Google+ Raúl Acosta: Con nombre y apellido

miércoles, 1 de octubre de 2014

Con nombre y apellido

Por Raúl Bigote Acosta

Nota de opinión publicada en diario La Capital el día miércoles 01 de octubre


La paranoia nacional bajó a las provincias y las ciudades. Ya es la conciencia argentina la que piensa que las cosas que hacemos mal tienen un enemigo externo y un culpable. Un culpable con nombre y apellido. En el 2014 todos somos inocentes. Griesa es un ejemplo del extremismo paranoico donde nos encontramos.

El cuento del relato y las culpas en la otra vereda es moneda corriente. El periodismo es parte. Estamos complicados. No es posible quedar fuera. El que participa pertenece. Todos pertenecemos. No es posible la opinión extracorpórea. Pertenecemos, aunque duela y se ejerza el disimulo para evitar la contradicción: digo que es mala la música pero estoy bailando. Eso hacemos. Bailamos.

Muchos sostienen que son "periodistas" calificando de tal modo su opinión. Consideran superior o incontaminada su forma de pensar, llevando el sustantivo a otra categoría. No hay tal. Periodista no es una palabra ni un oficio que vacune contra la subjetividad. Vivimos y con eso alcanza para saberlo. Somos arte y parte. Acusar, con nombre y apellido, por haberse contagiado el sarampión no lo cura.

En el país la aparición de un hombre de palabra balbuceante, al que se eleva a la categoría de líder, ideólogo y heredero es demasiado cercano a Costa Pobre, el país que los Sofovich inventaron para que reinase el "yeneral González" acaso la más premonitoria biografía de todos los populismos a la marchanta. No se resuelve un país adjudicando todo el bien y el mal de modo personal.

En la provincia la definición del doctor Oscar Fayt es demasiado rotunda: con buena técnica y protocolos rigurosamente científicos el embarazo no es ficticio, imaginario, histérico o ectópico. Es o no es. La sangre lo define con sus marcadores y listo.

Jugar a que el pariente de un líder está o no está complicado en robo y venta de bebés es atrevido. También de una inusitada maldad. De nada vale aclarar que mañana, si es mentira, se pedirá perdón. Cualquier comunicador sabe de estas cosas. No hay olvido ni perdón después de una primera plana. Por las dudas. El doctor Fayt es una de las más importantes autoridades del mundo en reactivos y protocolos. Por su especialidad tuvo sus líos. Debió lidiar con la peor de las maldiciones. Según sus análisis el fin. "Tenés o no tenés sida". Deberían preguntarle cómo terminar con la charlatanería de los análisis truchados. En LT8 lo hicimos. La justicia es más que un MdeC. Es otra cosa.

Debemos hacernos cargo. El juego de las libertades es y debe seguir siendo absoluto. De qué sirve, a un rapto de bebés, posterior desaparición, el irreal viaje a España, las cunas compradas para mellizos comprados que alguien "mejicaneó" , de qué sirve montarse en la impotencia ajena y el futuro político de un pariente que ni siquiera ha sido acusado. De qué sirve hacer juicios definitivos por teléfono y desde la distancia. Siempre. Nunca. Todos. Demasiadas palabras absolutas. Y, finalmente, de qué sirve si todo puede ser o es una alucinación incitada, trabajada día a día sobre una mentalidad permeable. Los nombres propios no alcanzan a tapar el disparate de condenar a una provincia a la categoría de mafiosa y robadora de bebés. Insistimos. Todo sirvió al disparate. Todo menos un análisis científico.

Los nombres de quienes participaron y participan de este caso ubican a famosísimos abogados partícipes una vez, un día. También a incontinentes activistas puestos en la política partidaria sin la más mínima disciplina: informarse primero para informar después.

La seducción de los nombres propios y la propia marquesina deja ciegas las modestias más juramentadas y las conductas más premiadas. Descubrirle una cadena de departamentos mal alquilados a un conocido juez es una cosa. Decir que una provincia es territorio narco, de robos de bebes, de "prostitución y rufianismo" es metafísico y químico. De mala química y peor sinapsis.

El juego de lo sabe o no lo sabe en la ciudad de Rosario da para la comicidad. Las gatitas, tan mentadas y comentadas, permiten el juego. Quién lo sabía. Quién no. A quién le metieron el perro. A quién le dieron gato por liebre, con quién jugaron "como juega el gato maula con el mísero ratón". Quién tiene un gato de porcelana para que no maúlle el amor. Todos sabíamos todo. Nadie sabía nada. Fuenteovejuna al vesre. Si trabajaba o no trabajaba partidariamente es lo mínimo a resolver. Lo máximo es lo único. Sabías y te callaste. Qué mal. No sabías, que mal. Una persona tan inteligente no sabía que pasaban los gatos por la vereda.

La administración municipal después del perfumado despioje de La Rosa debería tener las espaldas más protegidas. Los descuidos cuestan votos y eso es lo lamentable. Las más encendidas defensas, pongamos la paranoia en todos los pavos reales del mundo, que no quieren que les depilen la cola, son por los posibles votos perdidos, no por el sujeto básico. El sujeto básico es la trata.

Salvar, despintar o pintar los nombres propios es el eje, como si las gatitas hubiesen aparecido después que un adulto joven fuese puesto en superficie.

Pertenezco a la ley 1420, la instrucción laica, gratuita y obligatoria daba otra sociedad. En esa sociedad nos parecía mal que alguien dijese no fui yo, señorita, fue El Niño Pirulo. Nos parecía mal el nombre y el apellido de un pobre infeliz si todos habíamos roto el vidrio jugando a la pelota.

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