Google+ Raúl Acosta: La muerte de la democracia partidaria en Argentina

sábado, 2 de marzo de 2013

La muerte de la democracia partidaria en Argentina

Marzo de 2013 trae 30 años desde Alfonsín y el radicalismo de Renovación y Cambio triunfante ante el peronismo, complicado con su pasado más reciente: socios del golpe de Estado de marzo de 1976, que expulsaba a la primera mujer presidente de los argentinos por herencia: Isabel Martínez de Perón. Isabelita. La Chabela. Ahora hay otra presidente. La segunda de igual carácter.

El peronismo está en mitad de las tormentas. Todos los relámpagos iluminan su perfil. No se mira Argentina sin mirarlo.

En el 1955 los golpearon y esos militares pedían: ni vencedores ni vencidos. Sabían que no se podía sin el peronismo. Y sabían que en las guerras alguien pierde. Siempre.

Arturo Frondizi los pactó y los traicionó, llevándose puesta la más importante inteligencia de su generación, que sin ética acompañó la traición y la sustitución.

Golpe tras golpe los militares oían a los radicales e intentaban seducir al peronismo y fracaso tras fracaso sus personeros los entregaban al mandato popular, que los condenaba, ejercitando la contradicción de los analfabetos: quiero aprender democracia y si aprendo entenderé que soy culpable. Todo milico es un analfabeto de la democracia por construcción.

El 28 de junio de 1966 comienza el asesinato definitivo de la democracia partidaria. Su muerte muerte. Los militares voltean, en otro golpe de estado, a Arturo Illia. El Presidente radical estaba flojo de votos y alto de principios. Alguna vez los radicales contarán porque confiaron en un médico de pueblo, sencillito y de alpargatas. Cagazo del fracaso por parte de Ricardo Balbín, Miguel Angel Zavala Ortiz y los grandes empingorotados del radicalismo gorila. Tal vez.

En el 1966 aparece un concepto: La política es mala. Aún persiste. De sustantivo se convierte en adjetivo calificativo despectivo. Asombra oir a políticos referirse a sus oponentes, adversarios y enemigos como actores de gestos políticos. Lo usan para descalificar. Esa respuesta es política, sus argumentos son políticos, lo hace por mera política. La maldición de Martínez de Hoz es el virus que aniquila.

Perón anciano, el montonerismo delirante, el milicaje alzado, los metalúrgicos ensoberbecidos y corruptos y los radicales golpeando a los cuarteles trajeron, sobre el 24 de marzo de 1976, el perfeccionamiento de aquello que imaginaron en junio del 1966. Misma raíz, mismo árbol, misma sombra venenosa donde se guarecieron los peronistas torcidos y los radicales truchos. Revisen gabinetes, revísenlos hasta diciembre de 1983. Revisen la CAL. Cancillería. Revisar es necesario siempre.

Desde el 24 de marzo de 1976 hasta las elecciones del 1983 la democracia se hizo fuerte en mitad de su tortura, de su flaqueza. La democracia era el objetivo de todos. La unificación de democracia, libertad, el aire puro y sin censuras ni sombras fue galvanizante.

En diciembre del 83 y comienzos del 1984 la decisión de Alfonsín, solo similar a Nüremberg, pero en mayor soledad, puso al país en su punto mas alto, no repetido. La democracia juzgaba a sus asesinos.

El punto mas ético del radicalismo compartía espacio con sus trifulcas y chapucerías económicas. A poco Argentina se desengañaba del discurso, el bolsillo quemaba. Es la democracia la que trae a Menem pos saqueos o conjuntamente. Es la economía y la consolidación de las crías de Martínez de Hoz la que pone al país sobre el 1999. El disparate del slogan: somos mas que Menem apuntaba a su destino: el disparate.

La consagración de la provincia de Buenos Aires como la dueña del país, resuelta en el 1994, termina por verse desde todas partes. Los porteños la ven.

Asume el titular de un ACV natural, Fernando de la Rúa, traicionado conceptualmente por Carlos Alvarez, su vice, desde el parto. Un inepto y un pecho frío para salvar el corazón democrático. Desbarrancamos. El peronismo como en todos los casos similares: complotando.

Que dice Internet sobre el deceso de la democracia partidaria en Argentina. Leamos.

La crisis de diciembre de 2001 en Argentina fue una crisis financiera y política generada por la restricción a la extracción de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorro denominada Corralito, que causaron la renuncia a la presidencia de Fernando de la Rúa el 20 de diciembre de 2001, y llevaron a una situación de acefalía presidencial. La mayor parte de los participantes de dichas protestas fueron autoconvocados, que no respondían a partidos políticos o movimientos sociales concretos. Su lema popular fue: "¡Qué se vayan todos!". En los hechos murieron 39 personas por las fuerzas policiales y de seguridad, incluyendo 9 menores.

Es la crónica. No dice todo. Por debajo hay más, algo más. Mucho más. La crisis que se volvió visible en 2001 terminó con la partidocracia, con buena parte de las estrategias electorales y, clara, muy claramente, terminó con el discurso político tradicional. Un relato del país desapareció. Puede aventurarse que desapareció el diálogo de dirigente y representados. Argentina no ha salido de esa situación. No totalmente. No como se esperaba y eso puede preguntarse: qué se esperaba después del golpe al contrato social que se concretó en diciembre de 2001.

Kirchner fue un papá. Feo y malintencionado, mentiroso y cruel. Pero cuidado: fue un papá. No hubo otro. Su saldo. No creemos en los políticos ni sus instituciones. Bofetada en la boca, látigo de siete colas, cinto revoleado, cachetadón público, a la cama sin comer. Propició el piquete. Je. Adiós final a la democracia representativa. Son 10 cortando el puente. A veces 8 queman las gomas. Alcanza. Manda Provincia de Buenos Aires. La Viuda y sus redes sociales de Irigoyen. Nos debemos un pésame. Aquella democracia partidaria no existe más. No somos deudos, somos culpables.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario