Google+ Raúl Acosta: Cristina y el olvido

jueves, 15 de enero de 2015

Cristina y el olvido

Por Raúl Bigote Acosta

Nota de opinión publicada en diario La Capital el día jueves 14 de enero


Entre las muchas formas de mencionar el olvido (pelearlo, finalmente reconocer que esa es la pelea) el tema de Atahualpa Yupanqui aparece: "Lo fue topando al olvido… y el olvido lo tapó. Don Luis Acosta García, lindo nombre pa´un cantor, que anduvo de pago en pago…y en ningun

Con seguridad hay muchas formas de reconocer que no hay escape del olvido, pero eso que el olvido ganó, que tapó, permite entender la tragedia de trascender y perder la batalla imposible, la batalla contra el tiempo. El hombre, mas allá de Ortega y Gasset, también es el hombre y su trascendencia. La descendencia está resuelta, es azar, genes y esfuerzo. Hablamos de otra cosa.

Luis Acosta García, según cuentan "las mentas del payador", era un cantor anarquista. Cancionero político a caballo del siglo IXX y comienzos del XX. Su forma de trascender era insistir con su mensaje. Don Ata homenajea en "Cantor del sur" a la estirpe militante. Se elogia por terceros y está bien. En su manera de entender el mensaje, la trascendencia, la militancia. Sostiene Atahualpa que una copla es verdaderamente popular cuando la cantan y la cantan y se vuelve anónima, de todos, del pueblo. Popular.

Muchos entienden que hay un continuo en la historia, que metidos en ese río el aporte es personal y a favor o contra esa corriente. El tiempo es el gradiente de ese río. Su pendiente, si se quiere. Que todo se lleva, claro está.

Otros quieren alterarlo, detenerlo, plantarse en una fotografía y, como tal, perenne. Misterio y quietud. La foto no se mueve. El hombre lucha contra el tiempo de diversas maneras. No es bueno imaginarse la vida en una foto porque el yerro es mayúsculo. Todo personaje que ha intentado que la vida se detenga en el instante mas favorable sufre doblemente. Se ocupa de un imposible: la quietud. Distraído, pierde el goce del momento que, como tal, es sublime e irrepetible.

Todo actor social sabe que está metido en ese río, en ese continuo y que aporta. Lo sabe. Todo actor social cree que su aporte es mucho. Es el mínimo derecho a la ilusión. Algunos advierten que es poco y siguen. Una determinación los mantiene. En ese determinismo queda trasegada la vida diaria y es la trascendencia la que gana. Poco o mucho. El movimiento, la mochila, la ilusión es el aliento.

"Tu no puedes volver atrás, porque es la vida la que empuja, como un aullido interminable… interminable". Juan José Goytisolo escribió "Palabras para Julia" y la voz y la melodía impuesta por Paco Ibáñez dejó el tema para siempre. Un militante en aquellos años duros del franquismo, un poeta, sobre la década 1950/60, contaba de su mandato y del que le tocaba a su hija, Julia Goytisolo.

Es difícil imaginarse a María Eva Duarte de Perón en un inquilinato, peleándose con sus primeros trabajitos actorales, en radioteatros, peleándose con Libertad Lamarque. Es difícil imaginarla en su tiempo, en su río. Es mas sencillo mirar, hoy, que el olvido la está tapando, que todo fue una suma hasta que se convirtió en llamarada y el fuego, esa metáfora del sentimiento, esa figura que resume la pasión, ese fuego que fabricó, la consumió. Poco se sabe realmente de si es ella la que define pelearse con las Damas de Beneficencia. Si es la historia la que ordena. Si hay un mandato superior que la designa. Lo cierto es que lo hace. Como es cierto que cuando pide al mas importante filósofo popular, Enrique Santos Discépolo, que explique lo que está haciendo, los insultos al vate popular terminan con el aliento de este. Muere Evita y solo queda de ella la lucha.

Es posible entender su pelea entendiendo, ahora si con Ortega y Gasset, las circunstancias. Suya es la revancha ante la injusticia. En un mundo de hombres ella busca trascender. Es la más alta revancha que las mujeres voten. No hay historiador o cronista que lo niegue. Es su aporte. Ni monumentos ni medallas.

Resulta anecdótico, risueño en algunos casos, la denuncia de que Evita tenía 300 pares de zapatos. De Evita queda, como del Che, como de tantos, sus actos. No sirve la denuncia personal, no quita ni pone en la historia. No trabajaron para que los narren, no escribieron su relato, actuaron. Quien se preocupa por el "que dirán" de sus actos no actúa. Sobreactúa. No vive su destino, pretende escribirlo. Lo pierde.

No sabemos, ciertamente no sabemos qué cosas imaginó Evita como sus constantes, las que deseaba que quedasen. Sabemos, si, que sus peleas, sus arrebatos y su participación en la historia la definen: la más importante mujer en la historia nacional. Un nombre en el mundo. Una revanchista. Una revolucionaria. Una llamarada. Una pasión. Una estampita. Es el futuro el que maneja las cuestiones del olvido y la evocación.

Quien vive pensando en la historia pasada, en su nombre en el porvenir, pierde el día por día. Es la jornada la que explica el ayer y consagra el porvenir.

En el país una sola persona escribió su relato: el coronel Juan Domingo Perón. Acaso alguien crea que puede repetir el suceso. Personalmente no me parece posible. Los contemporáneos no somos los mejores jueces. Vaya uno a saber.

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