Google+ Raúl Acosta: Sergio Berensztein: El ausente es el estado

miércoles, 22 de octubre de 2014

Sergio Berensztein: El ausente es el estado

Sergio Berensztein en La Vereda de Enfrente: narcotráfico, país estatizado y  contradicción política




Sergio Berensztein es coautor del libro Poder narco, junto con Eugenio Burzaco. El motivo es este, pero seguro vamos a explotarlo y aprovecharlo más. De hecho, este libro, lo que termina marcando, es que esto no nació en un día y que recién nos estamos dando cuenta ahora.

Exactamente. Nuestra intención con el libro es precisamente mostrar una gradualidad en todo el proceso de instalación, desarrollo, del narcotráfico. También alertando de que es fundamental la reacción a tiempo, ya mismo, con una política sistemática, consistente, con objetivos de corto, mediano y largo plazo, coordinando los esfuerzos del gobierno nacional, los gobiernos provinciales, también del poder local, de los tres Poderes del Estado, porque se trata de una amenaza a la gobernabilidad. Ya no es más una cuestión simplemente de seguridad o de salud pública.


Berensztein, yo leo lo suyo, he leído también lo del señor Tokatlian, y el planteó común que advierto es que no sólo que se trata de un negocio en negro, sino que se trata de algo que infiltra la sociedad y termina por partirla en mil pedazos.

Lo que pasa con el narcotráfico es que se agudiza en cuestiones que ya estaban vigentes antes, que en general uno puede definir como fracaso, fracaso del Estado, fracaso de la sociedad, amplios sectores de la sociedad viviendo en la marginalidad, en la pobreza, sin infraestructura, sin educación suficiente como para conseguir un trabajo. Y entonces en estos intersticios el narcotráfico encuentra el espacio, la demografía, la oportunidad como para instalarse, consolidarse.

Yo tuve oportunidad, hace un par de años, de charlar con uno de los que refuncionalizó la Rosinha en Río. Y me decía: nosotros pusimos calles y luces, muchas luces y buenas calles, y ya no era la esquina de Rosita sino la esquina con un número, para que entrasen las ambulancias y los comerciantes. Y yo le pregunté: ¿y la droga? No, la droga no es fácil de resolver, nosotros pusimos luces y calles, así puede entrar la gente y también el ejército. A mí la impresión que me dio es que era medio difícil de manejar el freno al negocio en sectores marginales, y que lo único que podía hacer el Estado es cambiar la base.

Yo creo que hay mucho que se puede hacer. Obviamente se requieren recursos, voluntad política, mucho esfuerzo, mucha convicción. Pero uno no puede, creo yo, desde el punto de vista de política pública, resignarse a que esto siga funcionando sin que el imperio de la ley, sin que el estado de derecho, trate de tener presencia. Porque si solucionamos la cuestión del narcotráfico, primero la detenemos y después tratamos de revertirla, vamos a ser capaces también de brindar bienes públicos para los sectores de la sociedad que están efectivamente viviendo en la marginalidad, sin posibilidad de movilidad social ascendente, entonces obviamente que es cultura básica, física, el espacio urbano es una condición necesaria, pero no es suficiente. Hace falta mirar esto como una cuestión sistémica, es un fenómeno global, regional, hay que mirar las fronteras, hay que controlar las rutas, hay que controlar los puertos. Y por supuesto, también ayudar del otro lado del mostrador a los que están de este lado tan dramático, viviendo en la marginalidad. Hay que darles luz y calles independientemente de que haya drogas.

Claro, soy periodista, soy escéptico. Lo que usted dice está fenómeno, pero yo me pregunto con qué dirigentes, porque lo que usted está planteando es una política de Estado. Y las políticas de Estado no reconocen partidos sino que reconocen necesidades del Estado. ¿Podremos llegar a políticas de Estado en este tema?

Bueno, es la única solución que tenemos. Acá no tenemos opción. O tenemos políticas de Estado o tenemos narcoestado dentro de un par de años.

Sobre esto permítame insistir. Yo adhiero a lo que usted dice, pero tengo un susto bárbaro, porque desde el 2003, del 25 de mayo del 2003, hasta ahora, es la década y un poquito más, y en esta década el crecimiento del narcotráfico, según sus números, es por lo menos el doble. Y yo no sé si usted no es medio pijotero con los números, pero es mucho.

Hemos tratado de utilizar las estadísticas que ya están comprobadas, que tiene la validez de Naciones Unidas. Seguramente uno puede cuestionarlas y, tal vez, si quiere hacer un estudio más puntual, encuentre que el problema es más grave de lo que nosotros sugerimos en el libro, que ya es un drama. Ahora, déjeme decirle lo siguiente, los problemas de gobernabilidad como los que enfrentamos ahora, con la cuestión narcotráfico, no son problemas normales ni comunes, ni creo que debe ser visto como otras cuestiones que la política pública efectivamente no toma en serio, o no con la gravedad que debería tener, por ejemplo, la cuestión de la inflación o incluso el desempleo, o los problemas educativos. Acá es algo muy urgente, que lo que está cuestionando en todo caso, son los modos de vida tradicionales que hemos tenido En Argentina hasta ahora. Es cierto que hemos detectado esos hábitos por la percepción y el riesgo de inseguridad que hay en todo el país, pero creo que está en juego la vida de nuestros hijos, nuestras familias. De lo que se trata aquí no es solamente en hacer lo correcto sino poner en juego la gobernabilidad del país.

