Google+ Raúl Acosta: Arrancó el último tango

miércoles, 30 de octubre de 2013

Arrancó el último tango

Columna de opinión. Publicado en diario La Capital. 30 de octubre

En el año 1973 Perón estaba en Madrid. Barrrio Puerta de Hierro. La casa se remató, la compró y desguazó Valdano. Desde Madrid, pero más desde Barcelona, salían caravanas hasta Perpignan, del otro lado de la frontera, para sentarse en el cine del pueblo francés a ver la película prohibida en España: Último tango en París. Hicimos ese viaje y vimos el filme. El sonido "Coltrane" de Leandro "El Gato" Barbieri atraviesa la película. Ese modo de herir, con la lengua que envía viento tibio de pulmones a la caña, al gusano, eleva el saxo a su esencia. El sonido del sexo cantando. Un idioma. Y la escena de la violación. Aún hoy conmueve esencialmente. El sexo es un idioma universal, con muchos exabruptos, injusticias, exageraciones, delitos. Bertolucci insinúa palabras de ese lenguaje.

La película se rodó en el 1972 pero su trascendencia mundial fue en el 1973. Tantas cosas en Argentina ese año que ahora, 40 años después, mirarla llenó una tarde como dice Gardel, de extrañas figuras.

Bertolucci alude al tango. La obra cuenta la historia de un mini rufián, el suicidio de su mujer y mínimos entretelones. Es suicidio. Es crimen. En la vaguedad está la sustancia. Perdido sale a la calle buscando un piso para vivir y se encuentra con una mujer de veinte años. Dos futuros inquilinos. Punto. Todo arranca otra vez. Marlon Brando y María Schneider, en la película un prototipo de muchachita arrabalera. El saxo de Gato Barbieri viste las escenas. Todas. Oliver Nelson el arreglador. Je. Pavadita. Piazzolla no tuvo tiempo y ganas.

Hay un eje en la película, un plus, en The Last Tango acaso el último Brando sin abdomen y todavía de galán cuarentón viste todas las escenas con su perfil, su dicción y esa cosa inexplicable a la que Lorca llamaba ángel. Brando tiene imán, carisma hubiese sido un fenomenal candidato de cualquier partido. Si recordamos sus manifestaciones por pueblos originarios lo hubiésemos puesto en un partido progre.

Hay pocos como Brando. Pero hay. Desde "Panorama desde el puente" en teatro, y "Nido de ratas" en cine que Brando es leyenda. Las leyendas se integran perfectamente en cualquier relato, también en cualquier modelo. Se sabe, no es lo mismo relato y/o cuento que modelo. Marlo Brando y/o Bertolucci no se hubiesen detenido en fruslerías. Simplemente vivían.

La película tiene dos velocidades. El joven enamorado de María Schneider es Jean Pierre Leaud. El actor francés, aquel de los cuatrocientos golpes. Su personaje quiere filmar una película sobre la vida de su novia y su propia vida y marcha al doble de la velocidad permitida. Dos en una. Bertolucci, el director, muestra claramente dos velocidades, la de Leaud, el joven y la de Brando, el maduro. Bien simbólico. Dos velocidades, dos relatos, un presente insoslayable. En el mismo día y en el mismo lugar apresurados y retardatarios.

La película tiene un eje erótico que se vuelve violento y sádico. En un filme abierto una violación anal con detalles de la previa era y es fuerte. Como si fuese poco el violador recita y obliga a recitar pasajes religiosos a la joven mientras la viola. La relación con la iglesia es demasiado directa como para obviarla. El personaje, Brando, la iglesia, los curas, la violación anal. Uf. Todo demasiado cerca.

Otro de los elementos del filme, verdadero eje en la década del 70, es su relación con el cadáver de su esposa. Una rubia en un lecho, la muerta rodeada de flores, no quita nada y agrega mucho a la simbología. Brando llora y se pregunta el por qué de ese suicidio que Bertolucci se encarga de fijar en ambigüedades

La relación sin cadenas (Brando como líder de la relación exige no nombres no promesas cero relación con la vida real) remite al tango. Hombre macho herido, viudo, que aparece dominante busca pibita de arrabal y, como corresponde, termina dominado. Cuando busca no encuentra. Típico. Percanta que me amuraste…

El último tango, el eje del relato, es sencillo. Cuando buscaba sobraba, cuando necesitaba no encontraba. La vergüenza de haber sido, dolor de ya no ser. Sol. Do.

Hay un salón de tango y bailarines de utilería, para la foto. Los visajes del tango que florea Bertolucci tienen su símbolo. Otro. No se baila, se gira y el director clava la cámara en los perfiles. El baile es un relato, no un baile. El sexo una incomprensión, la vida y la muerte ambigüedades. El tango para Bertolucci es un gesto, un perfil y una foto fija de chinas empingorotadas que lucen el maquillaje. Desde 1973 ha corrido tanto el Sena... Hoy, en el 2013, el filme parece desubicado. Amor incomprendido, muertes que no son claras, cadáveres endiosados, el relato por sobre la vida traficando los sentimientos y la música, como lo que es: un idioma universal. Otro. El sexo y la música. Dos idiomas. Gato Barbieri un traductor formidable del misterio. Saxofonista y de estos pagos. Cada toma un cuadro impresionista. La memoria juega su parte. Cada día comienza el último tango en su país original, el nuestro. Nosotros bailamos. Todos, un día, una vez, bailamos el último tango, ese es el mensaje. Entendimos, tarde, pero entendimos.

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