Mirada desde el sur
(Publicado en diario El Litoral, 09 de marzo de 2014)El doctor Zaffaroni es, en política partidaria, uno de los mejores logros de la dinastía Kirchner.
Demuestra que el grupo K tuvo algo más que pujos cincuentistas y setentistas. En el juego de error y acierto de los muchachos kirchneristas, Zaffaroni fue un superacierto.
Es Zaffaroni, con su presencia en la Corte Suprema quien permite que ésta, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, lo más alto de uno de los tres poderes verdaderos, adquiera una humanidad que otros integrantes negaron siempre.
Muchos jueces actúan como obispos, un besamanos y un silencio de pecadores debe rodearlos para vivir según usos y costumbres. Eso piden, a eso estaban acostumbrados. Este juez los altera. A la vieja Justicia la igualdad la asusta.
Zaffaroni trae sus modulaciones existenciales. Su trabajo proletario, con visita a cárceles, a presos. Su saga de defensas y afectos es emocionante. Es su espalda. La otra espalda. No sus libros y artículos publicados.
Su forma de vida apasionada y visceral, profundamente humana, es fenomenal. Su presencia exalta valores del siglo XX que estuvieron descuidados.
El doctor Zaffaroni aparenta una actualización del liberalismo finisecular. Un bellísimo ejemplar del humanismo que viene acompañándonos desde Atenas. Zaffaroni sería un perfecto ateniense. También un fundador de clubes señoriales en la Inglaterra de Dickens.
Es bajo esa circunstancia, todos somos hombres circunstanciales según Ortega y Gasset, que se lo puede observar. Quien observa prejuzga. Basado en ese prejuicio afirmo que Zaffaroni es un ignorante de cuestiones del siglo XXI. No es lo suyo ni el miedo urbano, ni la constante suspensión del equilibrio social, ni el comportamiento corrupto de los funcionarios públicos, ni el agobio mediático que provoca una realidad virtual desapacible. No creció intelectualmente para eso y la vida cotidiana hace tiempo que no es lo suyo. Llevo una ventaja, sé que ignoró todo, por lo tanto algo sé. El doctor Zaffaroni sabe tantas cosas que no se da cuenta que ignora el país profundo. Sucede a menudo con los grandes hombres. Su admirada CFK es un ejemplo diario de esta contradicción.
A CFK y al doctor los une la lejanía de la calle. El país profundo está en la calle del siglo XXI. Consecuencia: una mirada diferente sobre los hechos diarios. Veamos uno.
Supongamos. Sólo supongamos. Una pareja es asesinada en la calle de 12 balazos. Armas raras, poco comunes, ejecución insólita según viejas costumbres de peleas, heridos, muertes y asesinatos.
“Debe ser un ajuste de cuentas de narcotraficantes. Es un crimen narco. Se quedó con el vuelto de algún capo. No cumplió la orden recibida. Traicionó. Esta gente es así...”.
En la suma de presunciones está todo. Justificamos, presumimos, aceptamos. En ese universo narco es así. Universo narco.
Está claro que aceptamos la narcocriminalidad, el narcotraficante, el dinero narco entrando en las alforjas, los bancos, la construcción... la política. La escuela, el barrio, la asistencia social, la dádiva narco. Hay más. Es lícito que en el universo narco una traición se pague con la vida. Ni bogas ni fiscales. Nada. El que traiciona las paga. Está bien, son así. Caramba: ¿no es eso un código de vida?¿No es eso una forma de vida?¿No es eso, por ser una forma de vida, una sociedad con su lenguaje, sus leyes, su Código...?¿De qué modo se define una sociedad, una patria? En muchos casos no hace falta territorio. Lenguaje y código son sustanciales. Moneda. Hermandad. Esa forma de vida se desarrolla en mitad de otra, la que del siglo XX llegó hasta esta mañana, en que mataron a la pareja narco, cuando muchos vieron el cadáver de la esperanza, la instalación del miedo urbano.
