Google+ Raúl Acosta: Gerenciar los derechos humanos

miércoles, 21 de mayo de 2014

Gerenciar los derechos humanos

Nota de opinión publicada en diario La Capital

Una cuestión importante en el desarrollo de la Argentina moderna, la de la segunda mitad del siglo XX y este que transitamos, el siglo XXI, han sido los derechos humanos.

La primera aplicación popular de los derechos aparece con el peronismo. Los derechos del niño. Los derechos de la ancianidad. Sostener los mismos fue caro a la liturgia y el relato peronista. Fue su conquista.

No hay un comprobante de texto, pero tampoco hace falta. Atribuida a Perón la frase es rotunda. "Conozco una sola clase de hombres, los que trabajan". El peronismo se define. Es Evita, en el plano de las atribuciones, la que trae dos eslogan que condensan el Estado Peronista. "Allí donde hay una necesidad surge un derecho". "Renuncio a los honores, no a mi puesto de lucha". Reales o ficticias. Ya poco importa. Están dentro del relato del peronismo.


El peronismo, de un modo sesgado y muy ostensible, plantea un nuevo país. La Nueva Argentina. Es una propuesta inconclusa, una deuda que acumula relato, anécdotas, parte indivisible de la historia y de la tragedia nacional, arrumbada en el fondo de saco de "El Movimiento".

"Para los enemigos ni justicia". La advertencia no es original, simplemente es aplicable a cualquier peronismo, este, ese o aquel... A cualquier "estalinismo". A cualquier resbalón del Estado de Derecho. A cualquier gobierno totalitario.

Es en el plano de los gremios, de los trabajadores, donde los derechos se convierten en sujeto esencial del Nuevo Estado. Agremiación. Cuota sindical. Indemnización por despido. Vacaciones. Salario familiar. Aguinaldo. Participación en las listas de candidatos. Sindicato único. Rol esencial en las políticas de Estado. Es el obrero argentino quien más pronto forma parte de la administración de la cosa pública. Hay países cercanos donde esto no sucedió hasta bien entrado el final del siglo. Otros donde aún no se alcanzó. Cuando Graciela Camaño, en un congreso de mujeres de ATE, dice: "Chicas, no soy feminista, soy peronista", termina por definir una concepción sobre el rol de la mujer. Es desde Evita y el voto femenino desde donde sale el nutriente para la rotunda definición.

No es el peronismo un pergamino de santidad. También es cierto que no hubo desarrollo social sin el peronismo como eje. No hay remplazo para el peronismo como motor de los movimientos que la sociedad argentina realiza. Estamos detenidos en un punto. El mundo siguió. La tragedia nacional se agrava, muchos ven la falla y se abusan. Usar al peronismo ha sido el camino de todos.

El peronismo es el actor social que más avanzó sobre la participación. Es el peronismo el que propone todas y cada una de las conquistas de la sociedad argentina.

Algunos de los más importantes horrores de la sociedad van de su mano. Pedro Aramburu y José Rucci son asesinatos que el peronismo debe contar en su balance. La lucha armada también le pertenece. Claro que no en soledad. En definitiva es el peronismo el mal y el bien en partes desiguales y abiertas al balance. No ha cerrado su cuota de participación. El peronismo sigue, cada día, haciendo historia. De los 9.000 muertos contabilizados por encierro, tortura y muerte es el peronismo basal el más atravesado por la locura asesina.

Nunca miró bien el peronismo las instituciones de "la Paz". Las locales y las internacionales. Supuso a cada una de ellas como un manto protector, el encubrimiento de una oposición que apuntaba a denunciarlo, paso previo a derrocarlo. El peronismo convive con gestos de revolucionario y actos de la más enfermiza paranoia. Tiene de revolucionario el tiempo infinito y el discurso. Nunca le alcanzó. Es el mismo Perón (otra frase) el que dilapidó: "Las revoluciones se hacen con sangre o con tiempo, nosotros decidimos hacerla con tiempo". El peronismo definió su paranoia con una frase típica: "Ni yankis ni marxistas, peronistas".

Derechos humanos si. El presidente Raúl Alfonsín, en el acto de más arrojo que se recuerde, con los militares con territorio, armas, capital y soldados los enjuicia. Antes una comisión (Conadep) investiga y esclarece. Poco peronismo en ambos casos. Parecíamos un país.

Derechos humanos no. Después de Kosteki y Santillán (y la tapa de Clarín) el peronismo se decide a gerenciar los derechos humanos. No lo había hecho hasta entonces. CEO de la causa Néstor Kirchner. Rodolfo Pérez Esquivel es un Premio Nobel, pero es anterior, no sirve. A Pérez Esquivel no pueden manipularlo para la causa K. No es el punto central. El peronismo, en esta etapa, necesitaba banderas. Los derechos humanos la proporcionaron. Los únicos privilegiados son los niños. Já. Derechos de la ancianidad. Já. Movimiento obrero columna vertebral. Doble já. Cuando Hebe de Bonafini y/o Luis D'Elía insultan a la Corte, insultan políticos y son protegidos de esta monarquía de baja intensidad todo se aclara. Gerenciar no es defender.

Si se usaron los terrenos fiscales para amasar fortunas, si la función pública es la puerta de los negocios prohibidos, si la presidencia se hereda y la corrupción es estructural, la pregunta es inevitable: ¿defendieron tardíamente los derechos humanos o los gerenciaron para ensuciarlos definitivamente? Las dos cosas. Las dos.

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