Google+ Raúl Acosta: Pucho #AntesQueMeOlvide

viernes, 23 de junio de 2017

Pucho #AntesQueMeOlvide


Publicado en el diario La Capital

“Me olvidé los puchos”. “No traje puchos” . Antes el tango: “con el pucho de la vida apretao entre los labios…” (Cepeda) Y otro tango: “ y hoy que no vale mi vida ni este pucho del cigarro, recién se que son de barro, el desprecio y el rencor” (Manzi)

Un argentinismo, un lunfardismo, un pedazo de quechua puesto en el slang del puerto. El pucho es el cigarro o, como dice la real academia: el resto del cigarrillo que se fumó.

Pucho es también un trozo pequeño, un “puchito”. Un raro sustantivo que no lo han vuelto verbo tan fácilmente. Puchear.

Hay un personaje de los dibujos animados verdaderamente nacionales. Pucho, creación de García Ferré, a quien no se lo ha valorado como corresponde por una razón de colonización cultural demasiado evidente como para que duela. El gallego no  fue de la troupe de Disneylandia.

El pucho, referenciado como sinónimo de cigarrillo, es el mas usual. El que usábamos. Los cigarrillos son los puchos y la inversa también es tóxica.

El cigarrillo, los puchos, eran parte de un  curso de hombría que incluía la primera tos, los ojos irritados y esa rara sensación en la garganta, la aspereza en el fondo, yendo hacia el pecho y un extraño sabor en la boca. “Fumar es un placer, genial, sensual…” Algunas canciones son mentirosas pero Marilyn sostenía un ideal. “Un wisky antes y un cigarrillo después”. Che, era Marilyn.


No se fumaba delante de los padres… ¡que fumaban! Se compraban pastillas de menta, enjuague bucal, se aireaba la habitación, se agitaba la ropa para esconder un  imposible: el olor del tabaco, del humo de tabaco que impregna todo.

Por simple razón de antigüedad conocí un vicio sin filtros. Los cigarrillos con filtro (que hacían menos mal… ja) son posteriores a mi entrada al pecado. Las boquillas no. Las espantosas, a las que se cambiaban los filtros, todos mugrientos y olorosos ( se compraban repuestos de filtros, puaj) y las que se usaban y tiraban; boquillas descartables, un adelanto. El filtro de las pipas, de metal retorcido, se lavaba para sacarle ese alquitrán pegajoso. Un asco. Cuidado. Aún dan vueltas las imágenes de una mujer fatal, con el pelo caído sobre un ojo, un vestido súper ajustado, un tajo sobre la falda y la larga boquilla blanca con un cigarrillo humeante. Una escena clásica es la mujer que no tiene cómo encender el cigarrillo y el galán que se lo enciende. Oiga, me da fuego…

El impuesto, y la mala costumbre de  la toxicidad civilizada, han hecho del tabaco una adicción legal y muy rentable. Un ritual. Una historia. Recuerdo los avisos de hombres rudos, en labores duras, fumando. Hay cambios de paradigmas. Hoy no se publicita el cáncer de pulmón como antes. Fumar si, eso se puede, es otra cosa.

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