que pasa por algún sitio y provoca sonidos.

Hubo años e infancias donde el asunto era artesanal y pedagógico. Nos enseñaban a silbar. Silbar no es chiflar. Un chiflido no es un silbo. Chiflar no tenía otra utilidad que llamar. Chiflar y nada mas. Silbar era otra cosa. Una canción, una compañía. Era, conjugación del fue y no volverá, y esas cuestiones de la neblina.

Hubo un país donde la gente silbaba por la calle. Este país. El hombre de la bicicleta volvía despacio a su casa. Dos broches de la ropa en los pantalones, para que las botamangas no se enredasen con la cadena (de la bicicleta). Pedaleadas lentas hasta la casa allá, en el fondo de la calle, cuando el asfalto se vuelve tierra apisonada. Gomín y ruedas anchas, caño despintado, cadena que chirria. Bicicleta de laburante. Minga de farolito o timbre. Y el hombre silbando. Albañil, plomero, media cuchara, remendón. Algo.

El silbido, se insiste, es aire a determinada velocidad entubado entre la pared de la cavidad bucal, la lengua, la fuerza del viento desde los pulmones. Según posición de todo el aparato la potencia, el color, la entonación. Hay gente que sabe silbar una melodía en fa sostenido, supongo. Si es que la partitura requiere el fa (sostenido)

Desde las obras en construcción los albañiles silbaban a las muchachas. Así era. Después venían los piropos, otra institución inexplicable. Un país donde es necesario explicar Chaplin, Sandrini, Olmedo, el no matarás y no robarás y la Cuaresma es una tarea descomunal explicar el silbido de admiración. Fiuuu!. Nada. Imposible. Del piropo ni hablar.

Muchas letras, poemas de las canciones, mencionan al silbido. Algo del alma trashumante, de los pensamientos populares, se escapa en el silbido, ese viento organizado en sonidos. Como todo pensamiento popular no tiene dueño. Canto rodado. El silbido resuelve para dentro y avisa (afuera) que algo se viene cocinando.

Se cuenta de aborígenes (a los que se visita como curiosidad) que no dejan que se les fotografíe . El alma se la llevaban en la foto, decían (acaso aún lo piensan) habitantes originales de algún lugar diferente a la cultura occidental que nos amamanta. Bueno, en el silbido nosotros dejamos que se nos escape algún retoño del silencio acosado.El silbido acosa al silencio, no lo mata. Lo atonta.

Cualquier persona que silba tiene cosas que salen finitas, muy finitas desde su mente, propiciada por ese gran aliado del alma: el corazón. En este país donde nos cobijamos, refugiados de aquel que se nos fue, ya pocos silban. El corazón, el alma, el silencio acosado. Todo se ha perdido por nada. Francamente: por nada. Ya nadie atonta al silencio.


El sueño


Dime cómo duermes y te diré como será tu día y ojito: como fue también se sabe. El que duerme solo es una cosa. Dormir con otro cuerpo cerca es diferente. Es muy, pero muy otra cosa. Hay mucha ciencia indicando la diferencia entre dormir y soñar. Y claro que no quieren decir lo mismo. Ya Calderón de la Barca hizo una propuesta psiquiátrica: la vida es sueño.

Dormir acurrucado, en posición fetal, es una historia que cualquiera imagina. Imaginar al otro durmiendo es posible si se trata de un hijo, un bebé en el otro cuarto, mejor y mas alto para alguien en el otro extremo del mundo. El amor permite dormir lejos pero unidos, pero ese es el amor y estamos hablando de sueños y dormideras.

En las noches en los hospitales el resplandor de la luz afuera, en el pasillo, trae sonidos y el sueño es liviano para los acompañantes y con suspiros para los pacientes. Se duerme y se vigila. Y se sueña. Siempre se sueña. No hay mañana si no se sueña y muchos siguen sosteniendo que quien no sueña atrasa, acongoja, ha muerto un poco.

Hay mucha literatura, información de valor científico, sosteniendo las ondas en el cerebro y las distintas profundidades del sueño. Gardel y Lepera, mas sencillos, indicaban…”el músculo duerme, la ambicion descansa…”. Un tipo, desde Viena, trepanó al mundo con el crimen de la vida: el Edipo y nos descompensó con el secreto de la noche: el sueño.

Es distinto el sueño, la noche, dormir en la montaña, en el llano, en un tren (en Argentina esto es un imposible, habría que tacharlo) que dormir abrazados y cansados, no se si me entienden… ejem.

Hay un sueño, uno solo, una sola forma imposible del sueño, cuando dormir cuesta y cuesta. Un solo sueño imposible. No lo aconsejo. No lo deseo, pero se lo ve, en muchas de estas noches uno ve el sueño que no es, que no se le desea a nadie, y el verbo dormir en retirada, como con culpa de vidrio roto.

No debería pero si. No deberíamos pero aceptamos. El tipo que duerme en la calle, con todo lo suyo allí donde no debería ni deberíamos. Allí. Ni Freud ni Gardel, ni abrazo sincero y amorcito, ni vigilia en el hospital, ni paisaje en la ladera de la montaña ni cánticos previos en la fogata de las guitarreadas del verano. En el puro suelo y solo. El Universo no tiene estrellas, las perdió todas y no deberíamos tener calma con el suceso. Home Less es un anglicismo demasiado simple. No lava las culpas, pero tampoco nos quita el sueño. No señor. Lástima de vigilia sin remordimientos. Lástima.

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