Publicado en el diario La Capital, 28 de diciembre de 2016
Miércoles 28- Junto al mar. Llueve. Un día sucede. Llueve y la ciudad de MDQ, como todas las ciudades de turismo, no se siente cómoda.
MDQ, es decir: Mar del Plata no vende lluvia (ah, repito la explicación, es un código aeronáutico, como ya existía una MDP en su jerga de iniciales los muchachos de los códigos en aeropuertos le pusieron MDQ, ¿se comprende?)
Que se entienda, un sitio turístico puede defenderse de la lluvia pero nadie dice visite Mar del Plata, venga a ver llover desde su habitación en el hotel o el departamento de 1300 pesos el día (amueblado) para que duerman 5 donde solo entra uno y no muy gordo.
Hay gente que insiste que si llueve y hay imaginación se puede soportar y hasta encontrarle variantes al suspiro y es cierto: con imaginación el cielo raso es una nube y la ventana un ventanal, pero la vida familiar no es la misma cuando llueve y se terminan los juegos de mesa y las salchichas con puré. No se usa una semana de la vida para una prueba de Gran Hermano a domicilio. No fue eso lo planificado pero lo dicho: sucede. Llueve.
En Güemes, en Alem, en el centro de la ciudad hay locales de autitos, de mini tragamonedas y mini calesitas y ruido y choripán (no, choripán no, panchos, ice cream, jugos, cajitas felices) pero eso es parte de las previsiones de los empresarios de sitios veraniegos que ofertan planes para la tarjeta imantada. Carga de 75 pesos por 50. Oferta.
El combo de maíz pororó y calesita no baja de los doscientos pesos por bandolero infantil. Calculado con el viejo ábaco. Por tres forajidos en edad primaria o menos, 200 pesos por hora c/u. No es poco. Claro que está el cine. Hay que llegar y hacer la cola. Es el mejor refugio. Oscuro y entretenido. Silencioso (un poco). Cuando termina la peli el sistema nervioso, el aparato muscular, las ganas contenidas disparan a los chicos por los pasillos de la Galería donde están las salas. Grato porque uno los ve correr. Desapacible para quienes se habían refugiado de la lluvia para, solamente y por un rato, mirar vidrieras sin obligación de compra.
Hay otra lluvia. El día de lluvia para solos y solas. Para adultos mayores. Parejas que vinieron a mirar el atardecer junto al mar y esa caminata es parte de una apuesta de vida que la lluvia complica. La lluvia sin púberes reivindica lo que sostiene Borges en “La Lluvia”, su fenomenal soneto (aconsejo lectura y, si se puede, escuchar la versión de Miguel Poveda, un cantaor flamenco, sobre música de Pedro Guerra, musicalización que es altamente recomendable) Borges dice “… cae o cayó, la lluvia es una cosa que sin dudas sucede en el pasado…” Es un adictivo de nostalgia la lluvia. Eso asegura. Snif. La lluvia cambia el proyecto, detiene los planes, es “minuciosa” y humedece las ojotas, los anteojos y el reloj.
Hay sitios donde no se cobra el día lluvioso en el total de las estadías. Si no hay sol no se cobra. Es una máxima apuesta en Turismo. No son comerciantes argentinos los que tienen esa conducta, son empresarios en serio. Usan Pos Net siempre. Si venden sol y playa y no están visibles, no del modo imaginado, uno no ha vendido nada y cobrar por lo que no se vendió tiene judicialmente un nombre. Aquí se encogen de hombros y tiene otro nombre. Mala suerte. Perdiste y listo.
La ciudad tiene otras respuestas. No hay bocas de tormenta tapadas en una ciudad con muchos desniveles y esquinas con badenes. No hay cortes de luz y allá (Rosario) o acá (MDQ) la gestión ha descuidado las calles y la lluvia arrastra el maquillaje del pavimento y la catarata de insultos abarca todo el árbol genealógico municipal. Está mal. Los baches son muchos, también está mal. La actual municipalidad (PRO Cambiemos) pierde, día por día, los votos y el entusiasmo con el que se la recibió, pero esa es otra historia. Los turistas no votan.
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