Google+ Raúl Acosta: Adoquin #AntesQueMeOlvide

martes, 23 de mayo de 2017

Adoquin #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital


¿De que hablamos cuando hablamos de adoquines?  El diccionario, como siempre, define y desobliga; desde allí en adelante somos nosotros los que definimos…”del árabe clásico dukkān al árabe hispánico addukkín o addukkán y luego a nuestra lengua como adoquín, este concepto alude a una piedra a la que se le otorga forma rectangular para que pueda emplearse en el desarrollo de empedrados. Los adoquines suelen utilizarse en la pavimentación de las calles…"

El profesor de una vieja materia (física y quimica del colegio secundario) nos decía, ante la falla en la tabla periódica o yerros similares, que no fuésemos adoquines. “No sea adoquín, mi amigo…” en alusión a la piedra, a su formato y lógico: a su dureza. Adoquín por bruto y vago. Según.

Porque otra forma del insulto, ante la lentitud de la compresión, está en la generalización: “ no seas cuadrado”.

Nada que la pedagogía moderna, las leyes de la educación siglo XXI y la indulgencia no condenen.

El adoquin era conocido de dos  maneras. El rústico, grande, que se sostenía en su paisaje desparejo y el mas fino y regular, que se acomodaba en calles mas asimiladas, mas placenteras para la dura rueda de la bicicleta y los tacos altos de las niñas, verdaderas víctimas de su existencia.

Las calles, según cuenta la leyenda, eran de adoquines o de Mac Adams. De donde viene el “macadam”, ese prolijo asfalto de mezclas petroleras y cementos refinados. Resbaloso e inmortal. Es otra historia.

En rigor si no existiesen filtrados en sus bases y, si nadie revolviese estas bases, si las calles no tuviesen agujeros, baches y rellenos porque caramba, nada es eterno y mucho menos los caños que por debajo de las calles llevan nuestra misteriosa vida de deshechos y desperdicios, si no existiesen los desequilibrios de las bases los adoquines serían tan eternos como la piedra original. "Como el agua y el aire..."

Para ser exactos los adoquines son eternos y donde se los lleven, al quitarlos de las calles, seguirán cumpliendo su destino pedregoso.

Conozco un caso, uno solo, de la imitación perfecta del adoquín. Con durmientes de quebracho de las viejas vías un profesional amigo, rompiendo varias dentaduras de las sierras de carpintería, modeló un espacioso living de una casa de campo con adoquines de quebracho, adoquines cuadrados de madera que asentó sobre un contrapiso de cemento y selló con el alquitrán que fija para siempre (hasta el próximo sol del mediodía) las juntas del asfalto. Aún lo insulta la señora. Hermosa fotografía, imposible caminata.

Este ingeniero entendió, tal vez como causal de divorcio, que los grandes adoquines son eternos y desequilibrados. Que ése es su secreto.


Fonseca el apellido de aquel profesor del secundario. Está fresco el apellido porque en la última reunión de ex alumnos alguien, después de la décima botella de vino malbec, propuso que lo mejor, lo justo sería denunciarlo por Bullyng. Todos adherimos. Salimos raudos rumbo al cementerio. El profe hoy tendría 130 años. Apenas la infancia para un adoquín

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