Vicepresidente en jaque
Nota de opinión publicada en diario La Capital
Hay una película que trata el tema. Exagera. Es una película. Un joven debe aprenderse idioma, modos, usos y costumbres de un pueblo a cuyos habitantes atiende por teléfono. No importa dónde y cómo vive. A la empresa le interesa que atienda a los clientes, los habitantes. Que resuelva sus problemas cuando llamen por teléfono. Amado Boudou trabaja en el call center de Balcarce 50.
La película convierte al chiquilín aquel en un experto en la vida del pueblo al que atiende. Participa en un concurso de preguntas y respuestas sobre información general. Los organizadores jamás sospechan que ese pibe esmirriado, que vive en un inmundo barrial en las afueras de la ciudad, tiene una vida paralela, otra vida en la que es feliz atendiendo a clientes de los que, como vendedor, debe conocer odios y amores. Pasiones. Defectos. Gana el concurso el chico del filme. El premio mayor. Es una película. Triste. Muy triste. La vida de Amado Boudou es y será triste. Qué puede hacer aquel chico del millón de dólares en Bombay y qué puede hacer este joven intrépido de la moto y la guitarra cantora en "La mancha de Rolando". No hay exageración. Es una vida que ya no tiene final feliz. No puede hacer nada. No hay marcha atrás. No hay "probation" para arreglar la vida que se perdió
A poco que se piense todo el plantel que siguió y sigue a Kirchner y su viuda trabaja en un call center, no importa, de ningún modo, cómo es la vida de aquellos que llegaron a trabajar, a brindar las respuestas aprendidas, las que hacían falta para la película, para el relato. Podían provenir de las filas de De la Rúa, Cavallo, Firmenich, Gorriarán Merlo, Duhalde, Alsogaray. De cualquier parte. Es un relato comercial, una novelita. Se necesitaban relatores, chicos de call center. No hacían falta ideas. Es un cuento y había que saber contarlo.
Hay empresas muy serias, Calafate Dream una de ellas. Nada interesa excepto cumplir con el horario de atención y conformar al cliente. Saber las respuestas asegura el trabajo. Full time. Progreso seguro. A más clientes bien atendidos mejores premios de la empresa. Muchos han sido empleado del mes por muchos meses. Aníbal Fernández uno de los mejores. Diana Conti. Kunkel. Y Boudou, claro está, es un chico especial en este call center donde Cleto Cobos se equivocó en una respuesta y fue suficiente. Era el mejor. Nadie había cambiado discurso como el mendocino. Casualmente en el mismo box y con igual tarea que Amado. Triste destino de los pibes en el Call Center. Ni gremio ni delegados. Ni leyes laborales. Riqueza y desamparo. Solos con su suerte de alcahuetes de la empresa, del relato. Una mañana llegan para ponerse los auriculares y empezar con el "Sí señor, sí señora, felicidades a todos y todas...". Pero no. Que no. Fin. No hay mañana sin relato si sos relator, cuentista porque vivís de esa mentira. En la vida sólo sirven conductas e ideas. De poco vale la simpatía porque es una sonrisa y no alcanza. De nada importa conocer secretos porque: qué secretos puede conocer alguien que sólo conoce el relato y este, el relato, sirve para vender, para ganar dinero o para formar clientes pero no es la verdad. La verdad está fuera, en las casitas miserables del filme con ratas, violaciones, destinos imposibles si no se consigue un conchabo en algo seguro, como un call center. Que no es tan seguro. Es el lío entre la película y la vida real.
Después de la conmoción volvió la calma. La vida cambió un poco, sólo un poco. Barullo en los diez minutos de descanso, la jefa de turno que afloja la tensión y da diez minutos más, otro puchito en el pasillo, en la vereda, en el baño.
El contador pregunta : ¿se siguen vendiendo productos...? La respuesta favorable habilita. El call center sigue habilitado.
Durante 24 horas por día el call center sigue y sigue con lo suyo. La venta. El relato. No hay vida real dentro del call center. Alguien dirá la jefa se equivocó. El pibe metió la pata. Pocos advertirán que nadie es de carne y hueso en el call center. Nadie. Sólo la plata y las valijas, que no se venden, ni se comentan. La realidad es la única verdad. Es un negocio habilitado. Las ganancias del call center tienen dueño. Es la verdadera virtud del Relato.
