Google+ Raúl Acosta: Soñar cuesta caro

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Soñar cuesta caro

Por Raúl Bigote Acosta

Nota de opinión publicada en diario La Capital el día miércoles 17 de septiembre


Soñar cuesta caro, muy caro. Ha terminado, la realidad, con el viejo dicho: soñar no cuesta nada. Los sueños posibles cuestan caro. Son carísimos.

Uno de los mas importantes sueños es este: "Si yo fuera presidente"… De joven, en la niñez, los sueños le cantaban al soñador el pedido: convertirse en bombero, médico, policía. Recordemos la canción de Facundo Cabral: "Bombero, yo quiero ser bombero, bombero…". Motorman de tranvía y bombero, como policía pero, por otras causas, ya no son profesiones que se sueñen despierto.

Tal vez por allí aparezca una veta de esta historia de los sueños. Los de madrugada o los que se portan durante el día como una mochila o una pancarta. Los de madrugada allí se quedan, con el último bostezo y la primera ablución. Los que se portan en el día son los que definen una vida.

Es Martin Luther King el que confiesa ante la multitud que tiene/tenía un sueño. Lo decía muy despierto y era un sueño eterno. "Fue mi sueño de purrete ser igual que un barrilete…". Eladia Blázquez escribe y canta.

Los políticos quieren ser presidente. Raro juego de singulares y plural. Todos quieren ser uno: presidente.

Algunos números, medianamente azarosos, nos develarán el costo aproximado del sueño.

Un teatro El Círculo oscila entre los 7.000 pesos de una mañana y los 16.000 de una noche finsemanera. Todo es según tiempo y cara. Almanaque y destino.

Un Luna Park no baja de los 600.000 pesos. Y todo el carnaval posterior de bombitas amarillas, como dice Serrat. De escenografía, luces, custodias, colectivos, hoteles, pancartas se consigue con una suma de gastos. Total posible. No hay un acto de esas características que cueste menos de un millón de pesos. Una suma de primer grado. Cinco Lunas en un año electoral suman cinco palitos tranquilos, sin drama.

Una ruta y los carteles ruteros no bajan, por temporada, de una millonada de pesos. Pongamos: 20 carteles, no bajamos de un milloncito de pesos por temporada. Una temporada que es…¿de cuánto? Tres meses.

Cinco rutas importantes cinco palitos. ¿Y las ciudades?.Duran siete días los paños, medios paños, dobles paños…Uf.

Doce carteles king size por una semana no son menos de 12.000 pesos. Colocados. Hagamos 10 semanas. Hagamos 10 ciudades. La cuenta se agranda.

¿Y los carteles para repartir por todo el país, para que cualquier pueblo tenga la foto tamaño afiche del candidato? Nadie calcula por unidad, porque se encargan cientos. Miles. Las imprentas, en confianza, saben que salvan el año y las vacaciones con este tema: elecciones. Una buena remesa suma 750.000 pesos. Y mas barata la reimpresión.

Folletos, folletitos, folletones, viajes, hoteles. Caja Chica. Calculan 100.000 pesos por viaje con toda la comitiva. Es al menos un viaje por semana.

Vamos con nombres propios. Daniel Scioli y Mauricio Macri tienen sus respectivas gobernaciones para difundir su campaña como obra de gobierno. Lo mismo hizo CFK. Todos, en rigor. Todos los que son gobierno. Esto es Argentina. Je.

El exceso es fácil. Llegar a los 200 millones que se estiman en abundancia. A los 100 millones reales es difícil. Mas duro es remontar si quien debe gastarlos no es funcionario en actividad.

Sergio Massa y/o Hermes Binner no son funcionarios ejecutivos. Son diputados.

Se calcula que hay dos vertientes imposibles. Juego y narcotráfico. Los dichos de la señora Elisa Carrió sobre este tema me eximen de justificar las presunciones. Es ella quien dice que esas son las fuentes de financiamiento de algunos candidatos peronistas.

Hagamos un número posible: 50 millones de pesos. Sobre ellos facturas, boletas, el IVA y Ganancias ¿De donde salen, quién los pone? Y la pregunta peor de lo peor: ¿qué piden a cambio?

Los camiones con altoparlantes en el pueblo hundido en la pampa gringa o el Fútbol para Todos. De una punta a la otra del espectro del costo por segundo de la propaganda política, la directa y la indirecta, todo suma.

Hay algunos candidatos que no aparecen delante de los micrófonos; no tienen tanda publicitaria. Sencillamente:los programadores se olvidan que existen.

Se entendía el eslogan: "Un milagro para Altamira". Un candidato, uno de los varios candidatos a la izquierda del gobierno de CFK, que no tenía ni tiene dinero para solventar otra cosa que tiza y carbón, redes espontáneas (ojito, no equipos pagos para operar en redes) y reportajes "con onda".

Un agregado. La honestidad mete miedo al sistema. Molestan la honestidad y la transparencia más que los planes de gobierno.

Es cierto que algunos empresarios disponen de sumas que —en blanco— se entregan a equipos de campaña. De ningún modo alcanza.

Los sueños presidenciales tienen un doble costo. El que corresponde, que es elevadísimo, para muchos casi inalcanzable. Con todo es uno solo, pero trae un agregado, el costo de la pesadilla: ¿de qué modo se cobran los narcotraficantes el dinero en negro que entregaron?

Baste un ejemplo. Los 100 empresarios que manejan el mundo en yankilandia dicen guerra y el primer presidente negro (que juraba que no, que nunca) entró en guerra. Así son las cosas. Así. Soñar cuesta caro, carísimo ¿Votaremos por los mensajes en tiza y carbón? Muchas veces hemos votado pesadillas.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario