Mirada desde el sur
(Publicado en diario El Litoral, 06 de abril de 2014)La presidente Cristina Kirchner aseguró ante jóvenes militantes en un balcón de la Casa Rosada que “hay que terminar con el mito de que se drogan solamente los pobres, los que tienen plata consumen de la buena”. Hasta ahí la crónica de los diarios porteños.
De un modo bestial, salteando pasos y, como corresponde, sin asumir contacto alguno con las circunstancias, con el día a día, la señora presidente fue al final de la historia. La calidad de la droga.
Desarmemos la declaración. Es obvio que sabe que hay droga. Que tiene diferente precio según la calidad. ¿De qué droga estamos hablando? La señora presidente no habla de las pastillas frenéticas. El mercado de drogas sintéticas es con mucho énfasis, uno de los ejes del futuro en el mundo de las adicciones. Si lo sabe no lo dijo o, acaso, aún no ha recibido informes del tema. La señora infiere que nosotros inferimos, ella deduce que nosotros sabemos de qué se trata. Cocaína. ¿No será marihuana? No, la yerba es la vieja Villa Gesell, el Bolsón, los hippies, Woodstock, los fogones en la madrugada... no y no. Es la cocaína. Ni opio ni heroína.
Hay un concepto, atribuido a quienes tienen conocimiento científico, de que las adicciones por sustancias más puras, o menos contaminadas de basuras tóxicas, hacen menos daño a las neuronas, las conexiones, los sistemas nervioso y circulatorio y, al final, al total: el cuerpo humano; a nosotros. La concentración de esas drogas indica el grado de ferocidad (de la droga) sobre el cuerpo. Rebajarlas con sustancias menos tóxicas asegura consumo, adicción y sobrevida más o menos placentera. Según sea la droga, el dinero y la forma de vida en consecuencia. El mensaje es sencillo. Quien obtiene droga finamente rebajada, con subproductos de calidad y baja toxicidad, claramente: droga más “elaborada”, más “cuidada”, será un drogadicto más “protegido” de los efectos colaterales y de los efectos directos y el largo plazo. Eso cuesta.
Sebastián Cinquerrui, dirigente político de la provincia de Buenos Aires, encabezó una investigación a principios del siglo. De dónde, por qué, en qué momento aparece “el paco”. En términos periodísticos -que son los que manejo-, el paco responde a la Ley de Lavoissier: “Nada se pierde, todo se transforma”. Si hay cocinas y se purifica y estiliza la droga, los subproductos, los desechos de la industrialización, también se comercializan. Bajísima calidad. Son desechos, basuras contaminantes. Su capacidad de matar neuronas es infinita. Si hay paco, hay cocinas purificadoras y estilizadoras. Ésa es una conclusión. La otra, que a menos purificación menos calidad. Más bajo costo. ¿Sabe la señora CFK esto? Sí que lo sabe, es por eso que habla de droga para pobres y droga para ricos.
Pongámoslo en el término justo. La señora sabe que el pobre se envenena con sustancias de bajísima calidad y que el que tiene poder adquisitivo elige su modo de escaparse o acceder (según) a un sistema de pensamientos y sentimientos diferentes. La señora no dice condenemos a la droga por algo muy sencillo. No está condenando a la droga, está condenando (corrijo), está indicando que: 1) sabe que hay droga berreta y de la buena; 2) avisa que con dinero se consigue de la buena; 3) final, la señora no elude el más espantoso silogismo: yo tengo dinero.
La señora tira la primera piedra libertaria. Es la señora la que primero dice “legalícenla” desde el FPV. Es obvio que hay otro silogismo universal. Todos consumen droga, si se consigue legalmente será más fácil consumir de la buena. Se terminará el costo de la clandestinidad.
Quien haya estado en países teocráticos sabe que el alcohol se paga caro, mucho más caro (remember Ley Seca). Quien sepa de empresas y patrocinios sabe cuánto cuesta dejar fuera a las marcas de cigarrillos. La deducción nos acompaña. Si la droga es legal el negocio es en blanco. Se castigaría la mercadería adulterada. El balance se declararía. Chau ganancias oscuras. De muchísimo menos volumen con declaraciones juradas, con pagos legales como el impuesto al tabaco.
¿De esto hablaba la señora?, ¿es lectora y/o traductora de Zaffaroni y/o de Pepe Mujica?, ¿canjeó con el Papa: “Che, Francisco, me banco que el aborto es una porquería y es ilegal pero dejame zafar con las drogas, total es una moción de anhelo que me convierte definitivamente en progresista sin desequilibrar un motor del mundo: las drogas”, ¿hizo eso?, ¿pensó en estas cosas?, ¿fue ese espíritu “evitista” que la lleva a dividir pobres y ricos, descamisados y cabecitas versus los oligarcas en sus oscuras madrigueras la que puso el tema en el balcón interno, para sus 300 fieles muchachos camporistas?, ¿sabía que en mitad de la borrachera de coyunturas, en mitad de la guerra de guerrillas que fabrica instalando temas menores y olvidando lo sustancial -inflación, inseguridad, corrupción estructural- encendía los motores de una de las grandes trifulcas en el mundo?
Estaba rara, como encendida, para mí que lo sabía.
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