Hay una película que trata el tema. Exagera. Es una película. Un joven debe aprenderse idioma, modos, usos y costumbres de un pueblo a cuyos habitantes atiende por teléfono. No importa dónde y cómo vive. A la empresa le interesa que atienda a los clientes, los habitantes. Que resuelva sus problemas cuando llamen por teléfono. Amado Boudou trabaja en el call center de Balcarce 50.
La película convierte al chiquilín aquel en un experto en la vida del pueblo al que atiende. Participa en un concurso de preguntas y respuestas sobre información general. Los organizadores jamás sospechan que ese pibe esmirriado, que vive en un inmundo barrial en las afueras de la ciudad, tiene una vida paralela, otra vida en la que es feliz atendiendo a clientes de los que, como vendedor, debe conocer odios y amores. Pasiones. Defectos. Gana el concurso el chico del filme. El premio mayor. Es una película. Triste. Muy triste. La vida de Amado Boudou es y será triste. Qué puede hacer aquel chico del millón de dólares en Bombay y qué puede hacer este joven intrépido de la moto y la guitarra cantora en "La mancha de Rolando". No hay exageración. Es una vida que ya no tiene final feliz. No puede hacer nada. No hay marcha atrás. No hay "probation" para arreglar la vida que se perdió
A poco que se piense todo el plantel que siguió y sigue a Kirchner y su viuda trabaja en un call center, no importa, de ningún modo, cómo es la vida de aquellos que llegaron a trabajar, a brindar las respuestas aprendidas, las que hacían falta para la película, para el relato. Podían provenir de las filas de De la Rúa, Cavallo, Firmenich, Gorriarán Merlo, Duhalde, Alsogaray. De cualquier parte. Es un relato comercial, una novelita. Se necesitaban relatores, chicos de call center. No hacían falta ideas. Es un cuento y había que saber contarlo.
Hay empresas muy serias, Calafate Dream una de ellas. Nada interesa excepto cumplir con el horario de atención y conformar al cliente. Saber las respuestas asegura el trabajo. Full time. Progreso seguro. A más clientes bien atendidos mejores premios de la empresa. Muchos han sido empleado del mes por muchos meses. Aníbal Fernández uno de los mejores. Diana Conti. Kunkel. Y Boudou, claro está, es un chico especial en este call center donde Cleto Cobos se equivocó en una respuesta y fue suficiente. Era el mejor. Nadie había cambiado discurso como el mendocino. Casualmente en el mismo box y con igual tarea que Amado. Triste destino de los pibes en el Call Center. Ni gremio ni delegados. Ni leyes laborales. Riqueza y desamparo. Solos con su suerte de alcahuetes de la empresa, del relato. Una mañana llegan para ponerse los auriculares y empezar con el "Sí señor, sí señora, felicidades a todos y todas...". Pero no. Que no. Fin. No hay mañana sin relato si sos relator, cuentista porque vivís de esa mentira. En la vida sólo sirven conductas e ideas. De poco vale la simpatía porque es una sonrisa y no alcanza. De nada importa conocer secretos porque: qué secretos puede conocer alguien que sólo conoce el relato y este, el relato, sirve para vender, para ganar dinero o para formar clientes pero no es la verdad. La verdad está fuera, en las casitas miserables del filme con ratas, violaciones, destinos imposibles si no se consigue un conchabo en algo seguro, como un call center. Que no es tan seguro. Es el lío entre la película y la vida real.
Después de la conmoción volvió la calma. La vida cambió un poco, sólo un poco. Barullo en los diez minutos de descanso, la jefa de turno que afloja la tensión y da diez minutos más, otro puchito en el pasillo, en la vereda, en el baño.
El contador pregunta : ¿se siguen vendiendo productos...? La respuesta favorable habilita. El call center sigue habilitado.
Durante 24 horas por día el call center sigue y sigue con lo suyo. La venta. El relato. No hay vida real dentro del call center. Alguien dirá la jefa se equivocó. El pibe metió la pata. Pocos advertirán que nadie es de carne y hueso en el call center. Nadie. Sólo la plata y las valijas, que no se venden, ni se comentan. La realidad es la única verdad. Es un negocio habilitado. Las ganancias del call center tienen dueño. Es la verdadera virtud del Relato.
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