Google+ Raúl Acosta: Mi amigo Juan

miércoles, 15 de enero de 2014

Mi amigo Juan

Horacio Salas recuerda a Juan Gelman en La Vereda de Enfrente

  

- Horacio, dije yo, abriendo el programa, que hay una suerte de parnaso donde están Borges, Juanele y Raúl González Tuñón, y que después, en la contemporaneidad, hay dos personas que se merecen una altura, que son Juan Gelman y vos.

Muchas gracias por ponerme a esa altura.

- Y hay un hilo común que es poesía que se puede empezar a leer entendiendo las palabras, el sentido es el que le vas dando, hay un armado… No son herméticas, ni la poesía de Juan ni la tuya. ¿Qué miraste vos de Juan? ¿Qué hay de Juan en Buenos Aires?

Yo vi poco porque estoy caminando muy poco porque estoy muy enfermo de la columna. Pero mucha gente me llamó, amigos míos que saben la importante e íntima relación que tuve con Juan desde hace más de 50 años. Fuimos compañeros de trabajo en distintas redacciones, alguna vez uno escribía por el otro, y todo eso hico que nuestra amistad fuera muy grande desde los comienzos, yo te diría 1960, que nos conocimos. Hemos seguido con esa amistad más allá de las diferencias ideológicas, políticas, que las tuvimos sin ninguna duda, pero la amistad siempre estuvo por encima de todo.

- Yo rescato eso, Horacio, e hice la aclaración porque, más allá que mi afecto por vos es muy grande, a Juan lo traté poco y en crisis. Pero lo que veo es que había una preocupación por el idioma y no se les escapaba, ni a él ni a vos se les escapa Buenos Aires como personaje.

Yo siempre, desde un lejanísimo libro que escribí en el año 68 –imaginate cuántos años hace-, yo digo que la relación de la poetas con Buenos Aires, y yo tomaba antiguos, es la relación de un hombre con su amante. Y la ciudad era nuestra amante. Y yo la sentí siempre así, y cada vez que andaba por los barrios sentía que estábamos haciendo una visita a nuestra novia de la adolescencia.

- Qué título ‘A la sombra de los barrios amados’.

Maravilla.

- O aquel de Portogalo, ‘Poema con habitantes’.

Portogalo tiene un poema que empieza elogiando ‘las parecitas de los barrios que tienen almas como los niños’. A mí siempre me pareció precioso ese verso.



- Horacio, claro que más allá de las diferencias en el comportamiento político y las diferencias políticas. Yo digo que viene una historia de Borges, otra de Juanele y otra de Tuñón, y que por allí son primos Juan y vos.

Sí. Nos conocimos cuando éramos chicos. Él me llevaba 8 años, pero de todas maneras nuestro trabajo, nuestra amistad… Hoy conté por un canal que había una imagen seria, perturbada, triste, dolorida de Juan, bastante lógica porque le habían matado toda la familia, pero de antes que se produjera toda esa tragedia, y la tragedia argentina incluso, Juan era el tipo de mejor humor que yo conocía. Y os había llegado a dos lugares, alguna redacción en la que estábamos juntos y a la librería de Héctor Llano, y estábamos esperando que llegara porque siempre llegaba con un nuevo chiste, nos hacía reír. Claro, la tragedia argentina hizo que el humor quedara atrás, naturalmente. Pero también es parte de mi recuerdo, mi querido recuerdo de él. La última vez que hablé con él fue en México, en Buenos Aires no lo pude ver porque no puedo caminar, pero realmente mi cariño es… Empecé a sacar libros de él, dedicados, y siempre hay una palabra que dice ‘cariño’, siempre la palabra cariño, amistad, está entre nosotros dos.

- Si por esas cuestiones de los profesorados que uno no ejerce pero le tocan dicen ‘Don Horacio, deme alguna razones para leer a Juan’.

Yo creo que es un hombre que cambió el castellano sin rebusques, sin hacer malabarismo, sin inventar más que palabras que inventa la calle también, verbos que inventa la calles. Él fue un transformador de la poesía en castellano y de la poesía argentina. Yo hoy decía que fue un cultivador de la poesía de riesgo porque él se arriesgaba a todo. Tiene un libro que son poemas dedicados a San Juan de la Cruz y Homero Manzi al mismo tiempo. Por supuesto, a cierta gente la debe haber enloquecido, cómo va a meter a Juan de la Cruz y a Homero Manzi. Él era capaz de esas cosas y las hacía bien. Eso es lo más importante de todo. Además creo que para conocer el lenguaje de Juan cualquier libro basta. Pero hay algunos que a mí me gustas más, como por ejemplo ‘Interrupciones II’ es maravilloso.

- Yo me quedo con algunos poemas de ‘Gotán’ y ‘El juego en que andamos’, por el momento en que fueron escrito. Y por supuesto ‘Los poemas de Sydney West’

‘Los poemas de Sydney West’ a mí me encantaron. A varios los conocí antes porque como éramos compañeros en la revista Análisis de pronto me traía tres o cuatro poemas a mano que los acababa de escribir. Era de una producción monstruosa.

- ¿Argentina le debe algo a Juan?

Sí, claro que le debe algo. Todos le debemos algo a Juan. Así como todos le debemos algo a Borges. Juan fue como una quiebra con el viejo lenguaje pero no para hacerlo inentendible, sino una quiebra con el viejo lenguaje diciendo ‘todo vale, todo se puede hacer’, y además le decía la lector ‘quiero que vos lo entiendas’. Yo siempre sentí que eso Juan lo escribía para mí y me gusta que los lectores puedan pensar que es un poema que está escrito para uno.

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