Google+ Raúl Acosta: Cristina y el periodismo (II)

domingo, 8 de febrero de 2015

Cristina y el periodismo (II)

Mirada desde el sur por Raúl Bigote Acosta



(Publicado en diario El Litoral, 8 de febrero de 2015)


La realidad de éste, el último año de la monarquía atenuada, ha puesto de rigurosa actualidad (coyuntura) algunas reflexiones que no intentaban eso, apenas mirar el camino que nos ha traído hasta 2015, con los medios de comunicación, el relato político y las formas que éste adopta. Un ministro rompiendo notas periodísticas en conferencia de prensa no estaba en el imaginario periodístico local, sólo en las farsas venezolanas.

Decíamos: “Que conste en actas: quedará el discurso, la formulación, la división amigo / enemigo. Asumamos la neo formación en mitad de las neuronas. Nos enfermaron de relato. Confesión, nos dejamos enfermar”. Fue más que eso, fue cambiar el objetivo de la palabra.
El periodismo trabaja sobre la excepcionalidad. No son los 100 hombres que cruzan una ochava sino quien al cruzarla es atropellado. Lo común no es materia del periodismo.

Hay un punto que se puede ubicar claramente en la monarquía atenuada, cuando los productores de granos se sublevaron por una gabela excesiva. Un país que depende de sus producciones primarias y que, por construcción, asume “deteriorados los términos del intercambio” volteó 180 grados. La irrupción de China/India en la compra convirtió a la Cepal en historia. Las materias primas superaron a las elaboradas. El productor sojero se convirtió en un “un capitalista descarnado”. La “pelea” a campo traviesa por el aumento de los impuestos (“la 125”) encerraba la dominación violenta. El condado, el marquesado, el campesinado y el burgo. Tarde, muy tarde.

Es el periodismo quien pone en ebullición el tema. No se puede reproducir el derecho de pernada y el diezmo. La información del conflicto es en sustancia tomar parte en el conflicto. Esta monarquía asume la práctica del conflicto. Néstor Kirchner entendió la circunstancia. Contar sobre el tema, denunciarlo, era tomar partido. Su relato no era el de Argentina. Había otro. No estaban con él. No callaban, en sustancia. Hubo antecedentes, claro, pero la construcción definitiva del conflicto aparece allí: resolución 125/2008. Toda información diferente fue catalogada como “parte de guerra” de un enemigo.

Indicábamos esto: “El periodismo se reformuló según la posición que NK ofertó: el Enemigo. La trampa fue perfecta. CFK sólo ajustó el nudo”.”Nos habíamos subido al mentiroso mausoleo de la independencia y la imparcialidad. Perdimos”.

Ampliemos. Durante demasiado tiempo se usó una herramienta mentirosa. “La independencia”. Una instrucción que deja sus huellas, la asunción de una filosofía, una ética, un rigor estético y los folkways terminan por comprometer la palabra, la elección, la calificación. No hay periodismo independiente. Lo negamos. El silencio fue usado en nuestra contra.

El relato es, necesariamente, por construcción, un cuento. Nadie le pide verosimilitud al relato. Apenas que cumpla con las convenciones propias del género. Al fijar sus actos de gobierno en lo que sucedió (este gobierno no tiene anuncios de planes, sólo cuenta lo sucedido, porque de ese modo lo inscribe en el relato, lo “acomoda”, relata el pasado reformulándolo) la monarquía redefine a la información opuesta a su relato en eso: otro relato.

Caímos en el juego. NK ganó. Si asumimos que estamos disputando el relato con otro relato lo suyo es una batalla ganada. Si asumimos que siempre fue así y que NK puso en superficie la verdadera índole del periodismo entonces no es una batalla la que ganó, ganó la guerra.

Esta monarquía entiende, “por default”, que gobierno y Estado son un solo cuerpo. Es eso: monarquía. El culto a la personalidad deviene natural. No es populismo, es populismo absolutista. Como debe ser.

Mas allá del trovador que canta endechas en la corte, lo riguroso es que la información es poder. Si no se cantan loas, se disputa el poder. El periodismo es un trovador provenzal con pensamientos diferentes. El periodismo tiene una sola y última batalla. Asumir el pensamiento diferente como camino y destino. En rigor: el pensamiento diferente es la libertad. Una angustiosa disputa del poder.

En el final de la primera nota decíamos: “... una ironía. El relato K, al cabo, es una forma partidaria del periodismo”/.../ “es una presidente leyéndonos un diario partidario. El suyo”.

El diario del periodismo es plural. Ésa es la última pelea. Muchas ideas diferentes o perdemos la guerra (la libertad).

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