Tengo escrito como eje de nuestra decadencía social que en el siglo XXI, violencia urbana, código de narcotráfico para la vida de sociedad y corrupción estructural son los tres temas que se incorporaron y quedaron en superficie. Me parece que están unidos los tres.

Indudablemente. Digamos, son todas expresiones de lo que llamamos fracasos del Estado. Y aquí quiero hacer un punto: Argentina no tiene un Estado fracasado, como por ejemplo Haití o Afganistán, países que claramente no tienen ni siquiera el control del territorio, pero sí tenemos un Estado que fracasa sistemáticamente y genera enormes problemas para toda la población, sobre todo para los más pobres.

El libro suyo, Poder Narco, a mí me reivindica como natural de esto. Colombianos y mejicanos explicándonos sobre qué hacer con el narcotráfico es mucho. Lo que extraigo de ellos es “ojo, no hagan lo que nosotros hicimos”. Lo que me pregunto es si el descuido no es la base de lo que ellos hicieron.

Ellos han tenido un enfoque de lo que comúnmente se conoce como la guerra contra las drogas. Es decir, un enfoque particularmente basado en la cuestión de seguridad. Creo que fue un error en la medida en que no tuvo en consideración otros elementos que, en nuestra opinión, son cruciales para entender la complejidad del fenómeno en el diagnóstico y, por supuesto, en la terapia, en la solución. Hay que aprender de esos casos, hay que ser humilde y tratar de juntar información, comprender algunas cosas que se han hecho bien, otras no tanto, hay que aprender también que otros países optaron por una liberalización de drogas que ahora están permitiendo. Cuidado con eso.

Me permito hacerle una pregunta sobre lo que ha sido uno de los ejes de su vida, que es el análisis político . Lo escuché a usted con Roberto García el lunes, lo vi en realidad, y me pareció importante un eje. Usted dijo que sobre el comienzo del año había cuatro sectores y uno de esos, que es el FAPUNEN, estaba diluyéndose, pero que los otros tres, no captaban esos votos, que están todavía dando vueltas en el ciberespacio.

Lo que está pasando es que hay una disputa enorme por la base territorial que tienen algunos partidos que conforman el Frente Amplio UNEN, en particular e radicalismo. Porque los líderes que están emergiendo hoy, fundamentalmente Sergio Massa y Mauricio Macri, son líderes muy competitivos, están bien instalados en la opinión pública, tienen enorme potencial. Pero son líderes con partidos emergentes, que no tienen raíces todavía fuertes en la sociedad. Usted puede argumentar que el radicalismo ha perdido ese enraizamiento en algunos distritos, y es cierto, pero en muchos otros, cuando uno mira el mapa político del país, el radicalismo sigue siendo la segunda fuerza. Así que la tentación ahí es enorme. Y también hay que ponerse en el lugar de líderes locales, que tienen al chance de incrementar su competitividad en la medida en que tienen candidatos a presidentes o el apoyo de líderes nacionales bien instalados. Así que hay una comunidad de intereses entre líderes locales como, por ejemplo, el senador Morales, o el diputado Cano en Tucumán, o el intendente Horacio Quiroga en Neuquén, que son todos obviamente políticos que tienen intención de competir por las gobernaciones en sus provincias. Y el apoyo de Massa o Macri obviamente les viene muy bien.

Una pregunta doble. De un lado, hoy inclusive escribí un artículo, el periodismo tiene un lío con el populismo y el populismo tiene un lío con las informaciones. Pero paralelamente una de las cuestiones es que el último líder populista, que es la señora Cristina y su corte, aparentemente siguen teniendo una base de votos muy importante. ¿Por qué razón el populismo está tan firme y el racionalismo político (entre comillas) está tan débil?

Uno mira la cuestión no solamente en Argentina. Por ejemplo, creo que pasa en Brasil, y la presidenta Dilma Rousseff también tiene un 33, 35% en imagen positiva, que es lo que tiene hoy la Presidenta. Y esto está muy vinculado a un proceso muy significativo que hemos experimentado en la última década y pico en la región, que es un incremento en el gasto publico orientado a planes sociales. Uno puede estar a favor o en contra de esto, lo que estoy buscando aquí es entender el efecto político que esto tiene y fundamentalmente, como se trata de programas nuevos, no son vistos por la población que los recibe como derechos adquiridos sino que son interpretados como contingente de la continuidad de los gobiernos que los otorgaron. Entonces, lo que ocurre es que un contexto en el cual el gasto público en muchos casos se ha duplicado, como en el caso de Argentina, en materia de política social claramente al política cambia. Mire, hoy en Argentina hay casi 15 millones de personas que reciben mensualmente un cheque por parte del Estado, ya sea federal, provincial o local. Por ejemplo, son salarios, son jubilaciones, son programas de distinto tipo, asignación universal por hijo, etcétera. ¿Cuánto era este número en la época de Néstor Kirchner? La mitad. ¿Cuánto era este número en la épica de Carlos Menem o Fernando de la Rúa? Un tercio. Entonces, este país de hoy, es un país estatizado en el ingreso de un porcentaje enorme de la sociedad.

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