Google+ Raúl Acosta: Fin de la inocencia policial

domingo, 7 de octubre de 2012

Fin de la inocencia policial

Chau, Juan Moreira

Juan Moreira, un personaje de novela, de obras circenses, pasó del siglo 19 al siglo 20 como lo que era: leyenda. La versión de Leonardo Favio lo puso en el cine. Durante mucho tiempo fue una de las películas más vista por los argentinos. La mayor parte de la información sobre el personaje, proviene de Eduardo Gutiérrez, autor de una biografía novelada. Alfredo Zemma, Lía Jelin, Cecilia Rosetto, Enrique Pinti, Eliseo Morán, junto a otros actores, hicieron un estupendo musical: Juan Moreira Supershow. Duró mucho tiempo en el under y merecía más trascendencia. Fue un musical verdaderamente aryentain

Juan Moreira se llamaba Blanco de apellido y su papá fue mazorquero con historia. Rosas lo envió con una carta que, en realidad, era su propia sentencia de muerte. Por eso el cambio de apellido.

En los circos y teatros de campaña la historia de la puñalada por la espalda, que le inflinge el sargento Chirino, fabrica un sustantivo: chirinada. Un cuartelazo a traición es eso: una chirinada. Un golpe militar menor, de escasa trascendencia, resuelto por un sargento.

Su relación con la policía, con las autoridades, con los caudillos políticos, Adolfo Alsina y Bartolomé Mitre, hoy calles conocidas, referencias de una historia francamente centralista, pone en contexto a Moreira. Sirvió al primero, después al segundo. Los caudillos políticos, la policía, el abigeato, la traición, los juegos de azar, la taba, la sortija, el monte, los dados, el robo de propiedades, el desprecio al aborigen, al gaucho, al cabecita, son referencias certeras de la historia menuda de un país, de un folklore de la ilegalidad. Juan Moreira es parte de un entramado que explica nuestra índole. Nace en San José de Flores, vive en la zona de la Matanza, se afinca en Lobos. Su relación con Perón es risueña y macabra. Su calavera era pisapapeles en el escritorio del abuelo del General. Con Moreira se define un típico relato de época.

Su comportamiento con las mujeres es clásico de esa cultura, reflejo de la sociedad que la sostiene. Su mujer es Vicenta Andrea Santillán y su amante Laura, a secas. Su amante principal o fija, claro está. Laura era la prostituta mas requerida del bar, posada y prostíbulo La Estrella (Estrella Federal, obvio). El 30 de abril de 1874, mientras estaba de amores con Laura en el catre, llega a Lobos la partida que integran, entre otros, dos policías de referencia histórica. Enrique O'Gorman y Andrés Chirino, el sargento del bayonetazo por la espalda. Enrique es el hermano de Camila O'Gorman, la que se enamora del cura.

Si alguien va a Lobos buscando referencias de Perón, de la historia verdaderamente nacional, unitaria, encontrará la esquina de Cardoner y Chacabuco; allí estaba el bar, posada y prostíbulo donde fue la partida policial a buscar un sujeto vago y mal entretenido, como rezaba el afiche de la película de Leonardo Favio.

Hay una gruesa línea conductora que atraviesa el país. Nos negamos a mirar lo que duele. Moreno y Belgrano como líderes del desarrollismo. Ellos ya pedían manufactura, valor agregado. Paréntesis: cuando Cristina habla del tema produce alegría. Al menos sabe qué querían en 1810. El sujeto revolucionario: comerciar libremente, sin las trabas del reino de España. Aflige que siga pidiéndose valor agregado, indica que no se consiguió.

En el siglo 19 el país tiende a formarse sobre el comercio de las dos formas: legal e ilegal. Aduana y contrabando. Rosas y los Saladeros definen el qué y el cómo debe manejarse un país. El contrabando y la Aduana en las mismas manos. Paréntesis: Guillermo Moreno es otro que leyó historia. Hasta el perfil de un mazorquero le pertenece.

Otro paréntesis: Gutiérrez es un cronista fenomenal de su época. Moreira es el resumen de nuestro comportamiento en la sociedad. Se inscribe en el relato testimonial, sanguíneo, de aquel siglo.

La ceguera sobre nuestro pasado tropieza en temas terminales. País unitario. El contrabando. La connivencia entre poder político, justicia y criminales nos viene desde el fondo de la historia. No cambió. Se profundizó. Se habla poco, casi nada. Nada.

Esa es la ruta del imaginario colectivo. De lo que somos así nos pese y nos disguste. Venimos de ese paisaje. Un afán de cronistas nos guía a todos. Argentina es un país de verbalizaciones, de anuncios, de cuentos. Todos somos antiguos trovadores que vamos contando endechas de pueblo en pueblo sin advertir que el rol es protagónico.

Policías corruptos mezclados con políticos de igual característica. Jueces que entienden del soborno por ser antiguos practicantes. Ladrones y asesinos que tienen palenque donde rascarse. Prostitución. Juegos clandestinos. Lupanares donde se encuentran (todos) en la noche tranquila de todos los pecados. A la mañana un guiño cómplice. Juan Moreira fue un dato. El viejo Viscacha el filósofo que bajó línea y estableció el piso de degradación donde se comienza sin culpa. Discépolo la conciencia culpable.

Crash. Pum. Patapúfete. Algo cambió. Un funcionario nacional dice que la droga es un flagelo. Caramba, tiene a su cargo el combate. Un diputado nacional sostiene, públicamente, que los comisarios son narcocomisarios y que están asociados a la droga. Dice pero no denuncia. Trovador, no actor. El kiosco de droga, el mayorista, los carteles, las bandas, una organización comercial de llegada de materia prima, producción, distribución, comercialización y venta que definen como perfecta. La protección policial local, nacional e internacional. La espalda judicial. La asociación con países enteros, al menos con sus administraciones. Deportes que se financian con el producido. Universidades. Escuelas, colegios, columnas enteras de la justicia y del ejército como engranajes de una rigurosa y perfecta relojería.

Sorpresa secular. Juan Moreira nada entiende. Su correlato, los que vinieron (vinimos) analógicos y convencidos del pecado de la prostitución y la maldición de la taba culera se dan (nos damos) de bruces con el alto muro de un comercio mundial que requiere otro conocimiento del enemigo. Pregunta. Está claro que el narcotráfico es un enemigo. Insistencia. Está claro que es un enemigo. Si. Un enemigo de orden mundial. Si. Sin vueltas: si. Hoy estamos durmiendo en el lecho que acomodó el enemigo. Los narcodólares valen mucho más que cualquier estampita.

La prostitución infantil, las redes de prostitución infantil. La violación, el maltrato y la explotación también son mundiales. Rosario está expuesta y contaminada. La provincia de Santa Fe está inserta en el mundo. Debido al inframundo de los dos negocios podemos ensayar un adiós. Chau Juan Moreira. Claro que existen los viejos pecados de la sociedad. Claro que si. Su combate no asegura éxito en los dos peleones mundiales que enfrentamos como sociedad. Claro que no. Discurso, armas, herramientas, diagnóstico y remedios equivocados.

Juan Moreira, el juez, el comisario, la Vicenta y la Laura, el indio, el gaucho, el cabecita negra, el fullero del monte con trampas y la taba culera, Perón y la justicia social se corresponden con una historia. Ahora hay otra cosa.

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