Google+ Raúl Acosta: Entrecruzamiento #AntesQueMeOlvide

lunes, 7 de mayo de 2018

Entrecruzamiento #AntesQueMeOlvide

Publicado en el diario La Capital el 7 de Mayo


Hay fechas donde las historias se cruzan y uno no puede esquivarlas porque, ya se sabe,  no se puede. El hombre, como especie, cree que decide pero solo acompaña, a veces, lo que se entrecruza sin que sepamos muy bien porqué.
La mañana del 10 de abril, lunes, en la plataforma de Rosario Norte nos encontramos con “el negro” Fontanarrosa. Era un viaje programado. El tren salía a las 7 y llegaba a las 11, 15 a Retiro. Ese día llegó a las 11.
Los viajes en tren tenían lo suyo. Durante 4 horas el traqueteo, el vagón comedor para el rotundo café con leche y el cigarrillo después. Eran años en los que se podía fumar y discurrir en el tren y pensar hoy que en 4 horas estabas en Retiro parece un sueño. Era lo cotidiano.
Ese lunes a las 11, desde Retiro,  partimos en un taxi, raudamente, a Méjico y Azopardo, esquina de Editorial Atlántida. Yo debía presentar a Carlos Fontanarrosa (Director de  El Gráfico y Gente) con Roberto Fontanarrosa, el dibujante humorístico mas prometedor “que la editorial no podía dejar escapar…”
Asombró que al llegar al cuarto piso la secretaria (una rubia natural, pálida y alta, eficientísima y llamada Erika que, cuando no estaba, a Fontanarrosa le decía el “fontanpick”) dijese: “ ah… señor Acosta, pase que Fontanarrosa lo está esperando.,..” Era, por cierto, una reunión pactada, pero tanto eficientismo y diplomacia parecía demasiado. Lo era.
No pude escapar al lugar común, Fontanarrosa, le presento a Fontanarrosa. El negro, como se sabe, no era de diplomacia, protocolo y  agasajos, apenas sonrió y Carlos Fontanarrosa me dijo. “Está bueno eso, déjeme solo con mi tocayo que “chiche” lo está esperando en la oficina de ustedes…”
Recién dos semanas después pude reconstruir el diálogo a solas entre ellos, ya que volví a los 5 minutos a buscar la mochila que había dejado en esa oficina y ya se estaban despidiendo, con la promesa de llamarse. Le dijo (el Fontanarrosa de allá) que le interesaba el trabajo, pero que en ése día no podía atenderlo, que había cambiado la agenda sin posibilidad de escaparse de otros asuntos, que por favor entendiese “ y esas cosas, vos sabés”… me contó el Negro dos fines de semana después en el bar Odeón que, en Rosario, era el bar de verdad cuando Bar El Cairo era de viajantes y señoritas al amanecer… ojito,  algo que no estaba mal, es necesario advertirlo. Nunca está mal visto un sitio donde se encuentran señoritas, esa es una constante como la “constante de Planck”: inatajable.
La conversación con “chiche” fue rápida, volvemos a Rosario, mataron al General Sánchez. Tenemos que salir de Morón, cerraron Aeroparque.
En el auto del “lechero” Fernández, un Renault 12 azul, cruzamos casi todos los caminos y en un “Operativo Rastrillo” el fótografo, con esa intuición que tienen dijo: paremos, que con tanta cana aquí debe pasar algo y “chiche”, además de putearlo, le dijo que siguiese, que no sabíamos si nos dejarían despegar del Aeródromo. Tendríamos que sacar unas fotos y seguir sostuvo “el lechero” Fernández, pero no paró, simplemente siguió.
En Rosario, ese lunes 10 de abril de 1972 nos dividimos la tarea. Me instalé en la redacción de La Tribuna, con “el colorado” Demarco, Reynaldo Svend Segovia, por entonces periodista excepcional, antes de insistir con el humor, y “Nacho” Villamil, otro con tinta (de la mejor) en las venas. Las fotos mas perfectas las proporcionó, en copias grandes, el “colorado Demarco”. La ciudad estaba rara, el centro despoblado, pocos autos, nada de ruido. Fui hasta el Odeón para no encontrar a nadie. Sobre las 5 de la tarde, no en punto, llegué al Aeropuerto de Fisherton. Chiche me insultaba, porque con noche cerrada no volaríamos.
En ese saloncito del Aeropuerto de Rosario una de las caras que mas miedo me produjo fue la de un tal López Aufranc. Bigotito, botas altas, una fusta compadrona que sacudía contra las botas. Metía miedo. Aún hoy lo recuerdo con escozor.
Volamos de vuelta. Llegamos a la redacción para enterarnos que ese “Operativo Rastrillo” era parte del secuestro y muerte de Oberdam Sallustro: que finalmente la intuición del fotógrafo (“dejame sacar unas fotos, es un operativo demasiado grande para ser una boludez”) hubiese sido acertada pero que, acaso, no hubiésemos podido volar a Rosario.
El dibujante Abel Guibe, según mis explicaciones  que eran, nada mas, las que recibí de los que verdaderamente sabían (Nacho Villamil y Svend Segovia) hizo la reproducción de la encerrona y el  tiroteo como Crítica en los años 30.
Las fotos del”colorado” Demarco se usaron todas, pero para tapa usamos la del parabrisas reventado, porque en Blanco y Negro planteaban mas drama.
El negro, según me contó, se fue a “La Giralda”  en calle Corrientes para un segundo café con leche (creo que chocolatada, por el lugar) y se quedó en Buenos Aires visitando amigos. Después aparecieron sus historietas en “Revista 7 días”. Mas aburrida y seria, pero mas tranquila y menos descaradamente lanzada al “coyunturismo” que aquella donde no llegó a trabajar. Donde los cruces de la vida impidieron que estuviese.
Ignoro que hubiese dicho Inodoro Pereyra ante tanta “chica de tapa” de aquellos años de Revista Gente. En cambio se muy bien que hubiese dicho Mendieta: que lo parió Don Inodoro. Las cosas se cruzaron de un modo que dejaron al perro sin habla. Hoy opino que fue mejor.

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