Google+ Raúl Acosta: La familia no se toca

domingo, 6 de septiembre de 2015

La familia no se toca

Mirada desde el sur por Raúl Bigote Acosta



(Publicado en diario El Litoral, 06 de septiembre de 2015)


En nuestra provincia, hubo (hay todavía) grupos familiares que acompañaron a la democracia en todas sus formas. Senadurías, ministerios, secretarías, direcciones. Toda la familia en cargos públicos (políticos).

El caso de Delfina Rossi, una de las herederas de Agustín Rossi, el político de la provincia de Santa Fe nacido en el norte y resuelto políticamente en el sur, trae a la actualidad el juego de familiares en funciones de gobierno. Hay, en la Argentina, por tanto en Santa Fe, familias enteras con una carga genética importante. Una “sangrecita” valiosa que el Estado no quiere desaprovechar. Así aparecen grupos familiares en la Administración de la cosa pública. El punto G, en este entuerto es el displacer de los funcionarios opositores por acompañar las denuncias periodísticas. El caso de la niña en cuestión es relevante para los medios periodísticos. No es el único. La falta de reprimendas exacerba la impunidad. Delfina Rossi es impune. No es la ley quien debe punirla, es la sociedad política que esquiva, soslaya el tema o, directamente, lo olvida. Mal, muy mal. Pero real.
Quedan fuera de estas evocaciones los hijos de políticos que se han expuesto a la compulsa popular. En esos casos, los votos deciden herencias políticas. Ejemplo: Ricardito Alfonsín.

En nuestra provincia, hubo (hay todavía) grupos familiares que acompañaron a la democracia en todas sus formas. Senadurías, ministerios, secretarías, direcciones. Toda la familia en cargos públicos (políticos).

Que una hija, un sobrino, alguien de extrema confianza familiar acompañe desde la privacidad de una secretaría (privada) quita cuestionamientos sobre nepotismo y coloca el asunto en estos términos: “Sólo confía en sus familiares”. Va de suyo que el secretario privado se irá con el funcionario. Ni bien ni mal.

Simplemente sucede y se entiende.

Los dirigentes han hecho, de la política, una cuestión familiar. No todos, no siempre, ni para siempre. Los nombres están. Es divertido advertir que quienes ayer denunciaban hoy copian el sistema.

Una suerte de escalafón genético sostiene la burocracia y resuelve las economías familiares. Una ley de Lavoissier rarísima acompaña el tema.

Todos se quedan, nadie se transforma. Desde aquel emperador romano que elevó el rango de su caballo, a estas prácticas menos agresivas, el asunto se optimizó, ha tenido mejorías.

La máscara de Fernando VII tiene su razón de ser en el Bonaparte borracho que su hermano mandó a la península. Para una historia nacional pre-revisionista y pre-relato aquella ofensa del Pepe Botella, ungido como capo en Iberia, fue una causa probable de los actos de Mayo de 1810. Napoleón era claramente nepotista. El nepotismo trajo la Revolución de Mayo. Ja.

Con mucha más sabiduría que alegoría, Perón mandó a su hermano Tomás a dirigir el Zoológico. Perón da la talla por donde se lo mire. Evita cogobernaba. Vamos, que en muchos asuntos reinaba.

Mientras duró, la yunta brava de los Kirchner se repartió tareas. Había/hay tantas áreas disponibles que la hermanita K acumuló funciones, bolsones y planes. Todos los sobrinos, hasta de segunda sangre, dependen del Estado. Es posible pensar, si fuesen muy capacitados, dónde llevarían el país. La naturaleza suele acomodar, en sus programas, un plan B más indulgente. Aquí lo aplicó.

Confrontados con el “porqué” del nombramiento de su hija como directora de un banco del Estado, tanto Agustín Rossi, como Aníbal Fernández (tal vez un padrino o simplemente un vocero de la jefa, que de hecho firmó la competencia de la niña Delfina) hicieron referencia a la juventud y el conocimiento. Claramente, apuntaron a que la legalidad existía y que el grado de conocimiento, su CV, avalaba una decisión para nada ajustada a derecho de escalafones, concursos y equilibrios.

El asunto de la niña Delfina, en la provincia, su provincia, brilló (por su ausencia). No se quiso atacar al gobierno nacional, tal vez. Puede ser; finalmente al progresismo sólo lo divide una formulación de bolsillo. Unos se dicen progresistas y roban. Otros exhiben, como logro, que no han robado ni tienen denuncias por corrupción. En ambos casos, la verdad los asiste: ¿qué pinta en estas cuestiones el rubro familia? Nada. Es otra cosa.

Que las diversas variantes del pejotismo provincial callen la crítica al nombramiento de la niña Delfina es simple disciplina partidaria. Para el delegado regional de la Jefa, es silencio, es salud. Por lo menos eso. El peronismo no habla de nepotismo.

Maravilloso juego de vocales. “Pejotismo”, peronismo y nepotismo las contienen en el mismo orden. Egoísmo también. Complicidad no. Para nada.

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