Los crímenes narco plantean un furioso interrogante ¿Qué leyes juzgarán a una organización social que ya está dentro nuestro y, cuidado, con la aceptación absoluta? En el mundo narco esa muerte es justa. Traicionó. No cumplió. Lo mataron. Chau. Todos lo entendemos ¿Qué falta desde entender hasta aceptar y, luego, participar?
¿Es que no se ve que aceptamos lo duro, brutal, liso y llano del crimen y el castigo en sociedades elementales...?
¿Es que no se ve que entendemos - aceptamos - que entre ‘ellos' debe ser así ...? Conocer el lenguaje es participar. El que participa pertenece ¿Es que no se ve?
Sí, se ve. Es en esa visión que negamos donde debemos entender que cualquier reformulación del modo del crimen y su castigo se escapa del híper humanismo de Zaffaroni, de sus experiencias personales en el siglo XX y lo que la Argentina necesita. Zaffaroni es un abolicionista pero refiere a una sociedad pre Blumberg; después de Blumberg, el populismo judicial pide muertes, Talión, sin jueces ni defensores. Narcojusticia para todos. Pronto. Ya. No importa que mañana el acusado sea yo.
Es en esta Argentina populista, con piquetes buenos y malos y corrupción estructural camuflada donde Zaffaroni propone reformas a las penas y otra calificación de los delitos. En la Argentina de los delitos administrativos que volvió ricos a los ladrones y que sigue sosteniendo a ese mal amigo al que todos citamos, el viejo Vizcacha. “La ley es tela de araña...” Zaffaroni no pide la imprescriptibilidad de los delitos económicos. No le interesa.
Zaffaroni los enfurece. Al populismo judicial lo enfurece. Resulta muy, pero muy contradictorio, es el populismo kirchnerista el que lo sumó a los obispos de la Corte. Zaffaroni es un Zazpe, un Angelelli. Un obispo del populismo que reniega del populismo judicial. Recontra re mil contradictorio. Justo ahora, que el grupo K quiere volverse manso y se revuelve en su mar de pensamientos cruzados, piquetes castigados y valijas desmemoriadas.
El doctor Zaffaroni es un neo Vizcacha que nos cuenta la inutilidad del castigo. Merecería vivir donde quería Aldous Huxley que nos quedásemos. Sus dichos lo ponen en plan de amigo del ayer que propone un mañana diferente. Las prostis, el cafiolo, el bulín, el departamentito, los violadores, los ladrones a repetición sin prontuario. Ése es un mundo, en ése mundo Zaffaroni hay una sociedad no contemplada. Dejó afuera el hoy, perdió el mañana.
Reformas en el Código Penal es un eufemismo, en rigor es reformas en la forma de vivir, mi forma de vivir.
Debemos incorporar el código narco, la sociedad narco existe. Epa. Pedir una vida posible en el patio del Emilio jacobino es pedir un imposible y ponerse a ejecutarlo. Zaffaroni no sabe nada de la vida del siglo XXI. No ha visto, siquiera, la vacuna mediática que nos mandan con la saga de Escobar en tevé abierta y con críticas fenomenales. Juá.
¿Cuánto cuesta un kiosco, cuánto rinde por mañana, por tarde, por noche? ¿Cuánto cuesta un comisario?¿Vida útil de un soldadito? ¿La tarifa de los jueces, de los camaristas?¿Cuánto cuesta el abono de los bogas?¿Qué fracción indivisa de sociedad nos queda para rechazar el miedo urbano, el código narco, la justicia del traficante?
Nada. No sabe nada. Y señoras y señores: menos mal que no sabe nada. Es un alma pura en un universo infectado. Dios lo salve pero si, como yo, no cree en dioses, en bultos que se menean, en nada, que la sagrada ignorancia le impida pasearse por los nuevos arrabales, que no son aquellos, ni lo serán. En estos arrabales se cincela la sociedad de la segunda década. La del narcolicitante y narcofuncionario. La del país arrasado donde una vida no vale nada. Si Zaffaroni no lo sabe, bueno, pues, no sabe nada.
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