Google+ Raúl Acosta: Un cambio de amores

sábado, 10 de noviembre de 2012

Un cambio de amores

Amor y desamor.

Un libro de autoayuda no es lo que se piensa como lectura atractiva. Muchos se inclinan a pensar que un libro de autoayuda es una declinación de la fortaleza y el carácter. Para otros ayudarse solo, con libros así: de autoayuda, es convincente y levanta la estima. Los libros de ayuda, autoayuda, reflexión o testimonios que se vuelven generales tienen venta en el mundo. El convencimiento que no sirven para nada acompaña al autor. Leer y comentar acompaña la sonora carcajada sobre el juramento: no sirven para nada, pero sin embargo allí están. Mas cercanos al tango y la sabiduría popular que a la ciencia su existencia es como sostienen los griegos, desde la realidad para tratar de construir la verdad. Como la frase que de Oriente llegó a la península del Peloponeso: el hombre es la medida de todas las cosas. De la autoayuda y de los éxitos editoriales. También de los gobiernos. Y de los matrimonios.

“Agilmente”. El libro de Bachrach es sobre el hombre y la propuesta del autor es interesante, sugestiva, rápidamente aceptable. El cerebro maneja el corazón, las emociones tienen una base química y las neuronas saben lo que hacen. Libro finsemanero de lectura rápida. Como los buenos perfumes, impregna la ropa y queda. Se lo huele en las charlas de quienes lo aceptaron.

El enamorado tiene un comportamiento similar al adicto a drogas duras, como la cocaína. En sus palabras: cuando el cerebro está enamorado tiene ciertas similitudes a cuando está mentalmente enfermo o bajo los efectos de la cocaína.

De modo atrevido avanza: hay un atractivo genético, nos gustan los genes de la persona que nos atrae y avanza mas: el olor de su cuerpo es, sostiene, ejem, ejem, parecido al olor de nuestros padres.

Tres estadios asegura el libro de don Estanislao. Deseo o lujuria. Enamoramiento o atracción. Cariño o conexión.

Deseo y lujuria. Quiero llenarme de ti. Quiero llenarme de ti (Sandro) La primera etapa la conducen la testosterona y los estrógenos. Llenemos de primavera a la primavera. Ah. Qué años estos, esos, aquellos.

Enamoramiento o atracción. No hago otra cosa que pensar en ti, por halagarte y para que se sepa (Serrat) Obsesionados no hacemos otra cosa que pensar en el otro, ésa segunda etapa la conducen la dopamina y norepinefrina, ambas en alza y la certifica la caída en los niveles de serotonina. Se activan áreas del cerebro dedicadas a la recompensa, otras a la gratificación donde hasta lo dulce aparece (el chocolate estimula sitios similares o los mismos). Se duerme poco, se suspira mas, duelen menos los dolores. El centro que activan los opiáceos es el que se encuentra activado, de allí la deducción. El amor es una droga de felicidad. Una droga buena. Una droga.

Cariño o conexión. Ahora viene el asunto. El autor sostiene que si el enamoramiento está destinado a durar aparece el tercer juego de chancletas. Chancletas no: hormonas. Cariño o conexión. Neruda lo explica mejor: “Aquí está el pan, el vino, la mesa, la morada: el menester del hombre, la mujer y la vida: a este sitio corría la paz vertiginosa,

por esta luz ardió la común quemadura. Honor a tus dos manos que vuelan preparando los blancos resultados del canto y la cocina, salve! la integridad de tus pies corredores, viva! la bailarina que baila con la escoba. Aquellos bruscos ríos con aguas y amenazas, aquel atormentado pabellón de la espuma, aquellos incendiaron panales y arrecifes son hoy este reposo de tu sangre en la mía, este cauce estrellado y azul como la noche, esta simplicidad sin fin de la ternura”. Soneto 53. Neruda sabe decirlo de un modo. Desde otro sitio el asunto es este: Oxitocina y vasopresina. Reproducción y urgencia de una relación duradera son parte del mandato social, mezclado con el mandato animal. Allí estamos. Sugiere el autor que así aparecen proyectos a mas largo plazo. Planes. La vida perdurable.

Explicar el amor sobre estas bases no se sabe hasta que punto servirá cuando de verdad nos enamoremos y mas cierto: de que servirá cuando nos traicionen, nos abandonen y ay, ay, ay, vaguemos abandonados como los muelles en el alba y lloremos cuando nadie nos ve (según Neruda y Serrat respectivamente)

El tema del amor y el desamor es, sin dudas, uno de los grandes motores del mundo. El fuego, el miedo, la luz, la comida y la atracción. El mandato animal la sociedad lo cambia, poco a poco lo cambia. Esa ilusión suele guiarnos. Es la sociedad la que brinda cobijo, quita algunos miedos y soluciona el hambre. Queda el amor. El amor y el desamor.

Pregunta del siglo 21. Estamos enamorados de quienes nos mandan. No se sabe. La delegación de poder que hacemos en quienes nos mandan tiene, de aquella idea del lobo jefe de la manada, un traslado cultural, social, un filtro. Nosotros los lobos obedecemos al jefe de la manada y aceptamos el remplazo por uno mas joven que le muerde la yugular. Es el mandato. Todos, absolutamente todos los que analizan la sociedad arrancan con el hombre lobo, el lobo hombre, la manada y que luego, solo luego se cambia, se frena este mandato y se remplaza por un juego de recompensas, alivios, pactos, tratados, contratos de la sociedad. Interés, conveniencia. Los jacobinos no serían recalcitrantes si tan solo aceptasen que educación, orden, salud y futuro queden en manos delegadas. Hay algo más. El jacobino es un vehemente. Sangre. Afectos. Las hormonas y los genes incidiendo. El gen lobo. El hombre lobo come al hombre.

Cuando delegamos el poder lo hacemos por la ropa, el calzado, la casa y la comida. No es fácil la respuesta. Lo hacemos por miedo, por espanto, por amor. Menos seguro el terreno para la respuesta. Vagancia. Comodidad. Ignorancia. Una pregunta supera a todas en el infinito ignorante donde estamos.. El poder delegado se lleva la capacidad de elegir y se queda, clavado, en situación de dinastía, dinástico entonces o peor: endiosado. Mas claro, elegimos y el elegido se convierte en un Dios que arbitra a su antojo y no piensa devolver el poder a quien lo prestó, enajenó, concedió.

José Pablo Feinmann, que interpretó el amor y el odio a Cristina a través de los varones que la desean y la ven inalcanzable y de las mujeres que saben que, ay, nunca serán como ella, abrió la puerta a ciertas inquisiciones. Deseo o lujuria. Enamoramiento o atracción. Cariño o conexión. Se la votó por estrógenos y testosterona. Cuando. La primera o la segunda vez. Nos comunicamos a biandazos de dopamina y por eso la queremos tanto. La perdonamos. La endiosamos. Ella nos envía dopamina con la cadena nacional y los chiquilines peronistas, sus lobeznos, la reparten a diestra y siniestra. “Esta simplicidad sin fin de la ternura”, dice Neruda. Que amor, que desamor nos une a Cristina. La edad de las preguntas va con la edad de los porqués. Con Cristina pan y cebolla, amor eterno y la vida perdurable. Si. No. Horror. Horror. Feinmann ha escrito muchos libros de autoayuda (suya) Todos los libros nos ayudan. Pero ni todos los libros del mundo nos salvan del amor, el desamor y la tristeza. Excepto una receta, magistral receta. Un nuevo amor.

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